No parece casual que Pier Paolo Pasolini haya filmado la mejor película sobre Jesús de Nazaret. Pese a ser comunista, homosexual y ateo, comprendió perfectamente al joven que se enfrentó a los poderes terrenales de su tiempo. Pasolini nunca pretendió imitar a Cristo, pero sí asumió el papel de ojo incómodo que saca a la luz las contradicciones de su época.
Aficionado a buscar chaperos en los barrios bajos con su Alfa Romeo plateado, murió brutalmente apaleado en una playa de Ostia la noche del dos de noviembre de 1975. Su asesino, un ratero adolescente que se prostituía de forma ocasional, afirmó después de diez años de reclusión que solo había sido el peón de un plan concebido por la Mafia, la Curia Romana y la Democracia Cristiana.
Pasolini nunca pretendió imitar a Cristo, pero sí asumió el papel de ojo incómodo que saca a la luz las contradicciones de su época
Nada acredita esa teoría, pero indudablemente Pasolini era un personaje molesto. Sus opiniones, que le enemistaron con intelectuales, políticos y artistas, siempre fueron sumamente polémicas. Su desordenada e incorrectísima vida sexual, que incluía encuentros con menores, no le impidió afirmar que la promiscuidad era tan indigna como un atentado terrorista.
Feroz opositor del estalinismo, elogió el regreso al mundo rural promovido por la Revolución Cultural de Mao. Nunca ocultó su odio al progreso y la economía de mercado. Les acusaba de haber destruido los valores tradicionales, provocando que los chicos se dejaran el pelo largo y las mujeres se olvidaran de la castidad.
Indignando a Alberto Moravia y Natalia Ginzburg, declaró que el aborto era un “crimen legalizado” y exaltó el coito como un acto trascendente que abría las puertas de la vida. Algunos le consideraban un profeta; otros, un payaso y un oportunista. Eso sí, todos se sintieron estimulados por su temperamento intempestivo.
Pier Paolo Pasolini nació en Bolonia un 5 de marzo de 1922. Hijo de un teniente del ejército y una maestra, creció en la región del Véneto. Su padre fue arrestado por deudas de juego y fue el primero en identificar y retener al joven anarquista Anteo Zamboni, instantes después de que disparara sobre Mussolini. Zamboni, de quince años, fue apuñalado, tiroteado y estrangulado por un grupo de fascistas. Su horrible muerte parece un signo del destino, pues contiene el mismo espanto que se abatiría más tarde sobre el cineasta.
Influido por Rimbaud y la belleza natural de Casarsa della Delizia, Pasolini empezó a escribir poesía muy temprano. Disgustado por los continuos traslados de su padre, que implicaban volver a empezar una y otra vez en una localidad desconocida, se refugió en la literatura. Leyó a Tolstói, Shakespeare, Dostoievski, Novalis, Coleridge, distanciándose de la fe católica que había profesado hasta entonces con fervor.
Profeta para unos; payaso y oportunista para otros. Todos se sintieron estimulados por su temperamento intempestivo
Durante su estancia en la escuela, se aficionó al fútbol y, con unos amigos, creó un grupo de discusiones literarias. En la Universidad de Bolonia, entró en contacto con la filología y las bellas artes. A los diecinueve años publicó su primer libro de poemas, cosechando elogios.
Gracias a las relaciones de su padre, se libró de combatir en el frente durante la Segunda Guerra Mundial, pero tras el armisticio del 8 de septiembre fue movilizado y cayó en manos de la Wehrmacht. Logró escapar, uniéndose a un grupo de partisanos, pero sin convertirse en uno de ellos.
En 1944, empezó a trabajar como maestro y tuvo su primera experiencia homosexual con uno de sus alumnos. Un año después, su hermano Guido moría en el frente, lo cual le provocó una auténtica conmoción. Tras la guerra, continuará con su actividad literaria, publicando nuevas obras caracterizadas por una aguda exigencia artística. Vinculado a la región de Friuli-Venecia Julia, oscilará entre el apego a la tierra y la oposición al tradicionalismo.
Afiliado al PCI, escribirá ensayos y antologías de poesía popular. Con Las cenizas de Gramsci ganará el premio Viareggio. Gramsci le parecía un modelo de rigor intelectual y de intuición política. Periodista prolífico, sus artículos serán parcialmente recogidos en Escritos corsarios (1975), donde ataca indistintamente al marxismo oficial, el capitalismo y la Iglesia católica, afirmando que los tres conspiran contra el humanismo ancestral de los obreros y campesinos. Una nueva cultura sostenida por los medios de comunicación de masas está homogeneizando y deshumanizando a la vieja Europa.
En 1961 comienza su carrera cinematográfica, impulsando una especie de nuevo neorrealismo con tintes patéticos, irónicos y grotescos. Su segunda película, Mamma Roma (1962), con una sobresaliente Anna Magnani, le proporciona un reconocimiento unánime. En 1964, sorprende a todos con El evangelio según Mateo. Expulsado del PCI por “conducta indecente”, apreció en Jesús la santidad y el heroísmo que no había encontrado en la política. “Ya no hay seres humanos”, lamentó.
Su muerte no ha logrado borrar la mirada de un artista que nos guió por el cielo y el infierno, enseñándonos el poder de la belleza
Proyectó rodar una película sobre Pablo de Tarso, pero nunca llegó a materializar el proyecto. Tras varias obras de gran crudeza, como Porcile, dirigió Medea con Maria Callas. Ya había llevado a Sófocles al cine (Edipo rey), demostrando su sensibilidad e inteligencia para comprender a los clásicos.
En los 70 conoce el éxito con la llamada Trilogía de la vida (El Decamerón, 1971; Los cuentos de Canterbury, 1972; y Las mil y una noches, 1974), pero en 1975 estalla el escándalo con Saló o los 120 días de Sodoma. Prohibida en varios países y acusada de obscenidad y de explotar la violencia gratuita, Pasolini afirma que se trata de una metáfora sobre el fascismo.
Furio Colombo entrevistó al cineasta poco antes de morir. Pasolini declaró de forma enigmática: “Todos estamos en peligro”. ¿Se refería a una amenaza real o solo fue un comentario nacido de las reacciones de odio que despertaban sus opiniones? Más de una vez había manifestado que se sentía atraído por el radicalismo de Cristo. Indulgente con los pecados individuales, siempre se había mostrado intransigente con los pecados colectivos y sociales. “Yo bajo al infierno y sé cosas que no turban la paz de otros -afirmó Pasolini–. Pero, cuidado. El infierno está subiendo a donde vosotros estáis... No os hagáis ilusiones”.
El infierno al que se refería era ese mundo de pequeños y jóvenes hampones que frecuentaba durante sus excursiones a los suburbios, buscando una aventura sexual. Pensaba que esos rateros, “un subproletariado precristiano, estoico”, destruirían y renovarían la civilización occidental, sumida en la decadencia. No sospechaba que uno de esos muchachos violentos y amorales pondría fin a su trayectoria humana y artística.
Ahora que se cumple el primer centenario de su nacimiento, cabe preguntarse cuál es la herencia de Pasolini. Pienso que un ojo implacable. A veces arbitrario e injusto; otras, clarividente y demoledor. Siempre exigente e insobornable. Si tuviera que escoger una de sus obras, sería sin duda El evangelio según Mateo. Por esos planos minimalistas de Cristo (espléndido Enrique Irazoqui) que solo necesitan la expresividad del rostro y la fuerza de la palabra para transmitir las enseñanzas del joven rabino al que Pasolini no consideraba el hijo de Dios, pero sí un ser divino que encarnaba el ideal de un mundo justo, fraterno y compasivo.
Pasolini, con el cuerpo destrozado en una playa de Ostia, es la confirmación de que el ser humano no es solo materia, sino espíritu. Sus restos podrían ser un argumento a favor del nihilismo, pero yo aprecio en ellos la fecundidad del dolor. Una muerte tan dramática no ha logado borrar la mirada incisiva de un artista que nos guió por el cielo y el infierno, enseñándonos el poder de la belleza.