Alauda Ruiz de Azúa (Barakaldo, 1978) llega al Festival de Málaga con buenas sensaciones tras un exitoso paso por la Berlinale con su primer filme, Cinco lobitos, que ha convencido a crítica y público. “Ha sido un sueño”, comenta la cineasta. “Es una ópera prima con productores independientes que nace con mucho amor. Por eso, rezábamos para que nos seleccionaran en algún festival importante para conseguir algo de visibilidad. Berlín es increíble por el cariño que demuestran al cine, por los teatros en los que exhibes, la conexión que hay con el público... Con la presencia en Málaga hemos conseguido trazar lo que para nosotros era el recorrido soñado para la película”.
Cinco lobitos cuenta la historia de Amaia (Laia Costa), una treintañera a la que la maternidad le ha dado un vuelco a su vida. Cuando su novio, Javi (Mikel Bustamante), acepta una oferta de trabajo en otra ciudad, Amaia decide trasladase a casa de sus padres –interpretados por los inconmensurables Susi Sánchez y Ramón Barea– para que le ayuden con el bebé. Con sutileza y honestidad, la directora hará partícipe al espectador de los secretos, de las cuitas, de los afectos y de las costumbres de esta familia.
Pregunta. Desde que se graduó en la ECAM han pasado casi 17 años. ¿Por qué se ha resistido tanto su ópera prima?
Respuesta. Tras acabar los estudios me surgió la oportunidad de realizar publicidad como directora, lo que me ha permitido viajar mucho por el mundo y ganar experiencia y oficio. En su momento, fue muy grato y me fui poco a poco enredando. Eso sí, de vez en cuando me sacaba la espinita del cine rodando cortos, pero eran proyectos más inmediatos. El sueño de hacer un largometraje siempre estuvo ahí, pero no di con un proyecto que me llenara a nivel personal hasta que empecé a escribir Cinco lobitos y noté un fuerte enamoramiento con la historia.
P. ¿A qué se debió esa conexión tan potente?
R. A que partí de una expericia tan compleja y profunda como mi primera maternidad, hace 6 años. Lo que viví no tenía mucho que ver con la manera en la que se suele abordar el tema en el cine, con relatos que normalmente apuestan por la diversión o por la épica. Tenía la impresión de que hacía falta una mirada más íntima y más honesta, real y cotidiana, con la que cualquier padre primerizo pudiera sentirse identificado. Así que empecé a tomar notas, a leer, a reflexionar, y cada vez veía que el asunto tenía más capas. Acabé explorando las relaciones familiares porque convertirte en madre modifica instantáneamente la relación con tus propios padres y te hace pensar en tu infancia, en tu relación con ellos, en cómo funcionaba tu casa…
P. ¿Es un filme biográfico?
R. En realidad, no tanto. Es cierto que se desarrolla en mi tierra, en el País Vasco, y que yo también he vivido la maternidad como una crisis que te transforma, como le ocurre a Amaia. Pero cuando te pones a escribir, enseguida te das cuenta de que tienes que ordenar la realidad, los acontecimientos y los arcos de los personajes para que todo tenga un sentido que vaya más allá. Ahí la autobiografía desaparece y surge la ficción.
P. ¿Qué permite el cine a la hora de abordar las relaciones familiares?
R. El cine tiene la capacidad mágica de capturar para siempre algo emocional que ocurre entre dos personas. Convierte al público en un espectador privilegiado de las discusiones, de los silencios, de las normas, de las carencias, de la soledad… Para mí era vital que esta familia fuera muy real y por eso trabajé mucho con los actores creando recuerdos para los personajes que ni siquiera están en la película.
“Cuidar de tus padres te coloca en otro sitio. Es como empezar a despedirte de ellos, y te obliga a lidiar con la posibilidad de la muerte”
P. ¿Nos cuesta hoy en día hacernos a la idea de que, tarde o temprano, tendremos que cuidar a nuestros padres?
R. Desde luego, no se habla de ello. Nos cuesta porque es doloroso asumir que tus padres se hacen mayores. Es algo que te coloca en otro sitio, como el adulto de la familia. Cuidar de los padres es como empezar a despedirte de ellos, y te obliga a lidiar con la posibilidad de la muerte.
P. ¿Cómo ha sido trabajar con dos veteranos como Ramón Barea y Susi Sánchez?
R. Les mandamos el guion y tuve la suerte de la novata, porque los dos, que son grandísimos intérpretes, conectaron con la historia de una manera preciosa y me dijeron que sí. Incluso Ramón, que tiene un personaje más secundario, le vio un montón de capas a la historia. Además, él es muy difícil que caiga mal, es una persona muy tierna, y eso le venía muy bien al personaje porque no quería un marido villano. Y Susi tiene una elegancia que me parecía que aportaba complejidad a esa ama de casa.
Mirando a Kore-eda y Ozu
P. ¿Tenía algún referente claro para el filme?
R. Hay muchos directores que me gustan muchísimo, pero diría que para esta película me influyeron Kore-eda y Ozu, en cuanto a las sensaciones que quería transmitir y en la apuesta narrativa. Me gusta ese cine basado en lo cotidiano, de una apariencia muy sencilla, que a medida que avanza te va tocando y de repente estás emocionadísimo sin que sepas muy bien cómo ha pasado.
P. ¿Cuál era su intención con la cámara en el rodaje?
R. Quería capturar la intimidad con mucha naturalidad, por lo que era importante que los actores tuvieran cierta libertad de movimientos. La cámara tenía que ser como un testigo silencioso para poder acercarnos a las miradas y a los gestos. Al final, la narrativa es muy minimalista, con pocos planos, para respetar lo que pasaba entre Laia, Susi y Ramón. El objetivo es que el espectador pudiera sacar sus propias conclusiones y no dirigirle demasiado la mirada.