Entre la realidad y la ficción, entre el cine popular y lo puramente autoral, Daniel Guzmán (Madrid, 1972) aborda con su segunda película como director un universo tan propio de lo español como la picaresca. A partir de la figura real de Joaquín González, un tipo que ha sobrevivido a base de estafar y engañar a los bancos, el cineasta crea un universo de delincuencia y miseria pero también de “código” que sirve como reflejo de la supervivencia de la España que llega tarde y mal a fin de mes, o sea, la mayoría.
En una trama intrincada en la que aparece desde la mafia china hasta una dentadura, apócrifa o no, de Hitler, conocemos por una parte a la pandilla de José Luis, formada por Luis Tosar y el propio Guzmán, dos perdedores como él, y su propia familia, con una madre resignada a las barbaridades de su hijo, su anciano pretendiente, y un hermano karateca. Entre lo disparatado y lo social, en una apuesta libérrima de espíritu anarquista, Canallas enlaza con la rica tradición picaresca para plantear, en tono de comedia, una crítica social punzante.
Pregunta. ¿Por qué le ha llevado siete años hacer esta película?
Respuesta. Muy sencillo. Trabajar con actores no profesionales tiene un riesgo absoluto. Yo busco un resultado muy concreto, mezclo a los profesionales y no profesionales. Se retroalimenta la verdad y la frescura de unos con la técnica de los otros. Cuando trabajas con no profesionales, y más en una película como esta con un guion que es todo texto, todo diálogo, te multiplica la dificultad por cinco, el tiempo, el presupuesto y el esfuerzo. Una película suele tener unas 50 horas de material y para esta he llegado a utilizar en montaje más de 250. He hecho un año y medio de montaje, la posproducción fue una barbaridad, con la pandemia en medio y el fallecimiento de mi padre. Buscaba un resultado muy concreto y requiere trabajo que tenga verdad y naturalidad. Cuando quieres algo muy concreto no te vale cualquier cosa. Al final inviertes tanto que ni te das cuenta de lo que lleva. Esto es un plato de cuchara y es lento. Es un tipo de cine que cada vez abunda menos y ha habido que lucharlo mucho.
P. ¿Trabaja desde la improvisación?
R. El guion estaba totalmente cerrado. ¡Me tiro cuatro o cinco años para escribir cada guion como para saltármelo! Le doy mucha importancia y tengo mucho respeto por la estructura y los diálogos. Es la partitura. De un guion malo no haces una buena película mientras sí puedes hacer una mala película de un buen guion. Eso no significa que no meta cosas de improvisación y deje un espacio para cuando aparece esa verdad. Pero generalmente el guion es un 98%.
P. ¿Cuánto hay de verdad y de mentira en ese fantasioso y moralmente dudoso José Luis González?
R. Estafó a VitalDent. Debe 180.000 pavos a todos los bancos. Lo que no sabes es qué es verdad y qué es mentira. Una persona como él, con un trastorno mental, lo vive de verdad. Te dice que vende petróleo, artículos de lujo, picassos o que es amigo de Florentino Pérez. Y luego resulta que hay cosas que son verdad. A uno de los técnicos le consiguió entradas para el palco en el Real Madrid. Dice que ha llevado un 'Bin Laden', un diamante de 550 kilates a Dubai, y lo asegura. ¿Qué es verdad y qué es mentira? Lo auténtico de todo esto es que no lo sabes. Yo mismo al final no lo sé. Hago una simbiosis entre verdad y mentira que me interesa mucho.
P. ¿Ha olvidado el cine español la fecunda tradición patria de la picaresca?
R. La picaresca está intrínseca y genéticamente en una parte de esta España. Las películas son más universales cuanto más locales. Me identifico con cineastas como Kore-eda o Vinterberg porque su cine me transforma contando historias muy locales. Una historia como Parásitos no pasaría igual aquí. Para mí esta película es Lazarillo de Tormes en el siglo XXI, son dos tipos que se buscan la vida a través de la mentira como herramienta de supervivencia. Luego, a pesar de su inmoralidad, hay un código. La lealtad es inquebrantable que no es lo mismo que la fidelidad.
P. ¿Es cine social?
R. Hay claramente un trasfondo social. Habla de la corrupción urbanística, de la obsesión por el dinero rápido y la fama… Hay incluso referencias a la Casa Real, lo cual es un lío. Lo vemos en la calle, la gente aun intentando sobrevivir no pierde el sentido del humor, hay picaresca, son canallas… tienen orgullo de clase. Las comedias suelen pasar en ambientes adinerados, en Madrid todo lo que está fuera de la M30 es la realidad de la ciudad y lo de dentro es privilegio. También quiero hablar de la tercera edad porque ha desaparecido. En el equipo artístico y técnico quiero que haya un porcentaje de personas que sea mayor de 60 años. A partir de los 50 parece que no vale nadie. Hay gente que se enamora a los 70 años.
P. ¿Es un riesgo colocar a unos delincuentes, aunque sean de poca monta, como los “héroes” del filme?
R. Son personajes que viven como en los 90, escuchan la misma música y no dan un palo al agua. Las debilidades de la gente son lo que mola y los perdedores tienen mucho que contar. La gente a la que le va bien en la vida tiene historias aburridas. Desde siempre ha habido reyes y la plebe, esos son los que tienen problemas. Les han vendido el Estado del bienestar, la casa en la playa y el coche. José Luis quiere quitar a su niña de estudiar porque proyecta su frustración y cree que lo mejor que puede hacer es hacerse campeona de yo-yo para hacerse famosa y salir por la televisión. Es como esos padres que quieren que sus hijos se hagan futbolistas. Eso también nos habla de nuestra sociedad.
P. ¿Quien roba a los bancos es un ladrón?
R. Yo me pregunto qué es ser honrado. ¿Quién soy yo para juzgar a nadie? No existen los buenos y los malos, existen las circunstancias, el buscarte la vida. Cuando tienes necesidad todo es mucho más difícil. Por eso creo que me he dedicado al cine. Cuando el privilegio y el estatus social solo es para unos pocos, lo normal es que te rebeles. Es aleatorio el país o la familia en la que naces. ¿Por qué algunos tienen ocho mil millones de herencia y otros ni un puto duro?
P. ¿Quería hacer un canto a la amistad?
R. Mi corto Sueños (2003) cerraba con una escena en la que uno de los chavales se preguntaba si de mayores seguirían siendo amigos porque hay quien cuando llega a esa edad es como si ya ni se conocieran. Y ahí se acababa. Aquel corto era un canto a la amistad. También lo es A cambio de nada. Aquí vemos a tres degenerados que acaban igual que de niños, en un parque viendo la ciudad. Los amigos son la familia que tú eliges. Lo que más me fastidia de hacer películas es que entro en dinámicas de ver a mis amigos y mi familia. Al final lo importante es establecer relaciones en las que pasas por encima de los defectos que todos tenemos porque la amistad está por encima.
P. ¿Esa dentadura de Hitler que sirve como McGuffin es un homenaje a las memorias apócrifas del monstruo en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? de Almodóvar?
R. No lo había pensado. Con la dentadura de Hitler tenía muchas dudas. Quería hablar del fascismo en nuestra sociedad y otras cosas. También de esta sociedad en la que se vende y se compra un bonobús de Bill Gates o una hamburguesa mordida por Michael Jackson. Buscando un elemento que sea el catalizador del tercer acto, pensé en un diamante, un sello… Estuve a punto de quitar lo de la dentadura. Fue Luis Tosar quien me advirtió de que es una película disparatada y que sin eso me la cargaba.