Gioia Tauro es una deprimida ciudad portuaria calabresa en la que se mezcla una potente economía sumergida con una gran pobreza ignorada por el estado y una enorme comunidad de inmigrantes africanos que trabajan de jornaleros en el campo. “Sin duda, Gioia Tauro es un microcosmos de tendencias sociales y económicas más amplias que hoy en día conocemos como globalización”, asegura Jonas Carpignano (Nueva York, 1984). El director italoamericano ha dedicado sus tres primeros filmes a realizar una radiografía de la zona a partir de un estilo cinematográfico muy personal, en el que combina el documental antropológico con algunos elementos propios del neorrealismo italiano. Si en Mediterránea (2015) abordaba la inmigración y en A ciambra (2017) –producida por Martin Scorsese– se internaba en una comunidad de gitanos, ahora se acerca a la mafia local, la temida ‘Ndrangheta, en Para Chiara.
El filme sigue los pasos de Chiara (Swamy Rotolo), una joven algo alocada de 15 años que vive en el seno de una familia numerosa, afectuosa y muy unida. Pero, tras la fiesta de 18 cumpleaños de su hermana, su padre desaparece y poco a poco irá descubriendo la naturaleza delictiva de sus negocios, mientras su pequeño mundo empieza a derrumbarse. Añadiendo el thriller a sus referencias, y volviendo a trabajar con actores no profesionales, Carpignano realiza un heterodoxo acercamiento al cine de gánsteres por el que fue premiado como mejor director en el Festival de Sevilla.
Pregunta. ¿Es esta historia sobre una familia relacionada con la mafia la conclusión de un tríptico sobre Gioia Tauro?
Respuesta. No sé si el término concluir sería el más adecuado, porque igual dentro de unos años retomaré la historia de este lugar que tanto me fascina. Quizá solo sea una pausa. En cualquier caso, la película nace como una respuesta a los prejuicios que he sentido acerca de cómo cree la gente que es la vida en Gioia Tauro. Cuando giraba por festivales para promocionar Mediterránea y A ciambra me daba la impresión de que, en charlas y entrevistas, algunas personas trataban de imponer una visión de la mafia y de la criminalidad que era totalmente diferente a la realidad que he observado durante estos años.
“Es imposible entrar en la ‘Ndrangheta si no tienes un vínculo de sangre con algún miembro, lo que la diferencia de la camorra napolitana”
P. ¿Cómo explicaría esas diferencias?
R. Es sencillo si miramos al cine. Por ejemplo, la gran mayoría de películas sobre la ‘Ndrangheta parten de lugares comunes. En este género de mafiosos siempre hay pistolas y tiroteos, pero es algo que yo no he visto en los 11 años que llevo en Gioia Tauro. Además, las mujeres siempre son representadas como si vivieran en un mundo arcaico y profundamente religioso, vistiendo un pañuelo en la cabeza... Parece que no tienen nada que ver con el mundo globalizado y no es así. En la película sí hay una escena en la que se prende fuego a un coche porque es algo que he presenciado y me sentía legitimado para incluirlo.
P. ¿Cómo definiría el viaje que realiza Chiara en el filme?
R. El viaje de Chiara consiste en desarrollar un código moral propio que le permite decidir qué camino tomar en su vida después de que todas las certezas que creía tener sobre su familia se desmoronan. No busco que el espectador juzgue las decisiones que toma el personaje. Lo que quiero es que respete y entienda el recorrido que hace, que está íntimamente relacionado con el contexto en el que vive y con sus experiencias previas.
P. Ha vuelto a contar con actores no profesionales. ¿Qué tomó de la familia de Swamy Rotolo para la historia?
R. La familia de Chiara en la película es la familia de Swamy Rotolo y las relaciones entre ellos son totalmente reales, pero aparecen en una trama que he construido. Ellos no pertenecen a la ‘Ndrangheta. Pero la manera en la que Chiara se relaciona con sus amigas o con sus padres es similar a la de Swamy. Esa forma de vivir la adolescencia en Gioia Tauro es real, pero está inserta en un contexto narrativo inventado.
Poético y onírico
P. Su estilo está cercano al documental, pero eso no le impide abrirse a lo poético y a lo onírico…
R. Para mí es fundamental utilizar estos registros, porque no quiero que el espectador se limite a observar la realidad. Lo onírico me permite acceder al mundo interior y a la mentalidad de estos personajes que, como Chiara, no se sienten cómodos a la hora de expresar lo que sienten. Prefiero recurrir a esta gramática cinematográfica que a los diálogos, porque resultaría muy forzado.
P. ¿Por qué no les enseña a los actores el guion hasta poco antes de rodar una escena?
R. Rossellini decía que su trabajo era convencer a los intérpretes no profesionales de que no tenían que actuar. Si el actor piensa demasiado en lo que tiene que decir o en la reacción que espera el director que exprese, acabará vencido por la ansiedad de hacerlo bien. De la forma en la que trabajo, los actores expresan los sentimientos que las escenas les suscitan.
P. Uno de los temas que aborda la película es esa polémica ley italiana que permite sacar a los menores de las familias de la ‘Ndrangheta. ¿Cree que funciona?
R. Es difícil decirlo. A nivel teórico es una ley que tiene sentido porque la ‘Ndrangheta se sostiene en las relaciones familiares. Es imposible entrar en un clan si no tienes un vínculo de sangre con algún miembro, lo que es una diferencia importante respecto a la Camorra napolitana o las mafias estadounidenses. Esto hace que los menores sean carne de cañón, ya que es difícil enfrentarte a tu familia para romper el ciclo. Por eso, esta ley me parece adecuada para darle una oportunidad distinta a estos adolescentes. Por otro lado, es difícil que funcione cuando pones en el mismo plano a todos estos jóvenes, porque las circunstancias de cada uno son diferentes.