La casa en la que se escondió Ana Frank en Ámsterdam, donde malvivió en un trastero con otra familia durante dos años hasta que fue deportada a Auschwitz, es uno de los lugares más visitados de la ciudad. Todos los días, miles de turistas hacen cola para acercarse a una de las víctimas más conocidas del Holocausto, cuyo bellísimo Diario ha sido traducido a todos los idiomas, además de ser objeto de numerosas adaptaciones teatrales y cinematográficas.
¿Dónde está Anne Frank?, personal adaptación de Ari Folman (Haifa, 1962), no reproduce al pie de la letra esa inmortal narración sino que trata de rescatar el espíritu de la obra para que sirva como reflejo de la Europa actual. En la película, la protagonista es Kitty, la amiga pelirroja imaginaria a la que Frank se dirige en su Diario. Folman nos plantea la paradoja de una ciudad que ha dado el nombre de su niña más célebre a calles, hospitales y colegios pero que ha olvidado su legado.
Folman plantea la paradoja de una ciudad que ha olvidado el legado de su niña más célebre
Perdida en el mundo moderno, Kitty busca a Frank por todas partes tratando de encontrar si no la persona física por lo menos una pizca de humanidad que le dé un significado a su tragedia. En la primera versión del guion, Folman se inspiró en la historia de una niña bosnia conocida como la “Ana Frank de Sarajevo”, que fue entrevistada por los medios occidentales y olvidada después a su suerte. La perspectiva de Folman cambió en 2015 cuando comenzó la crisis de refugiados.
El director alcanzó un gran éxito mundial con Vals con Bashir (2008), en la que reflejaba mediante la animación sus propios recuerdos de la matanza de palestinos en Sabra y Chatila en los años 80 en los tiempos en que formaba parte del Ejército israelí. Sin embargo, el fracaso de su siguiente título, El congreso (2014), le persuadió de no volver a realizar animación para adultos.
¿Dónde está Anne Frank? llega protagonizada por dos adolescentes: la propia Kitty y un chico skater. El director reconoce que ha realizado por primera vez un filme “pensando en los niños”. Lo que vemos, con una animación deslumbrante, es una fábula sobre la memoria de Europa. El cineasta crea un paralelismo entre el Holocausto y el drama de los refugiados para preguntarse si el Viejo Continente ha aprendido las lecciones del episodio más oscuro de su Historia.
Por una parte vemos algunos fragmentos significativos del propio Diario y por la otra la peripecia de esa Kitty que observa desolada una ciudad que ha convertido a Ana Frank en una atracción turística. “Cuando visité la casa en Ámsterdam me impactó la forma en que todo se desarrolla, me pareció demasiado comercial. Sin embargo, cuando haces una película para niños como esta lo importante es preguntarse la forma en que su historia impacta en sus vidas, ¿qué tipo de conciencia les ilumina sobre lo que sucede hoy en día?”, ha declarado Folman a The Hollywood Reporter.
Más allá de la animación, en la que los nazis se presentan despersonalizados como paradigma del mal, sorprende la audacia de Folman al realizar una acusación tan frontal contra la desidia europea sobre los refugiados. Su última escena alcanza la perfección poética de Hayao Miyazaki.