Una mujer de 40 años de la Costa Rica profunda, en un paisaje casi selvático, es vista por su comunidad como una “sanadora”. El problema es que Clara (Wendy Chinchilla Araya) goza de una intensa espiritualidad y una relación especial con la naturaleza pero se siente incómoda en esa posición. No solo porque no se percibe como una santa, sino porque como cuenta la directora Nathalie Álvarez Messen (Estocolmo, 1988) las “normas de la religión” se convierten en mecanismos de opresión de su sexualidad.

Medio costarricense y medio sueca, Álvarez Messen nos muestra en Clara Sola cómo esa mujer reprimida por su comunidad poco a poco va descubriendo su sexualidad e imponiendo su verdadero lugar en el mundo. Dice la directora: “Las mujeres reproducen estas normas porque es lo que les han enseñado, la madre de Clara hace lo que puede con buena intención. La religión perpetúa esta sociedad patriarcal. Una gran pregunta es cómo lo hacemos las mujeres cuando tenemos interiorizadas estas normas”.

En la película, vemos muchas secuencias con los elaborados ritos católicos que sirven como catarsis de ese poblado apartado del mundo. “En Costa Rica muchas mujeres han dicho después de ver la película que “Clara somos todas”. Pueden surgir nuevos modelos que superen antiguos ídolos como la Virgen María que imponen un ideal de pureza imposible. Esa imagen de “dadora”, de sacrificio, de madre… Por supuesto, la Virgen María es un mito machista, crea complejos de inferioridad, no se puede lograr tener hijos sin sexo. Desear tener una sexualidad es algo muy humano, muy natural”.

Un recuerdo agridulce

Esas imágenes rituales, de gran belleza audiovisual, tienen en opinión de la directora una ambigüedad: por una parte, la fortaleza de los lazos; por la otra, cómo se erige también en una prisión.



“Es todo ficción. Lo único que sí es de verdad son un par de rezos pero las canciones, los ritos… es ficción basada en memorias de niñez mías. Son recuerdos que tengo cerca del corazón, rezos, olores, canciones… hay un lado bonito. Está la otra cara que son esas normas opresivas. Mi familia es muy católica, no mis padres pero sí la extensa: tíos, abuelos… Había esa expectativa de que las mujeres tienen que llegar vírgenes al matrimonio, de que no hay que tocarse porque eso es cosa del diablo… Y al estar creciendo en la pubertad, cuando tu cuerpo cambia y comienza desear, me dolía no poder habar de ese deseo. Sí se habla del sexo en el colegio pero de una manera más reproductiva”, dice la cineasta.

Solitaria, poco expresiva, algo ensombrecida por años de sufrimiento… Clara destaca en su comunidad como una mujer “rara” y los vecinos interpretan esa rareza como un símbolo de santidad.

Dice Álvarez Messen: “El hecho de que se la vea como una santa no es compatible con la sexualidad, que tenga un lenguaje diferente y más afinidad con la naturaleza no se ve como una persona “normal”. Se la trata como a una entidad diferente. Pero Clara es muy terca y no siente esa vergüenza que impone la religión sobre su cuerpo. Tiene que romper cadenas con su comunidad para poder ser ella misma, que es lo negativo de esta historia. Ella es víctima también de esa idea de que la mujer tiene que estar al “servicio de los demás. Al final, se queda sola como dice el título, lo cual en parte es triste y en parte significa su empoderamiento”.

Un fotograma de 'Clara Sola'

En esa figura de la santona que se le adjudica, vemos también la forma en que la religiosidad extrema colisiona con la superstición. "Al final lo que importa es que la gente se siente curada", dice la directora.

"Para mí lo importante es que ella no se siente cómoda en esa posición. La espiritualidad y la naturaleza le abren las puertas de ser ella misma mientras la religión le pone límites. Me gusta compararla con lo opuesto a una bruja. A las brujas las quemaban en las hogueras por saber cosas y a ella no la queman pero le están exigiendo muchas cosas que no son compatibles, con esa pureza que se le espera que es una cruz", explica Álvarez Messen.

Un cine de los sentidos

En la estela de otras cineastas sudamericanas como Lucrecia Martel o Julia Solomonoff, Álvarez Messen nos propone un filme sensual y matérico que casi parece que se puede sentir y tocar. “Quería crear un personaje cuyos sentidos son un poco más elevados y entiende el lenguaje y la comunicación de una manera diferente. Ella quizá no es tan buena con el lenguaje verbal pero sí tiene muy desarrollados otros sentidos como el tacto. Yo soy mimo y tengo una fascinación con las manos, pueden expresar, tocar, dar placer… Clara siente mucho con ellas”, dice.

Más allá de las particularidades locales, Álvarez Messen cree que su historia es universal. “En Costa Rica el aborto aún es ilegal pero todo el mundo es machista. Sin lugar a dudas, cambia de algunos lugares a otros pero el machismo existe en todas partes. Es una película costarricense pero también hay otras influencias. La directora de arte era chilena. Y mi bagaje sueco también está presente”, concluye.

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