La última distopía imaginada por David Cronenberg imagina un futuro no tan lejano en el que el ser humano genera nuevos órganos y muta en otra especie semi-humana donde la nueva carne ya no siente dolor alguno y “la cirugía es el nuevo sexo”. Las metamorfosis y aberraciones del cuerpo en películas como Videodrome, La mosca o Crash regresan al cine del canadiense, en plena forma a sus 79 años de edad, no tanto para reinventarse, pero sí para reciclar su discurso y adaptarlo al entorno sintético de nuestros tiempos.
Arranca Crimes of the Future con un niño que se alimenta de plástico y es asesinado por su madre, y cuyo cuerpo será el hilo conductor de una breve trama en la que el artista Saul (Viggo Mortensen) y su pareja Caprice (Léa Seydoux) se proponen hacer una autopsia del cuerpo a modo de body art, con la intención de revelar al mundo que el homo sapiens está mutando su aparato digestivo para poder alimentarse de los recursos del mundo sintético que nos rodea. Mientras, el gobierno trata de frenar estas transformaciones con unidades de espionaje en las que Saul es partícipe.
La mitología que crea Cronenberg, también autor del guion, claramente reminiscente de la literatura de Baudrillard y de la ciencia-ficción de Philip K. Dick y Ray Bradbury, encuentra un diseño de producción absolutamente orgánico con la trama, inquietante y escabroso, que eleva la propuesta a una dimensión formal única, puramente cronenbergiana, y que hace palidecer a su lado las conquistas de Titane, ganadora de la Palma de Oro en la anterior edición de Cannes.
A la luz de esta nueva entrega, que tiene mucho de cine de serie B (incluso en su duración, que nos deja con sabor a más, sobre todo en lo que respecta al personaje de Kristen Stewart), el cine de Cronenberg opera por encima del horror y de la comedia, de lo repulsivo y lo erótico, para adquirir una categoría propia de la que es única en su especie. Quizá nunca el cuerpo ha sido un espectáculo tan central en el cine del canadiense como en este filme, si bien hay una base biológico-filosófica en torno a la evolución de las especies que actúa por encima de las execrables imágenes de impacto que generalmente se asocian a su cine.
Lo más seductor de la propuesta es el mundo que imagina, en el que la velocidad con la que la especie humana está desarrollando nuevos órganos obliga a los gobiernos a crear registros oficiales, y donde un artista que se ha propuesto extirpar cada mutación de su cuerpo es lo más parecido a una estrella de rock. Nos hemos acordado de Solo los amantes sobreviven de Jarmusch, por muy distintas que sean ambas películas, en cómo el lúgubre romanticismo surge en un entorno onírico y crepuscular, pero haciendo que lo escabroso conviva con un cierto concepto de ligereza, incluso de comedia.
El director modula cuidadosamente el tono para orquestar una mezcla de elementos del exploitation film con una propuesta más ambiciosa que, a la larga, resulta plenamente adecuada con las intenciones. Crimes of the Future, sin duda, nos devuelve al mejor y más original Cronenberg.
Park Chan-wook, forzando los límites
Con determinadas producciones, el Festival de Cannes siempre nos recuerda que hay cineastas que fuerzan los límites del lenguaje cinematográfico. Park Chan-wook, como Cronenberg, también es uno de ellos. El director coreano, que nunca ha sido especialmente comedido con la expresividad de las imágenes, logra en Decision to Leave que el barroquismo de su poética funcione como un verdadero mecanismo de relojería. La laberíntica trama tiene más que ver con la percepción de los personajes en un relato de obsesión enfermiza, insomne como su protagonista, que encuentra su lenguaje preciso a través de una puesta en escena y un montaje deslumbrante.
El resultado es un dispositivo noir en el que la forma y el fondo caminan por el alambre de la percepción neurótica. En cierto modo, la hitchcockiana historia del detective que se enamora de la sospechosa de asesinar a su marido (hasta en dos ocasiones), que nos lleva hasta lugares tan perturbadores como conmovedores, no deja de ser una exploración sobre las posibilidades del relato cinematográfico, de cómo se percibe y de qué puertas abre al medio. Saltos temporales, desplazamientos espaciales, transiciones sonoras que transforman la imagen, ángulos y planos imposibles (como filmar desde los ojos de un cadáver), rimas visuales y simbolismos cromáticos…
El autor de La doncella, venerado por sus relatos de venganza ultraviolentos, se propone en su undécimo largometraje arrebatar los sentidos del espectador, hacerle partícipe de lo que nos cuenta mediante la forma de hacerlo, oficiando como un alquimista y como un ingeniero (aunque hay más de cálculo que de intuición) con las posibilidades gramáticas del cine. Toda la incesante retórica visual del filme, que hará las delicias de Brian de Palma y hace palidecer las grandilocuentes estrategias espacio-temporales de Christopher Nolan, está al servicio de su trama y de unos personajes llenos de matices y posibilidades, en un mundo sometido al control de los dispositivos tecnológicos, que se convierten en otra forma de lenguaje, en el medio en sí mismo de la poética digital que se apropia del filme.
Decision to Leave no deja nada al azar, cada elemento tiene su función y, como en la mejor tradición del noir, nunca podemos confiar del todo en lo que estamos viendo. El coreano entiende que la función del cine pasa por alterar nuestros sentidos. Lo hace además con un sentido lúdico contagioso, como si el cine efectivamente fuera el tren de juguete del que hablaba Orson Welles, todavía lleno de posibilidades.
'Holy Spider', atmósferas fincherianas en Irán
Basado en el caso real de un asesino en serie de prostitutas en la ciudad santa de Mashhad, la película iraní Holy Spider es mucho más comedida y académica pero muy eficaz a su modo. Se propone trasladar las atmósferas fincherianas de sus thrillers noirs al entorno iraní en la reconstrucción del caso. Una periodista se adentra en los infiernos de las bajas calles de la ciudad para investigar los asesinatos y tratar de capturar al asesino, de cuya identidad y paradero la negligente Policía no es capaz de hallar pista alguna. En contacto con un periodista local, al que informa puntualmente de cada uno de sus homicidios para el levantamiento de los cadáveres, el asesino es un obrero y padre de familia que se ha propuesto “limpiar las calles de mujeres corruptas” en nombre de la decencia que dicta el credo islamista.
El filme por tanto sigue los dos puntos de vista, los de la periodista y el asesino, en una trama que avanza en líneas paralelas hasta que confluyen en secuencia climática. Ali Abassi, que ya habría presentado en Cannes alguno de sus trabajos previos, compite con este solvente noir que sin embargo ve su resultado final profundamente afectado por un execrable epílogo.