Diarios de Myanmar
The Myanmar Film Collective (Filmin, Atlántida Film Fest)
Hace pocos días, saltaba la noticia de que la dictadura militar que gobierna Birmania desde el golpe de Estado del 1 de febrero de 2021 ejecutaba a cuatro activistas, condenados a la pena capital de acuerdo a la ley “antiterrorista”. Ha pasado más de un año de horror y violencia que este sensacional documental refleja con ráfagas de poesía. Conocemos un país aniquilado por el régimen en el que se impone el toque de queda, se prohíben las reuniones y todo acto de protesta política es fulminado de manera inmediata. Según Naciones Unidas, más de 1900 personas han sido asesinadas, 13500 encarceladas y hay un millón de desplazados.
Lo que vemos en Diarios de Myanmar es que la junta militar que gobierna el país dirigido por Min Aung Hlaing después de derrocar a la Nobel de la Paz Aung Saan Su Kyi, encarcela, tortura y ejecuta por sistema a todo aquel que se le oponga. Vemos imágenes de las valientes protestas callejeras, donde los ciudadanos se juegan la vida porque acaban siempre con los militares disparando sobre la gente, arrestos arbitrarios y crueles, imágenes de ciudades apagadas y aterrorizadas… pero el documental acierta al mostrar la tragedia como un drama íntimo.
Utilizando la metáfora de la oruga que sueña con ser mariposa, en este caso se trata de una transformación negada a toda una generación de birmanos, cuyos sueños se desvanecen en cuanto la brutalidad del régimen les roba su futuro y en algunos casos, su vida. La primera historia deja el corazón helado.
Asistimos angustiados a las vidas rotas de varias personas que no tienen más remedio que convertirse en luchadores clandestinos, condenados a vivir escondidos y con miedo. En este sentido, también refleja de manera interesante las formas de disidencia política en tiempos modernos. El documental no está firmado por el riesgo que supone para la vida de sus creadores. Por la importancia del tema que trata y sus valores artísticos, Diarios de Myanmar conmociona.
Ucrania: mujeres en la guerra
Joel Ramírez (Movistar Plus)
El dolor de las mujeres ha sido tradicionalmente el gran silenciado de las guerras. En Ucrania se ha producido el mayor éxodo de personas en Europa desde la II Guerra Mundial, casi seis millones, la mayoría mujeres, muchas con niños pequeños, que han cruzado la frontera huyendo de las bombas. Este documental de Joel Ramírez está rodado en los campos de refugiados de Polonia y Rumanía, primera parada de ese largo exilio, y también se adentra en los escenarios bélicos con imágenes rodadas con móvil ya que la prensa no tiene permitido el acceso.
Vemos esa mezcla extraña entre la eficacia contemporánea, con unas ONG muy profesionalizadas que montan campos de refugiados en un abrir y cerrar de ojos, con el horror eterno y ancestral de una guerra que se libra en un mundo de grandes avances tecnológicos que no parecen ir acompañados de la misma evolución humana. Nos cuentan también la parte más oscura de la tragedia, la trata de mujeres, quienes se aprovechan de la debilidad ajena para explotarla. Como dice una activista, “ves la bondad y la maldad, los dos extremos del ser humano”.
El realizador recoge testimonios de esas mujeres, algunas lloran, otras no, todas sufren la pérdida de sus seres queridos, casas y su vida. En Ucrania, las ancianas relatan la barbarie rusa que lo destruye todo a su paso. Una de ellas, una señora de 95 años que vivió la II guerra mundial, asegura rotunda que Putin es peor que Hitler porque el primero no llegó tan lejos como para arrasar ciudades enteras, hospitales y colegios. Unas señoras de pueblo nos cuentan cómo todos los vecinos lograron sacar a un adolescente de las garras de los rusos cuando querían llevárselo. Sus testimonios nos sobrecogen.
11-S. Así se vivió en la Casa Blanca
Adam Wishart (Apple TV)
Es casi una cuestión de justicia poética que Bush dé su propia versión sobre lo acontecido aquel fatídico 11 de septiembre en el que Al-Qaeda mató a tres mil personas en Nueva Tork, el Pentágono de Washington a sumar los valientes pasajeros de un vuelo secuestrado que se enfrentaron a sus agresores y acabaron estrellando el avión. Es casi una cuestión de justicia poética porque esa histórica secuencia en la que Bush lee un cuento infantil a unos niños en una escuela mientras el país explota nos la contó primero, de manera paródica, Michael Moore en su brillante documental Fahrenheit 9/11 (2004), ganador de la Palma de Oro en Cannes.
Con declaraciones del propio Bush, que asegura que no interrumpió de manera inmediata el acto con los niños para “no asustarlos” cuando se entera del impacto de la segunda torre en Manhattan, la ex secretaria de Estado Condolezza Rice y varios miembros del equipo estrecho de colaboradores del ex presidente, este documental no ofrece una mirada crítica pero sí permite conocer muchos detalles sobre cómo reaccionó la Casa Blanca al mayor ataque perpetrado jamás en suelo estadounidense.
Todos suponemos que nuestros dirigentes saben más que nosotros, no es exactamente el caso. El presidente se ve obligado a dar vueltas por el cielo en el avión presidencial, lugar que los servicios secretos opinaban que era el más seguro y solo llegaba la señal de televisión cuando sobrevolaban ciudades. También vemos a un presidente que de golpe entiende las limitaciones de su cargo cuando ordena volver de manera inmediata a Washington para ejercer como “comandanye en jefe” pero descubre que mientras vuele en el Air Force One este tipo de decisiones competen al servicio secreto.
Bush aparece como un líder preso de la misma confusión que todo el mundo respecto a la autoría y el alcance final del ataque que tiene dificultades para comunicarse con sus colaboradores más cercanos. Los dilemas de un político que trata de contener su rabia para que no le nuble el pensamiento y decidido a usar la fuerza que sea necesaria para dar una respuesta a los atentados como líder conservador que es. Surge también la “doctrina Bush”, según la cual los países que acogen terroristas son susceptibles de ser atacados, cosa que desembocó en la guerra de Afganistán primero e Irak después.
Trincheras
Loup Bureau (Filmin, Atlàntida Film Fest)
Antes de la actual guerra de Ucrania ya había otra, la que se libraba en el Este, en la región de Donbass, entre separatistas prorrusos y el ejército ucraniano. Una guerra que dura ya desde 2014 en la que han muerto más de cuatro mil soldados ucranios y seis mil rusos. Este documental dirigido por el periodista francés Loup Bureau, famoso en Francia porque fue encarcelado en Turquía por su actividad profesional y el propio Macron tuvo que interceder para su liberación, nos propone un viaje a esas “trincheras” del título para conocer el día a día de los soldados ucranios durante una supuesta tregua que los rusos no respetan.
Rodado en blanco y negro, con una clara voluntad cinematográfica e incluso poética que rinde tributo a los grandes maestros eslavos como Tarkovski, Trincheras nos muestra esos eternos tiempos muertos de la guerra en los que todo podría parecer normal si no fuera porque cualquiera puede morir en cualquier momento. Vemos a hombres jóvenes, que fuman de manera compulsiva uno imagina que para calmar la ansiedad, disertar sobre las vidas, las familias y las mujeres que han dejado atrás y enfrentándose a esa mezcla entre desidia y peligro en que se ha convertido su vida en las trincheras. Vemos también que el ejército ucranio respeta la tregua y el ruso, no.
Asesinas
Ryan White (Movistar Plus)
El régimen de Kim Jong-un tendría gracia, hay quien explota su lado pop de manera insensata, si no fuera porque somete a su propio pueblo a una devastadora pobreza y falta de libertad a sumar las ejecuciones y las encarcelaciones masivas en centros de “reeducación” con los que aplasta cualquier tipo de disidencia. En la tercera parte de El Padrino, Michael Corleone sufre porque ha matado a su hermano y trata de redimirse. Lo más probable es que el líder norcoreano no tenga remordimientos de conciencia por haberse cargado al suyo, Kim Jong-nam, en un aeropuerto de Malasia en 2017.
Asesinas se mueve a medio camino entre el disparate surrealista y el terror. Cuenta la insólita peripecia de dos mujeres jóvenes, de origen pobre y rural, que tratan de triunfar en la dura Yakarta. Ambas comienzan a trabajar para lo que creen que es un programa de “cámara oculta” haciendo bromas a la gente. Lo que no saben es que en realidad las están entrenando para que envenenen al hermano rebelde del líder coreano pensando que hacen uno de esos vídeos.
Dirigida por Ryan White, ganador en Sundance por El caso contra la proposición 8 (2014), sobre la lucha en California por la legalización del matrimonio homosexual, las protagonistas son las dos chicas, a las que el gobierno malasio encarcela y acusa del asesinato, ansioso por demostrar al mundo que en su país no se va matando a la gente en los aeropuertos de cualquier manera. No solo pueden pasar el resto de su vida en prisión, también resulta desolador la forma en que la vulnerabilidad de ambas las convierte en carne de cañón de un juego político mucho más amplio que las supera en las que sus vidas no importan nada.
El fotógrafo y el cartero: el crimen de Cabezas
Alejandro Hartmann (Netflix)
El asesinato en 1997 del reportero gráfico José Luis Cabezas conmocionó a la sociedad argentina creando un verdadero terremoto político. Casi 25 años después, Alejandro Hartmann, documentalista de prestigio en su país, rememora el crimen para realizar una radiografía de la decadencia moral de la propia época.
Finalizada la dictadura, Carlos Menem gobierna a una nación extasiada con el boom económico posando con Ferraris y convirtiendo la ostentación en el símbolo de los tiempos. La brutalidad del crimen despierta a los argentinos sobre la corrupción rampante que emana de la Casa Rosada. Poco a poco, la prensa y los investigadores honrados (que los hay) van deshilando la madeja para encontrar como culpables a policías de Buenos Aires y detrás de todos ellos, como una especie de padrino mafioso en las sombras, Alfredo Yabrán, el hombre que maneja los hilos sin que nadie conozca su rostro.
Preguntado por su definición de poder, el empresario resume que es la “impunidad”. Esa sensación de impunidad tras años de saqueo de las arcas públicas y control de los resortes del Estado, fue la que llevó al hombre que hacía los negocios sucios con Menem a cometer la imprudencia bárbara de asesinar a un modesto fotógrafo como forma de amedrantar a la prensa. Narrado con ritmo, el tono de indignación justa y construido como un thriller político, El fotógrafo y el cartero ayuda a entender los problemas de fondo que aun azotan a la sociedad argentina.
Un político honrado
Roni Aboulafia (Filmin, Atlàntida Film Fest)
Más allá del interés que pueda despertar la figura de Ehud Olmert, primer ministro de Israel entre 2006 y 2009, este documental resulta apasionante por la forma en que refleja cómo el factor humano influye en la política. Por una parte, ese Olmert ambicioso y frío que sueña con pasar a la Historia como el hombre que logró la paz con los palestinos. Un tipo dispuesto a compartir la capitalidad con los árabes y desalojar a los colonos de Hebrón, lo cual despierta la furia de la derecha. En el documental vemos cómo dirigentes conservadores explican sin problemas cómo financiaron costosas investigaciones para derribarlo por sus tejemanejes corruptos o lo que fuera.
Vemos, por tanto, una campaña de difamación y de destrucción personal terrible. Por la otra, que lo más probable es que Olmert efectivamente fuera un político no demasiado honrado que no le hacía ascos a un soborno en su etapa como alcalde de Jerusalén. Dirigido por la documentalista Roni Aboulafia, lo más fascinante es su relación con su secretaria, Shula Zaken, que primero lo protege aun a costa de sacrificarse y luego lo “traiciona” cuando comienza a hablar. Resulta casi imposible saber cuál de los dos dice la verdad, lo más probable es que sea una mezcla. Vemos a un Olmert carismático, ambicioso e idealista pero también a un tipo altivo que se deja devorar por su propia prepotencia y que acaba encarcelado como culminación a su meteórico ascenso.