El famoso genio de la botella, llamado djinn en la tradición árabe preislámica, es ese tipo que se presenta como por arte de magia para conceder tres deseos al benefactor que logra liberarlo. El más famoso quizá es el de Robin Williams en la película de animación de Disney Aladdín (1992), al que da vida Will Smith en la versión con personajes de carne y hueso de 2019.
Inspirándose en un relato de A.S. Byatt de los años 90, George Miller rescata a esta atractiva figura mitológica en una película muy peculiar, Tres mil años esperándote. Cuenta la soledad de Alithea (Tilda Swinton), una madura “narratóloga” divorciada que se dedica a buscar la esencia común de todas las historias y leyendas que se cuentan en el mundo. En Estambul, donde acude a una conferencia, compra una botella en el bazar y se le aparece el susodicho djinn (Idris Elba), que, como manda la tradición, es grandote y socarrón.
La gran sorpresa del genio es que Alithea asegura no desear nada porque quien desea ya comienza a ser infeliz. El genio, sin embargo, necesita que cumpla el ritual para poder escapar de la maldición que lo mantiene encerrado.
Para entretenerla, comienza a contarle distintos episodios de su vida, marcada por su debilidad hacia las mujeres. Con un tono que recuerda a Las mil y una noches, el claro referente de la película, conocemos sus desvelos con la reina de Saba o su malograda historia de amor con una mujer erudita.
Célebre por la saga Mad Max, más en boga que nunca gracias a su indiscutible aspecto visionario, George Miller realiza en esta película un emocionado canto a la belleza de contar historias. Es también un canto a la imaginación. Frente al academicismo de la profesora universitaria, que quiere reducir todo el legado narrativo a meras fórmulas, Miller defiende la diversidad y el misterio, lo que escapa a las sesudas teorías y llega directamente al corazón.
Es una película de producción modesta para los niveles del director. La mayor parte consiste en una larga conversación entre esa mujer estoica y ese genio expansivo. Al final, acaba siendo una historia de amor tan atípica como sorprendentemente tierna.