Claire Denis (París, 1946) no habla español pero sí recuerda una frase absurda que le enseñaron en el colegio: “A Galicia y a León, América dio Colón”. La futura directora tuvo una infancia cosmopolita, ya que su padre era funcionario público y creció en países africanos como Burkina Faso o Camerún, que por entonces eran colonias francesas.
Muchas de sus películas han tratado precisamente ese asunto, como su debut, Chocolat (1988), en la que rememoraba su propia infancia; Buen trabajo (1999), una adaptación de Herman Melville ambientada en Yibuti, o Una mujer en África (2009), con Isabelle Huppert.
Ahora pasa de los asuntos políticos a los sobresaltos de la pasión y el corazón en Fuego. Protagonizado por Juliette Binoche, Vincent Lindon y Grégoire Colin, el filme trata sobre una mujer, Sara, dividida entre dos hombres.
Por una parte, su pareja actual, Jean (Lindon), un hombre que le ha dado estabilidad y afecto. Por la otra, su expareja, François (Colin), quien se convierte en socio del primero. Según la cineasta, “cuando tenemos sueños eróticos ya estás engañando a tu pareja”.
Pregunta. ¿Es imposible dejar de amar a una persona de la que realmente hemos estado enamorados, como le sucede a la protagonista?
Respuesta. Amar es complicado. La aparición de su ex despierta una serie de sentimientos que están más relacionados con el deseo que con el amor. El deseo puede convertirse en amor, pero no es lo mismo. Creo que cuando François regresa a su vida, Sara no lo ha olvidado. Al tiempo, es muy feliz con Jean. Se pregunta por qué sucede ese regreso, si ha sido el azar o ha venido a buscarla.
P. ¿Los seres humanos estamos abocados a la infidelidad?
R. Hay una canción de Jacques Brel que compara el amor con un volcán que se despierta. Yo no creo en absoluto en esto. Lo que nace en el personaje de Binoche es una forma de curiosidad.
P. ¿El deseo femenino sigue siendo un tabú?
R. En el caso de esta película, me cuesta pensar que Juliette Binoche no pueda ser vista como una mujer deseable. La conozco desde hace muchos años y siempre ha sido una mujer muy atractiva. Se ha considerado que el deseo masculino era ley de vida y el de las mujeres estaba escondido, era un tema del que no había que hablar. Desde pequeña vi algo muy distinto porque tuve una madre que vivió su sexualidad de manera muy natural.
¿Cine radical?
P. ¿Cambia el deseo sexual a medida que envejecemos?
R. Con los años, el deseo sexual pasa más a un segundo plano, pero no tanto porque no exista en nuestro corazón sino porque te miran menos, resultas menos atractiva. Se solía decir que los boxeadores es mejor que no tengan sexo antes de un combate. No sé si el cuerpo funciona así. Cuando haces el amor de manera frecuente con una persona que amas, la vida es más agradable y cuando te falta, es todo bastante más duro.
P. ¿Cree que sus películas han sido demasiado radicales? ¿Le ha llegado el reconocimiento tarde?
R. No tengo la impresión de haber hecho nada radical. He intentado hacer películas como he podido. Si anhelamos el reconocimiento, la vida se vuelve más difícil. Eso no significa que no me alegre de que ahora sienta un mayor aprecio por mi obra. Prefería centrarme en hacer películas. Lo que más me preocupaba era tener productores para poder seguir rodando. Siempre me aseguraba de que mis proyectos no fueran muy caros porque no quería arruinar a nadie. Eso ya es complicado...
P. Cuando usted empezó había muy pocas mujeres haciendo películas. ¿Se siente una pionera?
R. Yo sabía que el mundo era un tanto hostil, las mujeres cineastas éramos miradas con cierta condescendencia. Antes había una manera masculina de ver el arte. En la crea-ción, las mujeres estábamos en la última fila, en el sótano. Por supuesto que las mujeres podían escribir poemas, realizar pinturas o dirigir películas, pero se consideraba que el arte pedía una especie de grandeza espiritual a la cual nosotras no llegábamos. Se consideraba que nos debíamos ocupar de los asuntos del “corazón” y a tener hijos…
P. ¿Percibe un cambio?
R. Sin duda, es más agradable la situación actual, podemos crear más tranquilamente, sin tanta angustia. Voy a decir una broma. Hace mucho tiempo alguien le preguntó a Maurice Pialat qué pensaba de las mujeres realizadoras. Y él contestó que el cine iba a morir y las mujeres estaban destinadas a resucitarlo. No solo en el cine, en el mundo entero vemos un gran cambio.
P. En Fuego los personajes llevan mascarilla. ¿Quería contextualizar el filme en ese momento de la pandemia?
R. Los productores no querían que la pandemia saliera, pero yo insistí. No creo que se pueda rodar como si nada hubiera pasado. Estábamos en el plató todos con mascarillas, con médicos en el equipo, haciéndonos un test cada tres días y todo el mundo en París iba en el metro con la boca tapada. ¿Por qué iba a ocultarlo?
Fuego: Amor, arrebato y celos
Los tríos amorosos forman parte de la mejor tradición cinematográfica gala. François Truffaut abordó el tema en la mítica Jules y Jim (1962) y aún reincidió en La piel suave (1964). El propio Godard dio su versión en Bande à part (1964). La lista es larga. Ahí está Éric Rohmer, quien hizo una película totémica en la que se teorizaba sobre el asunto, Mi noche con Maud (1969).
Cineasta conocida por sus largometrajes ambientados en África, a Claire Denis cabe adjudicarle el mérito de haber hecho algunas buenas películas y también de haber sido una pionera detrás de la cámara. “Cuando uno ha amado a alguien con intensidad nunca se va del todo. Aún siento algo por él”, le confiesa Sara (Juliette Binoche) a su pareja (Vincent Lindon).
La originalidad del filme es tratar un asunto como el deseo sexual en personajes que superan (con bastante) los 50 años. En Fuego se tratan pasiones volcánicas, irresistibles, una de esas historias de amor, arrebato y celos que solemos ver con personajes mucho más jóvenes.
Lo mejor, como es habitual en Denis, es la dirección de actores. Como cineasta, la parisina siempre ha destacado por una cierta simplicidad teatral en la puesta en escena, cosa que a veces le daba a sus películas un look algo rudimentario. Con los años, se ha ido convirtiendo en una directora cada vez más esteta, un cambio que se aprecia de manera especial en High Life (2018), donde ambientaba su historia en una nave espacial.
En Fuego abundan los primeros planos para dar brillo a las emociones de los personajes. Por una parte, esa Sara que no se siente tan culpable por su infidelidad como para no alegrarse por el regreso de la pasión a su vida. Binoche es una actriz enorme y encuentra en Lindon, que interpreta a un tipo con sentimiento de culpabilidad y algo pusilánime, un digno duelista.
Viendo el filme, uno tiene la impresión de que la directora está expresando notas profundas de su corazón. Ese grado de intimidad entre la pareja es lo mejor de una película que apela a nuestras contradicciones.