Rodrigo Sorogoyen (Madrid, 1981) e Isabel Peña (Zaragoza, 1983) han protagonizado una de las trayectorias más excitantes del cine español reciente, escribiendo aclamados guiones que más tarde Sorogoyen trasladaba a la pantalla. Se conocieron en la ECAM, surgiendo cierta afinidad en las pocas conversaciones que compartieron, y poco más tarde, en un encuentro fortuito en la calle, Sorogoyen animó a Peña a que se presentara a una prueba para la productora en la que estaba trabajando. “Me dijo que estaban buscando guionistas mujeres, fue la primera vez que escuché esa frase”, recuerda Peña. “Había algo que me decía que Isa escribía bien”, asegura Sorogoyen.
Entre 2008 y 2010 trabajaron juntos en series como Impares o La pecera de Eva, descubriendo que no solo se entendían sino que también se lo pasaban bien, y Sorogoyen le propuso a Peña que compartieran la escritura de un corto que acabaría convirtiéndose en en Stockholm (2013), película que triunfó en Málaga y en los Feroz.
Después, entre otros muchos logros, ganaron el premio al mejor guion del Festival de San Sebastián con Que Dios nos perdone (2016), el Goya al mejor guion por El Reino (2018), le brindaron a Marta Nieto el papel de su vida en Madre (2019), por el que fue premiada en Venecia, conquistaron la televisión con Antidisturbios (2020) y con As bestas, que se estrena este viernes, han cumplido el sueño de Cannes.
Pregunta. ¿Cómo valoran esta década de éxitos?
Rodrigo Sorogoyen. No le queremos hacer mucho caso, pero evidentemente nuestra trayectoria es infrecuente y muy afortunada. Hemos crecido mucho en poco tiempo.
Isabel Peña. Pero no solo es cuestión de suerte, nos lo hemos currado.
As bestas, inspirada en un suceso real, se zambulle en los rencores y disputas del medio rural. La protagonizan Denis Ménochet y Marina Foïs como una pareja de franceses que vive de la explotación de un huerto en una aldea gallega, y un inmenso Luis Zahera y Diego Anido, como dos hermanos que mantienen con ellos una agria disputa. “Todo arranca de un titular que leímos en la prensa”, explica Peña. “Nos llenó de intriga y empezamos a investigar. De forma natural los dos sentimos que era una gran historia para nuestra siguiente película. Sin embargo, el proyecto se dilató y nos ha acompañado siete años”.
P. ¿Les daba reparo abordar una historia tan gallega?
R.S. La pareja de Isa es de Galicia y yo he veraneado allí mucho, por lo que no era un territorio totalmente desconocido para nosotros.
I.P. Pero no queríamos ser los urbanitas de Madrid y Zaragoza hablando de lo rural en Galicia. Nos sumergimos y quisimos entenderlo todo. De alguna manera, es lo mismo que cuando hablamos de la corrupción o del dolor de una madre. Le damos el valor que tiene, y ese valor es tiempo.
R.S. Nos gusta tener las cosas muy seguras, muy sólidas. La experiencia nos ha dicho además que es lo mejor. Sabemos que tarde o temprano las crisis van a llegar, pero así son más manejables.
I.P. Cuanto más hables y entiendas el tema y a los personajes, más vas a poder disfrutar de todo el proceso. Además, todo este tiempo lo puedes emplear en ver películas y documentales y en leer libros y, así, convertirte en un pequeño experto del tema del que estás hablando.
P. Como hacía Wilder con Lubitsch, ¿se encomiendan a algún director a la hora de escribir sus guiones?
R.S. Tenemos una broma, que no lo será tanto: “¿Haneke lo haría?”. Pero solo cuando tenemos dudas porque nuestras películas en muchos elementos no son hanekianas.
I.P. Es que Haneke es muy buen guionista, al margen de que te puedan gustar más o menos sus temas o aproximaciones. Sus personajes, sus estructuras… La cinta blanca (2009) es increíble.
P. As bestas recuerda al Peckinpah de Perros de paja (1971) o al John Boorman de Deliverance (1972)…
R.S. Nos gusta mucho subvertir o transgredir los géneros y tensar y torcer los referentes. Estas películas estaban en nuestra cabeza, pero no queríamos volver a hacer Perros de paja, que es una obra maestra.
I.P. Por ejemplo, vimos Grizzly Man (Werner Herzog, 2015) porque pensamos que podía ayudarnos a perfilar a Antoine. Al final, puede que te quedes con un detalle tonto, pero igual te salva la vida en algún momento.
R.S. También vimos 45 años (Andrew Haigh, 2015) porque al principio la pareja francesa iba a tener 60 años y queríamos ver una historia de amor de personas mayores. Y es que nos gusta pensar que As bestas es una historia de amor con el caparazón de un thriller.
P. Los protagonistas del suceso real eran holandeses. ¿Por qué son franceses en el filme?
R.S. Era una manera de separarnos de la realidad para no hacer un true crime. Además, somos muy francófilos y había algo natural, porque ya habíamos coproducido Madre con Francia, mientras que El Reino y Que Dios nos perdone funcionaron mejor allí que en España. Además, hay algo de la relación entre españoles y franceses que nos venía muy bien.
I.P. Sí, es una relación que se mueve siempre en términos de inferioridad o superioridad.
P. ¿Por qué funciona tan bien su cine en Francia?
R.S. La gente va al cine en Francia y allí funcionan muchas películas, entre ellas las nuestras. Pero hay algo inexplicable.
I.P. No es solo que vaya más gente a las salas, es que además les gusta el cine y les gusta hablar de cine.
R.S. Aquí parece que es un lujo o una frivolidad.
I.P. O, simplemente, ocio.
P. ¿Alguna vez tienen tensiones cuando escriben?
I.P. Sí, pero bienvenidas sean. Desde la vehemencia y la pasión siempre defendemos lo que creemos que es mejor. Cualquiera que nos vea debatir una hora sobre una mirada, pensará que estamos locos. Pero esa mirada es importante.
R.S. Es como una relación de pareja. Los momentos de tensión son más por la forma en la que te expresas que por lo que defiendes y también depende de si te sientes frágil. Noto que hay un esfuerzo por cuidarnos para seguir creciendo. Aunque la relación podrá pudrirse, como le ha pasado a otros.