A Joaquín Sabina no vamos a verlo jamás en Benidorm con el Imserso. A Fernando León de Aranoa, tampoco. Ambos han convivido durante más de diez años para grabar a tumba abierta el día a día (personal y artístico) del autor de temas como Contigo, Y sin embargo o Yo me bajo en Atocha. El resultado se llama Sintiéndolo mucho (estreno 17 de noviembre), un documental que, de entrada, tiene el mérito de embridar a uno de los artistas más indomables de nuestra música.
Si en Política, manual de instrucciones (2016), Aranoa siguió la evolución de Podemos durante casi dos años, ahora el recorrido abarca más de diez, un tiempo lo suficientemente amplio como para que el director haya conseguido fermentar su experiencia como documentalista, destilada gracias a títulos como Primarias (1998), sobre la campaña de Josep Borrell y Joaquín Almunia; Caminantes (2001), con entrevista al subcomandante Marcos incluida, e Invisibles (2007), entrega coral, merecedora de un Goya, en la que participaba con Buenas noches, Ouma.
La caída
Aranoa sigue ahora su instinto para componer un retrato que va más allá de lo biográfico. Utiliza una entrevista en casa de Sabina como espina dorsal del relato, conversación que se convierte en nexo de una historia que arranca antes de su caída en el WiZink Center de Madrid el 12 de febrero de 2020, día de su 71 cumpleaños. “¿No irás a empezar el documental con la hostia que me di?”, le espeta Sabina, quizá consciente de que la provocación sería utilizada para detonar el vertiginoso arranque de la historia.
Es así como se abre un largo paréntesis en el que incluirá los momentos más hilarantes y descriptivos de la personalidad del protagonista, ya sea en el coche rimando estrofas con Benjamín Prado, ya sea componiendo junto a Pancho Varona (un auténtico espectáculo asistir a una sesión en la que la creación y la ebriedad toman el mismo rumbo), ya sea con Berry, su manager, ya sea en el emocionado homenaje que le realiza Úbeda, ya sea en la trágica cogida de José Tomás en Aguascalientes (México), “su” torero (que Aranoa aprovecha para establecer un obvio paralelismo taurino), ya sea durante sus viajes a Sudamérica, especialmente a Argentina y México, países de los que se siente hijo y deudor o ya sea en la emocionante vuelta al extinto Teatro Salamanca de Madrid para volver a interpretar, junto a parte de su guardia pretoriana de 1986, "y viceversa", Cuando era más joven.
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La mirada de Aranoa es en todo momento cercana y penetrante, casi teatral. Siempre muestra a Sabina a punto de salir al escenario, con el pánico neutralizando al cínico, al libertino antes de "enfrentarse" al público. Las canciones que le oímos son de ensayo, de prueba de sonido, de parranda, de melancolía, de tristeza...
Hay dos personajes que son una constante. Una es Jimena, ‘Jime’, su mujer, serena y siempre al quite, y Aranoa, que aparece en la penumbra, como un observador espectral. Ambos componen un juego de espejos. Como en Las meninas, nos preguntamos constantemente dónde está, en realidad, el cuadro. Cierra el paréntesis Aranoa con la desgraciada caída en Madrid y pone una sabrosa coda con la grabación del tema Sintiéndolo mucho, que peina Leiva con sensibilidad y oficio. Gran remate porque es entonces cuando descubrimos la grandeza y seriedad del artista, simbolizada por su inseparable bombín, amuleto que lo eleva, y lo transforma, sobre el escenario. Contra todo pronóstico, la aventura continúa en 2023.