En los primeros compases de Abrázame fuerte, el espectador asiste a una situación que bordea lo arquetípico: una mujer, de nombre Clarisse, abandona el hogar familiar, que comparte con su marido y dos hijos pequeños. Alimentando la ambigüedad que marcará el conjunto de la película, la expresión de la mujer evoca una compleja coyuntura emocional, en la que la duda convive con una cierta determinación.
Así, de partida, la nueva obra como director del francés Mathieu Amalric –recordado por sus colaboraciones con Arnaud Desplechin o Wes Anderson– abre un diálogo con una fértil estirpe de películas anglosajonas, empezando por la reciente La hija oscura, de Maggie Gyllenhaal, que establecía un puente intergeneracional a partir del anhelo de libertad de dos mujeres atrapadas en sendas encrucijadas familiares.
El propio Amalric (Neuilly-sur-Seine, 1965) ha reconocido la influencia temática y estética de Llueve sobre mi corazón, la película de 1969 en la que Francis Ford Coppola diseccionó el viaje por carretera hacia la emancipación de una mujer embarazada; una obra que comparte el estatuto de culto con la magistral Wanda, en la que Barbara Loden, en 1970, se dirigió a sí misma encarnando a una ama de casa que rompía con todo. Con todo este bagaje, y sin olvidar los melodramas femeninos de Douglas Sirk, Amalric se lanza a adaptar la pieza teatral Je reviens de loin, en la que Claudine Galea orquestaba la odisea existencial de su protagonista hermanando teatro y música.
Amalric, que ya dirigió la muy rockera Tournée y la sinfónica Barbara (un metabiopic de la cantante Barbara), propone en Abrázame fuerte (estreno el 25 de noviembre) una suerte de acercamiento fílmico a las Invenciones, de Bach, un guiño que se explicita gracias a la aparición de las partituras en las que el maestro del barroco jugaba con la fuga musical y el contrapunto.
Adoptando estos conceptos como su modus operandi, el director de La habitación azul construye un filme que transita entre la luz y la oscuridad, entre espacios abiertos y claustrofóbicos, todo ello para poner en contraste las pulsiones vitalistas y autodestructivas de Clarisse. Abrázame fuerte toma el desconcierto de la protagonista y lo traslada al espectador, que poco a poco se descubre atrapado entre una serie de episodios que van perdiendo su ancla realista.
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En su misterioso acercamiento a la inestable psique de Clarisse, Amalric encuentra a una aliada en Vicky Krieps, una actriz que, como demostró en El hilo invisible o La isla de Bergman, posee un sexto sentido para dar vida a mujeres que aparentan una cierta docilidad pero que esconden una rotunda fortaleza.
En Abrázame fuerte, la intérprete luxemburguesa afila su talento para encarnar a personajes con múltiples caras, y deslumbra en sus bruscos tránsitos entre la euforia y la melancolía, la furia y la devastación. Un magma de emociones sobre el que Amalric edifica un emotivo acercamiento a la idea del limbo existencial al que conducen las experiencias traumáticas.