El punto de inflexión en la trayectoria de Cesc Gay (Barcelona, 1967) tenemos que situarlo en el enorme éxito de Truman (2015), con la que conquistó cinco premios Goya: película, director, guion, actor principal para Ricardo Darín y actor de reparto para Javier Cámara. Desde entonces ha orillado el drama (aquel filme abordaba la tragedia de la muerte, aunque desde un enfoque amable) para entregarse por completo a la comedia y seguir cultivando cierta fama de Woody Allen barcelonés, empeñado en revelar las cuitas amorosas de la burguesía más cool a través de chispeantes diálogos.
Así lo hizo en Sentimental (2019), adaptación de su propia obra de teatro sobre una pareja madura con la líbido por los suelos que se mira en el espejo de los fogosos vecinos de arriba, a los que invitan a cenar en su casa. Y así lo hace también en su nueva entrega, Historias para no contar (título homenaje a Chicho Ibáñez Serrador), un relato coral y episódico que nos retrotrae a aquel genial acercamiento a las miserias masculinas de la asimismo coral y episódica Una pistola en cada mano, que Gay firmó en 2012.
Aquí nos encontramos ante cinco relatos sin conexión argumental que sacan a la luz lo patéticas y ridículas que pueden llegar a ser nuestras relaciones sentimentales, sobre todo cuando arrancan o se acercan al final. Un poco de ambas situaciones hay en el primer episodio, tenso e hilarante, en el que Silvia (Anna Castillo) encierra a Álex (Chino Darín) en el cuarto de baño cuando su marido (Javier Rey) llega inesperadamente a casa. Lo divertido es que no había motivo para hacerlo, ya que nada estaba pasando entre ellos. ¿O quizás sí?
Igual de inspirada está la historia en la que Carlos (Antonio de la Torre, en modo metáforas futbolísticas) y Ana (María León) intentan convencer al separado Luis (un Àlex Brendemühl con pinta de cervatillo indefenso) de que tenga un rollo de una noche. Tampoco baja el nivel el cierre, en donde Quim Gutiérrez y Verónica Echegui interpretan a una joven pareja que prueba los límites de la honestidad en su relación.
Menos interesante, por extemporáneo, es el capítulo de las tres actrices a las que dan vida Alexandra Jiménez, Nora Navas y Maribel Verdú que comparten secretos, celos y una extraña suerte de solidaridad durante un casting. Mientras que el de la relación entre el viejo escritor (José Coronado) y la bella veinteañera (Alejandra Onieva) resulta demasiado forzado.
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En cualquier caso, Gay consigue mantener un tono y una atmósfera similar en todo el filme, aportando cierta unidad al conjunto, aunque se muestra escaso en ideas en su teatral y funcional puesta en escena. Y aunque apenas dice nada nuevo sobre los principales temas que explora (desde las cuestiones transgénero a la paternidad), consigue que el espectador se sienta gozosamente incómodo ante este carrusel de situaciones rocambolescas, con la inestimable colaboración de unos actores muy sólidos en el registro cómico.