Tras inaugurar su sello The Fear Collection con Veneciafrenia (2022), Álex de la Iglesia reclutó a uno de los maestros del terror patrio para aumentar el catálogo del proyecto: Jaume Balagueró (Lérida, 1968).
El director catalán despuntó en 1999 con Los sin nombre, un estremecedor título que se hizo con el premio a la mejor película en Sitges, y desde entonces su carrera ha estado destinada a inquietar al espectador, ya fuera en las fantasmales Darkness (2002) y Frágiles (2005) –con repartos internacionales comandados por Anna Paquin y Calista Flockhart, respectivamente–, en las invasiones zombies cámara en mano de la saga [Rec] o con el thriller polanskiano Mientras duermes (2011), aún hoy su mejor película.
De la mano de De la Iglesia, Balagueró ha desarrollado un guion en compañía de Fernando Navarro –autor junto a Paco Plaza de uno de los grandes éxitos recientes del género, Verónica (2017)– que adapta muy libremente el terror cósmico de Los sueños de la casa de la bruja de H. P. Lovecraft. De hecho, estamos ante un libreto mutante y mestizo, ya que urde una trama que mezcla el drama criminal con una conspiración demoníaca en un edificio que guarda extraños secretos y presencias y un interminable historial de sucesos de una violencia truculenta.
Así, asistimos en un inicio in media res al robo de una maleta repleta de pastillas que pertenece a una organización criminal por parte de la protagonista de la historia, una joven bailarina de una discoteca interpretada por Ester Expósito. Tras un encontronazo con un matón en su huida, queda malherida y decide ocultarse en casa de su hermana, madre soltera de una niña, a la que hace tiempo que no ve y con la que mantiene una tensa relación. Pronto descubre que algo raro sucede en el edificio, mientras en la calle se ha puesto precio a su cabeza.
El problema principal del filme es que al director le cuesta empastar la vertiente criminal y el horror cósmico en una única atmósfera, resultando un filme extremadamente inconexo y extravagante que solo remonta en su sangriento tercer acto. Es ahí cuando Balagueró se decide por coreografiar un auténtico festival gore que hará las delicias de los incondicionales de un festival como Sitges, donde la película tuvo su puesta de largo.
['Veneciafrenia', odio eterno al turista]
Por otro lado, toda la función está al servicio de Ester Expósito, sobre la que siempre han sobrevolado las dudas en torno a su capacidad interpretativa tras haber priorizado su alcance como figura en las redes sociales después de destacar en la serie Élite. Seguramente sea un gran reclamo para la taquilla, pero a la actriz le cuesta llevar el peso dramático del relato hasta que todo se descontrola. Es ahí cuando alcanza un convincente estatus de sufridora estrella del grito.
Película que puede ir del drama familiar al terror grotesco, de la acción adrenalínica al horror demoníaco, Venus es un filme irregular y algo previsible, claro ejemplo del estilo de un director al que siempre le ha costado facturar un proyecto redondo.