La filmografía del veterano autor polaco Jerzy Skolimowski (Lódz, 1938) debe leerse como una incesante cadena de fulgurantes transgresiones. En sus inicios, con la trilogía Leszczyc (1964-1966), el cineasta subvirtió la ortodoxia narrativa para componer un retrato fragmentado y errante del hastío existencial imperante en la Polonia comunista. Mientras, su penúltima película, el ‘thriller’ 11 minutos (2015), se cerraba con una imagen clarividente: un apabullante collage de filmaciones procedentes de cámaras de videovigilancia que sublimaba la atronadora cacofonía de la era digital.
Esta fascinante colección de emprendimientos radicales se completa ahora con EO, cuya hipnótica primera escena contrapuntea la clausura de 11 minutos. Lejos del mundanal ruido, Skolimowski filma, bajo el embrujo de unas luces rojizas, el espectáculo circense que protagonizan un burro y su querida amazona. Así cristaliza una oda al armonioso y creativo encuentro entre lo humano y lo animal.
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Sin embargo, la felicidad de EO –así se llama el burro– no durará demasiado, ya que, tras ser “liberado” del circo por una troupe de activistas en favor de los derechos de los animales, se verá condenado a una vida de vagabundeo y desolación. De este modo, toma forma un sentido homenaje a Al azar de Baltasar (1966), la célebre película en la que Robert Bresson diseccionó las luces y sombras del espíritu humano, que se reflejaban sobre la estoica existencia del burro Baltasar.
Aunque cabe apuntar que Skolimowski trastoca las coordenadas antropocéntricas del filme de Bresson para proponer una decidida inmersión en la experiencia de EO, cuya mirada e imaginario guían la puesta en escena de una película trufada de planos subjetivos. EO podría verse como el feliz destino final del acercamiento fílmico a lo animal, un proyecto actualizado en los últimos tiempos por títulos como Gunda (2020) de Viktor Kossakovsky y Vaca (2021) de Andrea Arnold.
Resultaría tentador enmarcar la labor de Skolimowski bajo el paraguas del animalismo; sin embargo, EO alcanza un estatuto de singularidad y grandeza gracias a su alergia a los dogmas ideológicos. Tocada por una arrolladora libertad formal, EO se asienta sobre una suerte de principio de incertidumbre. Tanto los activistas como su amazona quieren proteger al burro, pero lo abandonan a su suerte, mientras que un joven italiano que adopta a EO se pregunta: “¿Te estoy salvando o te estoy raptando?”.
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Siguiendo esta lógica, Isabelle Huppert, que realiza un cameo como una dama burguesa, se presenta al mismo tiempo como una tía déspota y como el objeto de amor incestuoso de su “hijastro”. He aquí la sabiduría de Skolimowski, que a sus 84 años se zafa de toda corrección política para estudiar la inocencia de la mirada animal y la brutalidad de la mano humana.