La vida en un hilo, clásico de Edgar Neville de 1945, plantea la amargura de una sofisticada dama de la alta sociedad madrileña (Conchita Montes) que después de enterrar a un marido gris al que nunca quiso fantasea con la idea de qué habría pasado si hubiera escuchado a su corazón y se hubiese casado con el hombre al que de verdad amaba. En otro clásico, en este caso de Hollywood, La vida privada de Walter Mitty (Norman Z. McLeod, 1947), vemos las ensoñaciones de un pobre hombre de provincias con una vida familiar asfixiante que sueña con grandes aventuras y honores, no muy lejos de nuestro Quijote.
Entre una y otra, añadan el metaverso de Mark Zuckerberg, Todo a la vez en todas partes es una película fantástica en la que una peripecia en clave high tech se convierte en una reflexión punzante y conmovedora, sobre la nostalgia inherente a nuestra condición de seres humanos obligados a tomar decisiones y vivir el resto de nuestras vidas siendo "esclavos" de ellas. Eso, y nuestra naturaleza de seres imaginativos, un tanto delirantes, sensibles y gloriosos en nuestro yo más profundo, que como la criatura de Cervantes vemos gigantes donde hay molinos porque la vida sin fantasía no es nada.
Cuenta la peripecia de Evelyn (Michelle Yeoh), una inmigrante china en Estados Unidos con una cierta edad que se ve acosada a la vez por los requerimientos de Hacienda, un marido con el que siente que ya no hay conexión y una hija rebelde y lesbiana cuya condición acepta a regañadientes. Abrumada por una cotidianidad gris y aburridísima, de repente resulta que la protagonista, una sencilla regente de una lavandería en horas bajas, es nada menos que la mujer destinada a salvar el mundo en un complicado juego de realidades paralelas que se superponen entre sí creando un verdadero galimatías porque la pobre ya no sabe en qué mundo de verdad existe.
Homenaje a la clase obrera
Dirigida por el tándem formado por Dan Kwan y Daniel Scheinert, conocidos como los Daniels, quienes ya habían demostrado destellos de verdadero talento en películas como Swiss Army Man (2016), en este caso la decisión que marca la vida de la protagonista, como la de Montes en La vida en un hilo, es la de haber seguido a su joven novio entonces a Estados Unidos en vez de quedarse en su China natal. Una decisión que, como descubre cuando se enreda en esos infinitos multiversos, ha resultado ser de lo más desacertada porque de haberse quedado en su país se hubiera convertido en una famosa estrella.
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Todo a la vez en todas partes es un homenaje al poder de los sueños, la forma en que definen quiénes somos, porque todos nos sentimos llamados de alguna manera a gestas mayores de las que nos propone la vida. Pero es también, o sobre todo, un hermoso tributo a la heroicidad en la que desarrolla toda vida, incluso la que parece más modesta, un tributo al esfuerzo y el coraje que requiere tirar adelante por parte de cada uno de nosotros.
En La vida en un hilo, Conchita Montes descubre que se ha equivocado; en esta película, la moraleja es otra, porque la protagonista se da cuenta de que de alguna manera tiene la mejor vida que podría haber tenido, una vida con amor. Una vida rutinaria y gris, pero también llena de aventura y fantasía como todas. La realidad es infinita no tanto porque lo sea sino porque todo depende de cómo queramos vivirla.