Anna Magnani, Shirley MacLaine, Anna Karina, Bibi Andersson, Elizabeth Taylor, Gena Rowlands, Holly Hunter, Isabelle Adjani, Michelle Pfeiffer, Juliette Binoche, Meryl Streep, Julianne Moore, Nicole Kidman, Charlize Theron… Y, ahora, Sofía Otero. La joven de nueve años de Basauri ha entrado en el prestigioso club de actrices que se han coronado en la Berlinale, convirtiéndose en la segunda española que logra el Oso de Plata (ya no en la categoría de interpretación femenina, sino en una que engloba a actores y actrices desde 2021) tras Victoria Abril, que lo logró en 1991 por Amantes (Vicente Aranda, 1991).
La pequeña Otero ha seducido al Jurado Internacional presidido precisamente por otra niña prodigio de la actuación como Kristen Stewart, cuya carrera arrancó a los 12 años de la mano de David Fincher en La habitación del pánico (2002). La protagonista de Spencer era la encargada de desvelar el nombre del galardón a la mejor interpretación protagonista para Sofía Otero, que recibía la noticia en el patio de butacas, escuchando la traducción simultanea por unos cascos y llevándose las manos a la cara en un gesto de sorpresa.
Subió al escenario acompañada de Estibaliz Urresola, la directora que le ha dado la oportunidad de brillar en 20.000 especies de abejas, en donde interpreta a Coco, una niña que no encaja en las expectativas del resto y no entiende por qué. Todos a su alrededor insisten en llamarle Aitor pero no se reconoce en ese nombre ni en la mirada de los demás.
Muy emocionada, con gruesos lagrimones corriendo por sus mejillas, la pequeña protagonizaba el momento más tierno de la gala de entrega de premios de la Berlinale, en la que España es protagonista por segundo año consecutivo tras el Oso de Oro de Alcarràs. "Gracias al jurado por concederme este premio tan -Uy, no me lo creo- tan especial para mí", dijo Otero, que dio también las gracias asimismo al equipo técnico, a peluquería, maquillaje, dirección, producción, y a su familia.
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"A mis padres, a mi padre, Fernando Otero, el mejor padre del mundo entero, a mi madre, que la quiero con locura, a mis hermanos", dijo, y agregó a abuelos, abuelas, tíos y tías, lo que arrancó las risas del público.
Poco después, para las cámaras de la televisión pública vasca, Urresola lanzaba un carrusel de elogios a su actriz: “Nos sentimos inmensamente agradecidos y felices. Me ha parecido una elección muy emocionante. Creo que dar el premio a Sofía es supermerecido porque siempre me he sentido bendecida por haberla encontrado en el camino".
"Era un papel muy complicado, requería atravesar muchos estados de ánimo, muchas cualidades emocionales, tenía que hablar en euskera…", añadía Urresola. "Había como muchos deseos, y pensaba que no iba a conseguir todos ellos, y la verdad es que di con Sofía y yo misma sentía que había sido premiada por encontrar a esta tremenda actriz. Que un jurado le dé un premio me parece justicia divina”.
En una entrevista en El Cultural, Urresola nos hablaba de la importancia de los ensayos para dar cuerpo a la actuación de la actriz: “Los ensayos han sido trascendentales para crear ese pasado de la familia que no aparece en la película. Y he intentado que tanto las actrices profesionales como los niños pudieran respetar el guion pero sin que se convirtiera en un recitado, para que pudieran suceder cosas inesperadas también”.
Según ha contado Urresola, eligió a Sofía en un casting en el que participaron más de 500 niñas, y ha asegurado que desde el primer momento que apareció supo que era la indicada, sobre todo por la intensidad de su mirada. Además, ha defendido en el festival la opción de escoger a una niña cisgénero para interpretar a una niña trans frente a los que siempre esgrimen la acusación de apropiación. Porque, como bien dice, "los actores no son sus personajes".
De está manera, Sofía Otero recoge el testigo de grandes actrices infantiles de nuestro cine, cuyo principal referente sería la Ana Torrent de El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973) o Cría cuervos (Carlos Saura, 1976), y que el año pasado sumó a Carla Quílez, que a sus 14 años recibió el premio a la mejor interpretación protagonista del Festival de San Sebastián por La maternal, de Pilar Palomero.
Tanto Quílez como Otero, sin embargo, no pueden optar a otros galardones como los Goya. Desde la edición de 2011 para ser candidato en cualquier categoría interpretativa (incluida la de actor o actriz revelación) la única condición es "ser mayor de 16 años”.
Antes de esa edición una docena de menores de 16 años fueron candidatos a los premios interpretativos, obteniéndolo siete de ellos: Andoni Erburu (con 10 años) por Secretos del corazón (1998), Juan José Ballesta (13 años) por El bola (2000), María Valverde (16 años) por La flaqueza del bolchevique (2003), Ivana Baquero (12 años) por El laberinto del Fauno (2007), Nerea Camacho (12 años) por Camino (2008) y Francesc Colomer (14 años) y Marina Comas (15 años) por Pan negro (2010).
En los Óscar, pese a que en los estatutos no hay ninguna regla que lo impida, no es habitual que los menores sean nominados, pese a que en los últimos años ha habido trabajos destacables como el de Jude Hill, de once años, en Belfast (Kenneth Branagh, 2021) o el de Roman Griffin Davis en Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019).
Quvenzhané Wallis, a sus nueve años, fue la última menor nominada, por su papel en Bestias del sur salvaje (2012). Lo que no queda claro es si se pretende proteger a los jóvenes dejándolos de lado en los premios de la Academia o si es una manera de no molestar a otros posibles candidatos más veteranos.