En 2020 los Premios Princesa de Asturias honraron a John Williams (Nueva York, 1932) y a Ennio Morricone con el galardón de las Artes. Aunque ambos tienen una enorme carrera (en cantidad y en calidad) que bien hubiese merecido una mención en solitario, la decisión de reunirlos ponía de manifiesto la popularidad de los dos compositores, quizá los más celebrados por el gran público en toda la historia del cine. Tristemente, Morricone falleció poco antes de la entrega del premio a los 91 años, mientras que Williams, que tiene ahora precisamente esa edad, se mantiene en activo, aunque no sabemos si por mucho tiempo.
En la gala de los Óscar, que se celebra en la madrugada del 11 al 12 de marzo en el Teatro Kodak de Los Ángeles, el compositor neoyorquino opta a la estatuilla por su trabajo en Los Fabelman, una tierna, evocadora, nostálgica y adorable banda sonora que puntúa las imágenes del trabajo más personal de su cómplice habitual, Steven Spielberg. A tenor de lo visto en la temporada de premios, parece que el score de Justin Hurwitz para Babylon (Damien Chazelle) parte con algo de ventaja, aunque algunos factores pueden beneficiar a Williams.
Por un lado, el compositor ha dado alguna pista de que quizá su trabajo en la nueva entrega de Indiana Jones, que se estrena este año, sea el último que realice (aunque en alguna entrevista no ha cerrado del todo la puerta a volver a trabajar con Spielberg). La opción de que estemos ante el último trabajo de Williams puede que marque el sentido del voto de los académicos.
Además, las posibilidades de tocar metal en otras categorías para Los Fabelman se van reduciendo a medida que aumente el favoritismo de Todo a la vez en todas partes. Si los académicos no quieren que el filme de Spielberg se vaya de vacío, y realmente no lo merece, la opción Williams puede ser la más beneficiada. Veremos.
Williams, el hombre récord
Lo cierto es que Williams tiene una relación ambivalente con los Óscar. Es la persona viva con más nominaciones, 53, y solo tiene por delante en términos absolutos a Walt Disney, con 59. Pero tan solo ha recibido 5 estatuillas: por El violinista en el tejado (1971), Tiburón (1975), Star Wars: Episodio IV (1977), E.T., el extraterrestre (1982) y La lista de Schindler (1993).
Por tanto, hace 20 años que la Academia de Hollywood no le concede un galardón al maestro neoyorquino. Parece demasiado tiempo para un hombre que en esas dos décadas ha elaborado trabajos tan destacados como los de Atrápame si puedes (Steven Spielberg, 2003) o Harry Potter y la piedra filosofal (Chris Columbus, 2002).
Aunque parece complicado que vaya a superar a Walt Disney en número de nominaciones totales, Williams sí que cuenta con su propio récord en la historia de estos galardones: es la persona que más veces ha competido contra sí mismo, 12.
Por poner algunos ejemplos, en 1973 lo hizo por Star Wars: Episodio IV (George Lucas) y Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg); en 1989, por Nacido el 4 de julio (Oliver Stone) e Indiana Jones y la última cruzada (Steven Spielberg); en 2001, con A.I. Inteligencia artificial (Steven Spielberg) y Harry Potter y la piedra filosofal (Chris Columbus); en 2005, con Munich (Steven Spielberg) y Memorias de una geisha (Rob Marshall).
Colaborador en sus inicios de leyendas como Alfred Newman, Franz Waxman o Bernard Herrmann, Williams no necesita premios para ocupar un lugar preferente en la historia del cine. Y es que de su pluma han surgida algunas de las melodías más famosas del medio, para sagas tan populares como Superman, Indiana Jones, Parque Jurásico, Star Wars, Harry Potter…
La utilización de motivos que identifican a personajes o cosas (un ejemplo claro sería La marcha imperial que suele acompañar la irrupción de Darth Vader en escena en Star Wars), muchas veces marcada por un sinfonismo wagneriano, ha sido quizá el elemento identificativo de una producción legendaria. Sin embargo, no habría que olvidar otros trabajos más ligeros, con una clara influencia del jazz, como en Un largo adiós (Robert Altman, 1973).