Si el noruego Joachim Trier nos presentó en 2021 a La peor persona del mundo, no sabemos cómo podríamos calificar a la protagonista del filme de su compatriota Kristoffer Borgli, Sick of Myself. Signe (Kristine Kujath Thorp) es una narcisista de manual que sufre el (modesto) éxito de su novio artista. Obsesionada con ser reconocida, pero sin ninguna meta profesional a la vista (ve pasar las horas trabajando en una cafetería), algo hace clic en su cabeza, y no en el buen sentido, cuando ayuda a una mujer que se está desangrando por la mordedura de un perro en el cuello.
La obsesión de Signe a partir de entonces es alcanzar un estatus que reporta grandes ganancias afectivas y de reconocimiento en el mundo moderno: el de víctima. Para ello, consigue unas pastillas rusas que le generan una enfermedad en la piel por la que su rostro queda deformado.
Crítica de un mundo obsesionado con la imagen y con la necesidad de volverse viral, Sick of Myself es una inteligente y desconcertante comedia negra, repleta de momentos incómodos. La protagonista, que poco a poco va perdiendo la cabeza, conduce la narrativa hacia un lugar ambiguo que navega entre la excitación de los delirios de grandeza y la depresión de la culpa, representando Borgli ambos estados sin acentuar en extravagantes ensoñaciones que se mezclan con la realidad, desconcertando al espectador y jugando con sus nervios.
En la vertiente puramente cómica, destacan las luchas internas de la pareja por la atención de los demás, dejando una escena hilarante, en la que Signe finge un ataque de alergia a los frutos secos, demostrando Thorp un enorme talento en la comedia física. En definitiva, un filme que nos fascina y repugna con la misma fuerza y que revela algunas de las fallas de la cultura actual.