La nueva película de Pedro Almodóvar se podrá abordar desde varios puntos de vista, pero uno de los más interesantes es entenderla como su primera aproximación a la posibilidad de rodar en Hollywood. ¿Se habrá sentido cómodo el autor de Hable con ella filmando en inglés? ¿Menoscaba su universo, su poética, su identidad como cineasta y escritor?
Acaso estas dudas son las que ha querido despejar el manchego antes de dar un paso en falso, que muchos consideran inevitable en su carrera, sobre todo tras un histórico de negativas a los grandes estudios. Declinó adaptar El chico del periódico con un reparto de lujo, que al final dirigió Lee Daniels, y fue candidato número uno para Brokeback Mountain, que realizó Ang Lee con enorme éxito. Pero el wéstern que tenía Almodóvar en mente era otro, seguramente mucho más similar a lo que ahora presentará en Cannes como sesión especial.
Como si partiera de la premisa de Johnny Guitar, que ya homenajeó en Mujeres al borde de un ataque de nervios, en la mítica escena del doblaje, Extraña forma de vida relata el reencuentro de dos pistoleros (Ethan Hawke y Pedro Pascal) años después de la última vez que se vieron. Será la séptima participación de Almodóvar en Cannes. Y una vez más, se irá de la Croisette sin la Palma de Oro. Aunque en esta ocasión sin disgustos ni sorpresas.
Lo cierto es que la relación de Almodóvar con el festival galo es de amor y odio, una relación estable en las últimas décadas. Históricamente, Cannes fue el último de los festivales en aceptar su cine. Aunque Laberinto de pasiones participó en la Semana de la Crítica, en verdad San Sebastián (Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón), Berlín (La ley del deseo) y Venecia (Mujeres al borde…) se adelantaron en sus secciones oficiales.
Tras el éxito de Tacones lejanos fue cuando Cannes le invitó a competir con Todo sobre mi madre, y ya antes le había invitado como miembro del jurado. Fue la mejor ocasión que tuvo de ganar la Palma de Oro. En la última jornada del certamen era la favorita y se daba por hecho. Pero se cruzó en el camino David Cronenberg, que presidía el jurado y detestaba la película, prefiriendo premiar Rosetta, de los hermanos Dardenne. Se llevó el premio a mejor director. Y luego el Óscar.
Seguramente desencantado, su siguiente trabajo, Hable con ella, prefirió no enviarlo a Cannes, y con La mala educación abrió el certamen fuera de concurso. Volver fue su regreso a competición y de nuevo las quinielas le daban como caballo ganador, pero Ken Loach le arrebató el premio con una de sus películas menos merecedoras de él. Se conformó Almodóvar con el premio a las actrices y al mejor guion. Pero eso no hace historia. Tampoco lo hizo con Los abrazos rotos, La piel que habito y Julieta, todas ellas a concurso. Su participación se había convertido en costumbre, y fue presidente del Jurado en la edición que ganó Ruben Ostlünd con The Square.
Cuando hace tres años participó con Dolor y gloria, su película más autobiográfica, el camino parecía despejado. Si bien de nuevo se cruzó algo inesperado en el camino. El sanedrín liderado por Alejandro González Iñárritu premió “por unanimidad” a Parásitos, de Bong Joon-ho. La consolación recayó en Antonio Banderas… interpretando a Almodóvar. ¿Podrá celebrar algún día la segunda Palma de Oro del cine español, después de Viridiana, en 1961?