“Cualquier estudio sobre los medios de comunicación debe empezar por las lenguas", decía Nam June Paik (1932, Seoul- 2006 Miami), considerado padre del videoarte y algo así como el Nostradamus de Internet. Quizá por ello, en vida, el artista supo manejarse perfectamente con todo tipo de idiomas. Hablaba coreano, inglés, alemán, francés, chino y japonés, pero sobre todo hablaba Paik, un idioma propio y personal con el que consiguió traspasar fronteras.
“Mientras revisaba sus archivos, una de las cosas que más me llamó la atención fueron sus escritos, porque Nam June hablaba muchos idiomas, pero era muy difícil entenderle. Era abierto y generoso, pero incluso sus amigos no sabían mucho de su pasado. Sin embargo, en sus escritos, hay mucha intimidad. Me di cuenta de que para entrar en su cabeza, debía utilizarlos”, cuenta a El Cultural Amanda Kim, directora del documental sobre la vida del artista, Moon is the oldest TV, presentado en la última edición del Festival Internacional de cine y Cultura entrelazada (Rizoma) de Madrid.
De ahí que la voz de Steven Yeun (Minari, 2020; Nop!, 2022), productor ejecutivo de la cinta, narrando dichos textos actúe como una luz que guía al espectador a través de la montaña rusa que fue la vida de Paik. También lo hacen las declaraciones de artistas como Ulysses Jenkins, Marina Abramović, la recientemente fallecida Mary Bauermeister o su sobrino Ken Hakuta, entre otros.
Al comienzo del documental, Kim nos sitúa en el Múnich de 1956, lugar al que el artista emigró para perseguir su sueño de estudiar música. Mientras, pequeños flashes intercalados remontan a su infancia privilegiada arrebatada por la guerra de Corea, destellos que sirven para entender el camino que recorrió posteriormente en Europa.
Poco después de su llegada a Alemania, una onda electromagnética del destino impulsó a Paik a asistir a un espectáculo de John Cage, uno de los compositores más vanguardistas de la historia. Cage deleitó a la audiencia con una retahíla de sonidos chirriantes e incomprensibles, pero innovadores. A partir de entonces, la vida del coreano empezó a contarse como B.C (before Cage) y A.C. (after Cage).
La gran influencia que tuvo el norteamericano en Paik hizo que se despojase de sus complejos identitarios, comprensibles en un ambiente tan canónico y occidentalizado como el de la música clásica. Cage enseñó a Paik el arte de la experimentación y juntos decidieron purgar el mundo del europeísmo.
Como muestra el documental, esta necesidad de romper moldes se contagió a otras disciplinas, como el arte o la literatura, y fue cuestión de tiempo para que se generase un movimiento que englobó a todas ellas: Fluxus. El artista coreano se mudó a Nueva York, y junto con Cage, el cineasta Jonas Mekas y la violonchelista Charlotte Moorman lideraron esa efervescencia cultural que, movida por un inconformismo con el presente, tenía la mirada puesta en el futuro.
Y en ese porvenir, al igual que ahora es la inteligencia artificial, Internet era lo que se avistaba en el horizonte. “Nam June siempre estaba deconstruyendo la tecnología, cuestionándola, desafiándola y experimentando con ella. Y creo que es algo que deberíamos seguir haciendo ahora”, considera Amanda Kim.
Paik y los “fluxes” se dieron cuenta del poder de la comunicación de masas, en concreto de la TV, y decidieron hacer temblar el statu quo a través de ella. "Todo el mundo tendrá su propio canal de televisión", quisieron decir con experimentos como Global Groove (1973) o Good Morning, Mr. Orwell (1984), la primera videoinstalación realizada para transmisión vía satélite internacional. Todos ellos salieron mal, a ojos de la sociedad parecían niños jugando con juguetes que solo ellos comprendían. No obstante, viéndolos con los ojos del futuro comparar esas obras con plataformas como Youtube o incluso Tik Tok no parece tan descabellado.
Paik trabajó mucho la idea de humanizar la tecnología, para entender el poder que ejercía en la sociedad. Con su obra Electronic Superhighway: Continental U.S., Alaska, Hawaii (1995), una gran autopista electrónica del mapa de Estados Unidos, reflejó la idea de una carretera de información en continuo movimiento. Sin querer habló de Internet.
Pero un día, como cuenta el documental, el artista coreano se dio cuenta de que realmente no era una autopista, sino una barca en mitad del océano intentando buscar la costa. Otra vez, sin querer, predijo el sentimiento que tendríamos hoy en día con Internet; un gran oceáno de información en el que navegamos en busca de un puerto firme.
Cogía las pantallas de plástico y las hacía maleables, sus pinceles fueron los sintetizadores. Nam June Paik es el Picasso del videoarte, considerado un tesoro nacional en Corea. Sin embargo, su figura en Occidente se desconoce casi por completo. “Los artistas orientales no se estudian en las escuelas como los occidentales. He oído a gente que, aunque haya estudiado historia del arte, nunca ha oído hablar de Nam June Paik, me parece absurdo”, declara la directora del documental.
Kim no sabe qué hubiera dicho Nam June Paik de la IA o del metaverso, lo que está claro es que se hubiera quedado con los ojos muy abiertos, por que como bien dijo el artista coreano, "solo la muerte significa no pensar en el futuro".