Nadie duda que estamos viviendo el “momento trans” y esa lucha cada vez más visible ha marcado la jornada del Festival de San Sebastián con el estreno en nuestro país de la primera película de su más destacado activista. Tras la aprobación de la polémica ley que refuerza sus derechos, Paul. B. Preciado (Burgos, 1970) continúa con su batalla por un mundo mejor (dice que para "todes", no solo para los trans) a través del cine.
Después de libros tan influyentes como Manifiesto contrasexual (2002) o Yo soy el monstruo que os habla (2020), su apología de lo “no binario” llega hasta el cine de la mano de Orlando, mi biografía política, en la que realiza una peculiar “adaptación documental” de la célebre novela homónima de Virginia Woolf sobre un personaje que atraviesa los siglos cambiando de género sexual.
Quizá la idea que más choca de Preciado y el movimiento que lidera no sea tanto la de la “disforia”, por la cual una persona no se reconoce en su propio cuerpo, como la de que pueda existir un “pene femenino” como afirma uno de los “Orlandos” del filme. Partiendo de ese personaje clásico, Preciado construye su propia biografía, no explicando su propia vida a la manera clásica sino reconociéndose en otros, u otres, que han vivido procesos similares, desde hombres y mujeres transexuales a personas que se identifican como no binarias.
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Preciado cuenta que ha llegado al cine por casualidad, o incluso se diría, forzado por las circunstancias: “No era un paso lógico para nada, nunca había pensado en hacer cine. Para mí el cine es como la industria cultural hegemónica. Un lugar en el que hay mucha normatividad, estandarización y que está más cerca del mercado. No lo veía como un espacio con margen de libertad o mucho menor. La filosofía es mi lugar perfecto como proyecto político, de innovación intelectual y experimental. Nunca he tenido atracción por esa especie de glamur del cine, no me interesaba nada. He acabado haciendo esta película para evitar otra”, ha explicado el activista en el Festival de San Sebastián. Al parecer, ante la insistencia de la cadena ARTE de rodar un filme sobre Preciado sí o sí, el filósofo se lio la manta a la cabeza para tener el control de su propia narrativa.
Preciado no es un cineasta cualquiera y su versión de Orlando no podía ser convencional: “Pensé en hacer una “adaptación documental” de la novela. Ha sido un proceso muy filosófico. Me dije que podía filmar una carta filmada a Virginia Woolf como Chris Marker para explicarle que su Orlando está vivo, ha salido porque vivimos un momento “orlandesco” en que hay muchos más “Orlandos” que nunca. Es un proyecto vital, extraordinario, en el que quería apartarme de la medicina, la psicología y lo legal. Quería empujar fuera ese lenguaje farmacológico para encontrar el lenguaje poético de Woolf que nos servía para articular otra narración de la vida”.
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La lucha de Preciado va mucho más allá de lo trans para tratar sobre la “mutación política": "Somos como disidentes de un sistema sexo-genero, muy fijo, muy binario, identitario, en el que algunos intentamos vivir vidas “orlandescas”. No es un cambio de gobierno, es un cambio de lenguaje, de manera de mirar, epistemológico sobre las formas de relacionarse, construir sociedad. La libertad es una practica, eso ha sido muy importante para mí en la película. Hablo mucho de poesía en la película, todo el libro de Woolf en el fondo es poético. Lo interesante es la capacidad de modificar la forma en el lenguaje. Ahora mismo en el lenguaje no hay libertad. Eso ha sido como clave para plantear un ejercicio de libertad: “Se me asignó tal cosa pero quiero moverme hacia otro lugar”.
En una edición marcada por la controversia política, Preciado ha querido visitar Donosti con un mensaje no de polémica sino liberador y de esperanza. El cambio que pronostica es profundo y radical y por tanto pide calma: “La victoria no está asegurada. Debemos garantizar las condiciones del debate y el disenso político. Nos deberíamos poder reunir, crear parlamentos gigantescos de todas las edades y que la gente diga: ¿Qué hacemos? La forma en que hemos vivido hasta ahora es inviable. ¿Qué vamos a hacer, cómo nos vamos a plantear un proyecto tan fascinante? Soy patológicamente optimista porque el optimismo es político”.