¿Están muriendo en taquilla los superhéroes? En tiempos recientes, carísimas superproducciones como The Flash, Ant-Man y la Avispa: Quantumania, Blue Beetle, la secuela de Shazam o The Marvels han funcionado mucho peor de lo que se esperaba, cuando no han sido sonoros batacazos.
Tras todo un principio de siglo en el que Hollywood ha apostado fuerte por los personajes de Marvel (producidas por Disney) y DC (Warner), hay quien ya ha decretado su defunción y se dedica a oficiar el funeral en artículos de prensa lapidarios que casi parecen destilar rencor.
Por supuesto, nadie se olvida de citar a Martin Scorsese, ese hombre que dijo que las películas de superhéroes no son cine, sacando los colores a una industria que desde hace mucho tiempo casi no hace otra cosa. Como casi siempre, un poco de mesura es necesaria.
Ni eran tan buenas hace unos años, ni desde luego tan malas ahora, ni parece que vayan a desaparecer de un día para otro. Es evidente que 2023 no ha sido un buen año para los salvadores del mundo, pero también ha arrasado Spider-Man: Cruzando el multiverso y Guardianes de la Galaxia. Vol 3.
Si algo está claro es que los superhéroes no se acabaran cuando lo digan los críticos ni Scorsese, sino cuando dejen de ganar dinero. La primera parte de Aquaman (2018) recaudó más de mil millones de euros en todo el mundo, 14 en España.
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Rescatando la vieja leyenda creada por el mismísimo Platón de una “isla perdida” llamada Atlántida que en los albores de la humanidad dominó el mundo, la película la convierte en un reino submarino utilizando también el mito de Argolandia, un “continente perdido” cuyos rastros se encuentran en una cuenca oculta en las profundidades del Océano Índico.
En la primera película, veíamos el alzamiento de Momoa/Arthur Curry de paisano y Aquaman como superhéroe, hijo de la reina de Atlantis (Nicole Kidman) y un hombre modesto de “la superficie”.
James Wan, del terror al mundo submarino
El conflicto de aquella película, como el de su segunda parte, tiene un tono ecologista. Allí veíamos su lucha a muerte con su hermano Orm (Patrick Wilson), dispuesto a cargarse el mundo como represalia por la forma en que estamos destrozando el planeta. Como ser a medio camino entre ambos mundos, Aquaman abomina del comportamiento antiecológico de la humanidad, pero nos salva porque también tenemos cosas buenas.
Detrás de la cámara, James Wan, un director que alcanzó la fama mundial no con películas de tipos en mallas dando tumbos sino con la saga Saw que creó él mismo en 2004. Apropiación del gore por parte del mainstream, sigue siendo una de las mejores películas de terror de la historia gracias al sofisticado uso del sonido y los efectos visuales.
Salvo Aquaman, el malayo Wan se ha dedicado sobre todo al cine de terror, con filmes como Expediente Warren: The Conjuring (2013) o Insidious (2010) y productor de más de 50 películas que incluyen todas las de Saw (ya van por la décima) y títulos tan exitosos como la saga de La monja o M3GAN.
En IMDB, como productor, Wan tiene pendiente de estreno ¡22 películas! No es casualidad, por tanto, que muchas de las mejores imágenes de Aquaman y el reino perdido tengan que ver, precisamente, con lo espectral. Todo el final, en ese mundo oscuro en sombras que recuerda a las atmósferas malsanas de Saw, alcanza su misma intensidad brutal y poética.
Aquaman y el mundo perdido, por supuesto, no es una película de terror. Es más bien una comedia. Parte de su éxito hace cuatro años quizá tuvo que ver, precisamente, con el hecho de apartarse de la tendencia entonces imperante a hacer películas de superhéroes muy dramáticas al estilo Nolan y sus Batman.
Aquaman es lo contrario, un tipo más bien simple, amante de los cheeseburgers, el “six pack” de cerveza y ver partidos de fútbol por la tele. Como rey de Atlantis, se muestra desapegado “al rollo de rey”, haciendo valer su condición de la decencia natural del “americano medio”, quizá no muy ilustrado y un poco bruto pero noble de corazón y leal a los suyos.
En esta ocasión, el enemigo es un tal David Kane (Yahya Abdul-Mateen II), un tipo que se convierte en Manta Negra, un supevillano que parece una mosca. Por motivos que nunca se comprenden muy bien, odia con toda su alma a Aquaman, a quien jura y perjura destruir aunque sea a costa de recalentar el planeta o hacerlo explotar en mil pedazos. Para luchar contra él, el protagonista no tiene más remedio que unirse a su odiado hermano, Orm (Wilson), que permanece preso y encerrado para castigar su rebeldía en la primera parte, cuando quería cargarse el mundo.
Espectros y fantasmas
Aquaman es “canallita”, un tanto pendenciero y está enamorado de su bebé, quien parece interesarle mucho más que su propia mujer, Mera, a la que interpreta Amber Heard. La rumorología asegura que su tormentoso y ruinoso divorcio de Johnny Depp es la verdadera causa de que aparezca menos en pantalla de lo que debería.
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En cualquier caso, la película funciona como un videojuego en el que los personajes van pasando de una pantalla a otra casi como mera excusa para que haya más mamporros y podamos ver un mundo nuevo “submarino” que nos deje atónitos.
Pensada para personas que sufren trastornos de concentración, no da respiro un segundo, y cuando llega un momento épico aparece de manera inmediata el próximo, para que los adolescentes (y no tan adolescentes) acostumbrados a aburrirse cuando un vídeo de Tik Tok dura más de 45 segundos no tengan ni un momento de bajona.
Aquaman y el reino perdido es lo que la cocaína a la vida, un subidón constante, el síntoma de una sociedad en la que parecemos necesitar un estímulo de manera incesante, una nueva emoción, en un carrusel infinito que ahoga toda reflexión profunda.
Lo mejor de la película, y no es poco, son los espectaculares mundos que nos muestra: de esa Atlantis subacuática en la que se renueva la leyenda de las antiguas sirenas o una isla de exuberancia tropical que parece reproducir el Paraíso de la propia Biblia. El mito de Caín y Abel late en el fondo de toda la historia.
Por momentos, Aquaman y el reino perdido es deslumbrante, de una potencia artística indiscutible, como un lugar en el que perderse más que una película. El cine de superhéroes estará muerto y hay quien pronostica que esta película será un fracaso también, pero Aquaman y el reino perdido brilla.