Icono de estilo y talento desde finales de los 80 y los 90, Meg Ryan (Fairfield, Connecticut, 1961) representó durante esa época a la mujer normal, moderna y con personalidad pero mona y dulce, o lo que los americanos llaman “the girl next door” (“la chica de la puerta de al lado”), en un tiempo en el que las actrices protagonistas ya reclamaban su carácter y dejaba de estilarse el modelo de mujer sumisa que solo piensa en pescar novio.
Poca broma, Ryan se convirtió en una de las personas más famosas del mundo gracias a comedias románticas como Cuando Harry encontró a Sally (1989), Algo para recordar (1993) y Tienes un email (1998), las dos últimas dirigidas por Nora Ephron con Tom Hanks como coprotagonista. La escena del orgasmo en el restaurante, en la que Ryan simula el éxtasis en público, causó furor y aún hoy es una de las más famosas de la historia de Hollywood.
Han pasado 35 años y Meg Ryan ya no es una joven pizpireta sino una mujer madura. Hace no mucho, hubo ciertas burlas por su exceso de operaciones de cirugía estética pero luce un aspecto excelente y risueño en su visita a Barcelona. Ha venido a la Ciudad Condal a recoger el galardón de honor de los Premios Sant Jordi de Cinematografía concede RNE y también a presentar en el BCN Film Fest su segunda película como directora, Lo que sucede después, que también coprotagoniza junto a David Duchovny (Expediente X, Californication).
En el filme, que se estrena en los cines españoles el 17 de mayo, una expareja se reencuentra en un aeropuerto en pleno temporal y, claro, surge aquello de la nostalgia, las oportunidades perdidas y las segundas o terceras casualidades.
Reina de la comedia romántica, Ryan se mueve en terreno conocido como directora con una película tierna sobre el amor en la madurez: “La premisa es fantástica. Esta antigua pareja que ha tenido problemas irresueltos y se reúnen en una noche. Mi idea era convertir el aeropuerto en un lugar mágico que interfiere en la historia y también crear misterio para mantener la atención del espectador”.
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Con dos actores que superan los 60, Lo que sucede después también es una película sobre el hecho de ser adulto y asumir que no todo ha salido como uno esperaba: “Cuando mi hija, de 17 años, vio la película y a esta pareja que ha cometido tantos errores, me dijo: 'Espero evitar esto'. A esas edades se dicen esas cosas pero luego, claro, en realidad nadie puede. Hay melancolía, incomprensión, remordimientos… Cada personaje es importante para el otro y se han roto los corazones mutuamente. Hay una tragedia en eso. Y no es el tema habitual para una comedia romántica”.
La película también aborda la dificultad de integrarse en el mercado laboral en la madurez. La propia Ryan apenas ha rodado algún capítulo de televisión perdido para la televisión en los últimos quince años. De todos modos, no tiene palabras agrias: “El cine es un negocio manejado por el mercado y los que van más al cine son los jóvenes. Estas fuerzas del mercado marcan las películas que se hacen. Pero también es un milagro que se sigan pudiendo hacer películas como la mía con un presupuesto tan limitado. Quizás hay más oportunidades con el streaming. Las películas independientes tenían su lugar gracias al DVD, había un mercado más allá de los cines. Ese es un modelo que ha terminado”.
Y añade: “Muchos hombres me escriben para decirme que se reconocen con el personaje de Duchovny, su ansiedad, no saber cómo integrarse en el mercado o si es útil. Y también se identifican en esa idea del arrepentimiento, haber tenido un verdadero amor y no haberlo sabido manejar”.
En cualquier caso, asegura también no echar de menos sus tiempos de gloria. “No echo de menos ese éxito. Hay muchas cosas buenas en trabajar en este negocio y poder colaborar con tantos artistas. Eso es lo mejor. La fama por la propia fama no es muy interesante. Ser famoso ahora es mucho peor que antes, existe esa monetización de la fama que no existía entonces. Me doy cuenta de que la gente me trata de una manera más amable de lo normal por ser quien soy pero ahí se acaba la cosa. El mundo de hoy es muy diferente. No sé qué influencia tienen mis películas en los jóvenes ni me preocupa demasiado. Creo lo que permanece es lo auténtico, me interesa más la autenticidad que la relevancia”.
A sus 62 años, la actriz asegura disfrutar de los “pequeños placeres”: “Vivo en Santa Barbara, en California. Tengo una vida buena. Tengo unos hijos maravillosos, buenos amigos, me gusta el diseño o leer un buen libro. Paso tiempo escribiendo y es un momento de cambio en mi vida que estoy disfrutando”.
Ante su nueva pasión por la dirección, cita como referente ineludible a Nora Ephron, directora de Tienes un email y Algo para recordar. “Tengo muchas cosas que agradecerle a Nora, por el trabajo que hicimos juntas pero también como amiga y mentora. Nora es una persona importante para el cine que hizo películas inteligentes que hablaban del momento cultural en un tiempo en el que no había muchas mujeres haciendo eso y además tuvo éxito comercial. Ella siempre decía que para ello lo más importante era seguir haciendo películas, seguir explorando este arte. Para Nora ese éxito no era el final del camino”.
La cineasta fue por supuesto una gran inspiración: “Mientras dirigía la película pensé en ella todos los días pero no fue hasta el final cuando me di cuenta de su influencia que ya comenzó cuando estaba escribiendo el guion. Cuando terminas la preproducción y te encuentras a un equipo de 150 personas dispuestas a esforzarse al máximo te das cuenta de la felicidad que significa eso, es como una fiesta de la que no te quieres marchar nunca. También luego ves la cantidad de responsabilidad que conlleva dirigir porque pasan muchas cosas en un set”.
La actriz también recuerda la polémica de En carne viva (2003), de Jane Campion, que supuso un escándalo monumental ya que la “novia de América”, la chica perfecta, se desnudaba. Además, no tuvo muy buenas críticas. Al recordarlo, dice Ryan: “Hollywood no es una cosa. Las fuerzas del mercado toman estas decisiones. A mucha gente no le gustó la película y especialmente mi papel. Pero crecí mucho como artista gracias a Jane. Su actitud era: 'esta película es como un restaurante que solo sirve un plato y si no te gusta, no vengas'. Eso nunca lo había visto antes y aún me encanta”.