David Cronenberg en el Festival de Cannes. Foto: EFE/EPA/ANDRE PAIN / POOL

David Cronenberg en el Festival de Cannes. Foto: EFE/EPA/ANDRE PAIN / POOL

Cine

David Cronenberg, afligido en el Festival de Cannes: “El cine es un cementerio”

El padre del 'body horror' ha vuelto al certamen con 'The Shrouds', una radiografía personal del duelo en tiempos de hipervisibilidad. 

21 mayo, 2024 16:02

Karsh, científico acaudalado inconsolable tras la muerte de su esposa, inventa GraveTech, una mortaja (“shroud” en inglés) que permite ver el interior de un sarcófago y el cuerpo que dentro se pudre. Con dicha premisa, entre íntima y desconcertante, arranca la nueva película de David Cronenberg, chamán del terror corporal y profeta tecnológico.

El gesto “ciertamente es perverso, morboso, grotesco, pero para un hombre que está de luto por su difunta esposa, no lo es. De hecho, es una actitud positiva, una forma de salir del dolor y la desesperación”, explica el cineasta al periodista Serge Grünberg. 

Cronenberg ha vuelto, después de años de parón y tras participar el año pasado con la temperada Crímenes del futuro. Y en una línea irónicamente cercana a su cine, ha vuelto cambiado… Un cambio que entre la prensa ha convencido más bien poco. Esta mañana The Shrouds era dilapidada por la crítica (en la que me incluyo) por ser demasiado pomposa y pagada de sí misma. Pero ello no excluye un buen remiendo de ideas interesantes… Al final, la firma una de las voces más clarividentes del fantástico actual.

Diane Kruger, David Cronenberg y Vincent Cassel en el Festival de Cannes. Foto: EFE/EPA/SEBASTIEN NOGIER

Diane Kruger, David Cronenberg y Vincent Cassel en el Festival de Cannes. Foto: EFE/EPA/SEBASTIEN NOGIER

Conversaciones con los muertos

Primera idea: David Cronenberg cree firmemente que nuestros vínculos con los muertos no son metafóricos o trascendentales. Él la describe como una “conversación”: “Si eres creyente, consideras que hay vida después de la muerte. Si, como Karsh y yo, eres ateo, tu relación [con la persona fallecida] puede continuar, pero en un contexto más realista, en un marco mucho más biológico”.

Lo cual encaja completamente con la línea de su cine, un templo al cuerpo como traducción caliente y a borbotones de la existencia humana: “Todo se basa en el cuerpo, como en muchas de mis películas, 'el cuerpo es la realidad', y si estamos seguros de ello, el cuerpo de un muerto sigue siendo una especie de realidad”. Responsable de La mosca (1986) o Videodrome (1983), “‘La naranja mecánica’ de los ochenta” según Warhol, Cronenberg nos ha obligado a mirar de cerca una realidad tantas veces demasiado tangible.

David por Cronenberg: una radiografía del dolor

“Escribí esta película mientras lidiaba con las secuelas de la muerte de mi esposa, quien falleció hace siete años. Aquello me conmovió profundamente, y lo que iba a ser una exploración técnica se convirtió, poco a poco, en una exploración emocional y personal”, contaba el cineasta. En The Shrouds, Vincent Cassel literalmente se disfraza de Cronenberg como creador sombrío de pelo blanco y engominado, delgado y canadiense (Cassel es francés).

Con Grünberg, el director elaboraba sobre el arte de ver a los muertos: “Karsh es consciente de que sus procesos dan lugar a imágenes, a veces ricas y complejas, con técnicas cercanas a las del cine”. Y no sólo eso: “A menudo veo películas para encontrarme con muertos. Para verlos y escucharlos. A su manera, el cine es una máquina para hacer aparecer fantasmas y seres humanos después de su muerte. A su manera, el cine es un cementerio”.

En una entrevista para Variety, Cronenberg negaba en cualquier caso que le hubiera servido como terapia: “El dolor es para siempre, en lo que a mí respecta. No desaparece. Puedes tomar cierta distancia al respecto, pero yo no he vivido ninguna catarsis al hacer la película”. 

Diane Kruger y David Cronenberg en la premiere de 'The Shrouds'. Foto: EFE/EPA/GUILLAUME HORCAJUELO

Diane Kruger y David Cronenberg en la premiere de 'The Shrouds'. Foto: EFE/EPA/GUILLAUME HORCAJUELO

La paranoia por consuelo

Una noche varias tumbas del cementerio de GraveTech son profanadas, incluida la de la esposa de Karsh (Diane Kruger, en uno de varios papeles). El científico loco, vulnerable y vulnerado, empieza a plantearse si podría ser cosa de los servicios secretos rusos o chinos, interesados en la tecnología. La mente fabula y tambalea, si hablamos de muerte, cree Cronenberg: “Cuando alguien muere, siempre hay un elemento de conspiración que se mezcla con el dolor. Nos preguntamos si el tratamiento médico fue el mejor, si realmente el personal cuidó bien al enfermo, si los medicamentos fueron los más adecuados, etc.”.

No podemos soportar que no haya explicación para la muerte. Como si la muerte tuviera significado. En la película indago en este miedo al vacío explicativo, esta búsqueda de la causalidad a toda costa que es síndrome de la conspiración”. Conspirar para controlar lo que está fuera de nuestras manos, dar un nuevo sentido a toda la tradición del cine de espías. Si sólo la película estuviera al nivel de su discurso…

En la rueda de prensa de prensa de hoy, de hecho, el canadiense ha insistido (con impertinencia) sobre qué tan poco ha escrito la prensa sobre la conspiración como forma de control: “Algunos periodistas estúpidos no vieron que esto [las conspiraciones de Karsch en la película] tenía un propósito. Que pienses que no funciona es una cosa, pero que no lo veas no es mi problema como cineasta”.

Iba a ser una serie de Netflix

La irritabilidad del cineasta se ampara en la gélida reacción de la crítica (y del público, que aplaudió unos escasos tres minutos de cortesía, incluso en la première con el equipo). No lo ha tenido fácil, explica. De entrada, The Shrouds tenía que ser una serie, pero Netflix, productores, no lo permitieron. De hecho, cuando leyeron el guion iban a retirarse del proyecto: “Dijeron, y esto es algo muy de Hollywood, ‘no es de lo que nos enamoramos en la sala [en un principio]’”, explicaba Cronenberg en la rueda de prensa.

“Después sentí que de lo que se enamoraban en la sala era de mí, lo cual fue muy halagador, pero no del guión. Sentí que no podía dejar que el proyecto muriera, y les propuse si podemos convertirlo en una película… [La historia] podría ser una serie, pero no tenía por qué serlo”.

Después de aguantar dos horas de largas conversaciones de una gravedad al borde de la parodia, comprendemos a los ejecutivos de Netflix. Sin embargo, de nada sirve frustrarse por una carrera que ha tenido sus mejores momentos después de un volantazo (Una historia de violencia y Promesas del este son el huevo a la castaña de eXistenZ o La mosca). Paciencia y buenas películas.