'Hit Man': irresistible flechazo con la divertida mascarada de Richard Linklater
Glen Powell interpreta a un profesor de filosofía que se hace pasar por un sicario como cebo para detener 'in fraganti' a los civiles que encargan un asesinato.
7 junio, 2024 01:57Incluso en sus trabajos menos inspirados o interesantes, Richard Linklater (Houston, 1960) logra integrar alguna que otra secuencia que hace de la película una experiencia ineludible.
Hit Man podría bien formar un díptico con su obra maestra Bernie (2011), de hecho está inspirado como aquella en una historia real leída en un artículo de Skip Hollandsworth, pero no escala a tanta altura.
La naturaleza criminal de la condición humana es aquí, como en aquella, el objeto de estudio, mediante la historia de un profesor de instituto bastante pardillo que en sus ratos libres trabaja como infiltrado para la Policía de Los Ángeles, haciéndose pasar por un sicario como cebo para detener in franganti a los civiles que encargan un asesinato.
El humor, porque Hit Man es una comedia por encima de la ristra de géneros que Linklater logra hibridar y transformar con asombrosa organicidad, surge en gran parte de aquí, de comprobar hasta dónde es capaz de llegar alguien que pudiera ser tu vecino para librarse de su mujer, su jefe o su suegro. También, y no es un detalle menor, esto transcurre en el Medio Oeste de Estados Unidos, en esa arcadia particular del texano Linklater.
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Es en uno de estos encuentros donde la historia toma su primer giro hacia un lugar inesperado, y también donde nos topamos con la primera de ese par de escenas memorables.
Es de hecho su columna vertebral, y diera la sensación de que si no funcionara como funciona, la gran charada del filme (un verdadero juego de máscaras que lo acerca a la slapstick comedy lubitschiana) se caería como un castillo de naipes.
En la vida y el trabajo de Gary, a quien da vida con seductora versatilidad Glen Powell (que también coescribe el guion, perpetuando el sistema de colaboración de Linklater con sus actores), entra en escena la sensualidad chispeante de Madison (Adria Arjona).
Y entonces se produce algo cada vez más anómalo en el cine contemporáneo: dos actores que conectan, que se miran y se hablan y saltan chispas, y esa química se desparrama por toda la pantalla como un hechizo del que ya no podemos escapar hasta los créditos finales.
Debe ser muy difícil capturar ese momentum en pantalla, aquello que llamamos flechazo, y Linklater lo borda. Por algo es el autor de la trilogía más romántica del cine contemporáneo.
Madison quiere deshacerse de su marido, pero el falso sicario, con ese brillo en la mirada que saluda a Cupido, se sale de su papel y le convence de que no lo haga. La atracción mutua es inmediata, y no solo ocurre porque está escrito, sino porque la pantalla no miente. A partir de entonces, el juego de máscaras está servido.
Más allá de que el drama criminal se confunde con la comedia romántica hasta neutralizar sus límites, y el humor negro se alía con la promesa de un erotismo que nunca se doblega, la película se convierte a su modo en un estudio de campo sobre los riesgos de identidad de todo actor o actriz (máxime cuando ellos mismos han colaborado en el guion) incapaz de desprenderse de sus personajes.
Y aún más allá, en una performance ininterrumpida sobre los disfraces del amor cuando la vida se entromete o viceversa. El cine, es decir, el espejo de nuestras fantasías se abre paso.
Las variadas y frenéticas mutaciones de identidad de Gary conforman un tour de force para Powell que el actor con madera de galán clásico resuelve de forma brillante. El hecho de que sea profesor de Filosofía (recordemos A Scanner Darkly, donde Linklater filmaba un verdadero tratado filosófico de naturaleza existencialista) añade algo más a su personaje. La suya, como explica a los alumnos al principio del filme, pasa por hacer todo con absoluta intensidad para sentirnos vivos. Y vaya si lo hace.
La historia se va enriqueciendo con múltiples capas, tonos y dobles lecturas. El misterio de identidad, la gran mascarada, por ejemplo, no se circunscribe al profesor / sicario, aunque sea el más manifiesto, también Madison, cuyo pasado y cuyas intenciones siempre están veladas, hacen imposible confiar plenamente en lo que oímos y vemos del personaje.
¿Quién es realmente esta mujer? ¿Qué esconde? Es tanto la femme fatale del noir que estamos viendo como la encantadora pareja de baile capaz de enamorarnos de la comedia romántica que también estamos viendo.
Perfectamente consciente de todo ello, Linklater orquesta entonces la otra escena crucial de la película, probablemente una de las más perfectas que haya rodado el autor de Verano del 76 (¡y no es poco decir!), aquella por la cual guardaremos el filme en el archivo de las películas que volveremos a ver, aunque solo sea para llegar a ese momento y celebrar la exultante plenitud de ese mecanismo que llamamos cine cuando todas sus piezas, como una orquesta, están sincronizadas.
En la escena en cuestión, hay en marcha hasta tres identidades distintas, la trama se enreda y desenreda con una precisión conmovedora, el meollo del relato se expande por todos lados, intérpretes, guion y puesta en escena trabajan al unísono. Con una filmografía tan poliédrica, es posible que Linklater sea el rey de las máscaras del cine contemporáneo.
Hit Man. Asesino por casualidad
Dirección: Richard Linklater.
Guion: Richard Linklater, Glen Powell y Skip Hollandsworth.
Intérpretes: Glen Powell, Adria Arjona, Retta, Austin Amello.
Año: 2023.
Estreno: 7 de junio