'Green Border': el horror a las puertas de Europa según Agnieszka Holland
La película recorre los pantanosos bosques de la “frontera verde” entre Bielorrusia y Polonia.
14 junio, 2024 02:37De entre los muchos pasajes espinosos que conforman la trama de Green Border –en la que Agnieszka Holland (Varsovia, 1948) disecciona la crisis entre Polonia y Bielorrusia que eclosionó en 2021– hay uno que resulta especialmente irritante por la claridad con la que refleja una abyección de corte geopolítico.
En la escena en cuestión, un mandamás del ejercito polaco inculca el odio a los inmigrantes a un escuadrón de la guardia fronteriza. Tras desplegar una perorata xenófoba que equipara a los musulmanes con terroristas, el oficial asevera que los refugiados sirios y afganos que intentan entrar en Polonia desde Bielorrusia “no son personas, sino armas utilizadas por Putin y Lukashenko… Son balas humanas”.
Con esta espeluznante escena, que no desentona en una película de ficción abiertamente didáctica, Holland denuncia la depreciación del valor de la vida en un contexto de “guerra híbrida”, según la terminología del oficial polaco, y señala el objetivo central de su cometido fílmico: restablecer la humanidad allí donde prevalece la barbarie.
En su cruzada contra las políticas ultraconservadoras del gobierno polaco, la inclemencia del nuevo bloque prorruso, y la inoperancia de la Unión Europea para garantizar el bienestar en sus fronteras, Holland se ha topado con un polarizado cóctel de vituperios y alabanzas que se desató con fuerza durante la presentación de Green Border en el pasado Festival de Venecia.
Por un lado, la película se ganó el favor de gran parte de la crítica y se alzó con el Premio Especial del Jurado. Sin embargo, en las mismas fechas, el ministro de justicia polaco, Zbigniew Ziobro, comparaba el filme de Holland con la propaganda nazi, mientras que, semanas después, el presidente del partido Ley y Justicia, Jaroslaw Kaczynski, despreciaba Green Border por ser, supuestamente, una obra “vergonzosa, repulsiva y asquerosa”.
Es probable que ni Ziobro ni Kaczynski recuerden que Holland logró una nominación al Oscar para su país por la notable Europa, Europa (1990), que abordaba la sinrazón de la guerra y del antisemitismo a través de la odisea del escritor alemán de origen judío Solomon Perel.
Con Green Border, Holland no solo ha logrado el reconocimiento crítico, sino que también ha conquistado al público polaco: el portal Deadline ha señalado que la película atrajo a más de 100.000 espectadores en su país en las primeras semanas de exhibición. Un favor popular que da la razón a la apuesta de la expresidenta de la Academia del Cine Europeo por un acercamiento entre analítico y altamente emocional al drama migratorio.
Una familia desvalida
Estructurada en cuatro episodios y un epílogo, la película recorre los pantanosos bosques de la “frontera verde” entre Bielorrusia y Polonia acompañando, por partes, a una desvalida familia de inmigrantes sirios, a una resuelta mujer afgana, a un soldado de la guardia fronteriza que está a punto de ser padre, a los miembros de una ONG que ofrece ayuda a los refugiados, y a una psicóloga que, ante la evidencia de la barbarie, decide incorporarse a la labor humanitaria.
Todos estos personajes comparten un profundo sentimiento de impotencia que se manifiesta en el carácter improductivo y trágico de casi todos sus actos, que Holland disecciona mediante un cierto despojamiento narrativo.
El espectador apenas llega a conocer el pasado de los personajes, con la excepción de la condición de viuda de la psicóloga y de las torturas sufridas por el padre de la familia siria a manos del ISIS. Solo importa el ahora, una supervivencia que es puesta en entredicho por dos gobiernos que juegan con los refugiados como si se tratara de armas arrojadizas.
Del lado emocional, Holland construye un funesto collage en el que las escasas imágenes de humanidad y concordia contrastan con una representación exacerbada del horror. Las escenas de las “expulsiones en caliente” llegan acompañadas de primeros planos de soldados bielorrusos que aúllan como animales, así como de planos generales de un guardia fronterizo polaco que da de beber agua mezclada con cristales a los refugiados.
La crueldad aflora de un modo gratuito y, en ciertos momentos, Holland no puede contener la tentación de embellecer el drama. La película pone en movimiento una sensibilidad a flor de piel, que en ocasiones bordea el sentimentalismo, y trae a la memoria, de la mano de una exquisita fotografía en blanco y negro, la alargadísima sombra de La lista de Schindler (1993), de Steven Spielberg.
Entre el estratégico relato coral y un verismo visceral, Green Border acomete su denuncia social con cierta lucidez y mucha urgencia, rematando su argumentación con un epílogo que apunta a la ironía dramática: en el mes de febrero de 2022, en las semanas posteriores al estallido de la Guerra de Ucrania, Polonia acogió a cerca de dos millones de refugiados ucranianos.
Por desgracia, así se ha escrito la historia reciente del continente europeo, con más cálculo y oportunismo que humanidad.
Green Border
Dirección: Agnieszka Holland.
Guion: Gabriela Lazarkiewicz-Sieczko, Maciej Pisuk, Agnieszka Holland.
Intérpretes: Behi Djanati Atai, Agata Kulesza, Piotr Stramowski, Jalal Altawil, Maja Ostaszewska.
Año: 2023.
Estreno: 14 de junio