Brandon Flowers, en Mad Cool. Foto: Mad Cool/Chris Phelps.

Brandon Flowers, en Mad Cool. Foto: Mad Cool/Chris Phelps.

Cine

El pacto con el diablo de The Killers para entregar el cierre perfecto en la edición más feliz de Mad Cool

El festival madrileño demuestra que un macrofestival en Madrid es posible sin que sea una tortura para los asistentes, aunque su cartel haya renunciado al presente.

14 julio, 2024 04:12

Lo primero que hay que decir sobre la edición que acaba de terminar de Mad Cool es que ha sido un éxito logístico. Después de las torturas vividas en este mismo festival en Valdebebas o en el efímero Primavera Sound madrileño de Arganda del Rey, por fin la vuelta a casa ha sido razonable y no ha habido que hacer colas interminables para pedir o ir al baño.

Lo segundo, que Mad Cool ha abrazado la nostalgia como estrategia comercial y ha renunciado al presente. Por supuesto, siempre hay excepciones, pero poco de lo que ha generado conversación tiene que ver con el ahora.

A lo largo de las cuatro jornadas de festival hemos asistido al regreso triunfal de los dos mil, con el baño de masas de Sum 41 o Avril Lavigne; a los estertores del rock independiente de los 90, con Pearl Jam, The Smashing Pumpkins y Garbage; y a poderosos revivals de los 70, como los capitaneados por la diva de las divas Jessie Ware o Joel Calpepper, y a la incontestable derrota de los 80 (quizá solo defendida por los españoles Depresión Sonora). Pero lo de Brandon Flowers es eterno.

El líder de The Killers dio un recital como frontman en el concierto que se erguía como plato fuerte de la jornada del sábado. Con un traje de solapa ancha blanco y negro, un tupé dibujado con escuadra y cartabón y una sonrisa perfecta, Flowers derrochó elegancia, energía y magnetismo. También es cierto que toda la puesta en escena va a su favor.

En todo momento supo vender el de Las Vegas un repertorio que no se adscribe a nada más que al pop de estadio, lo que lo hace inmortal. Tanto, que uno diría que el cantante de Las Vegas ha hecho un pacto con el diablo, a la vista de su cutis de adolescente a los 43 años.

Copiando a veces las maneras de Elvis y sin soltar una gota de sudor en 90 minutos, Flowers fue siempre el centro de gravedad de un show que arrasó en Mad Cool, en el que brillaron temas como For Reason Unknown, Human, Somebody Told Me o When We Were Young.

Es cierto que el show de The Killers estuvo algo lastrado por la deficiente potencia del sonido, que ha afectado a otros grupos del escenario Mad Cool, pero eso no restó conexión con un público entregado.

El momento más emocionante (y, por qué negarlo, también tramposo) de la noche tuvo lugar cuando la banda eligió a un asistente para que se sentara a la batería durante una canción. Daniel, así se llamaba el afortunado, no solo acompañó con éxito a la banda, sino que tuvo tiempo de dejar un par de elegantes redobles y de hacerse un selfie sobre el escenario. Y es que todo el mundo tiene derecho a cinco minutos de gloria, ¿no? 

Aunque los británicos The Kooks serían los encargados de cerrar el festival con su indie rock de hechuras low-fi, uno diría que todo se acabó en Mad Cool cuando Flowers dio por finalizada esa Mr Brightside con la que acabó su repertorio.

El pop punk noventero de Avril Lavigne

Decíamos que los 2000 están de moda, y no solo por la nostalgia de los que rondan los cuarenta, sino que parece que los veinteañeros están reivindicando a los artistas del principio del milenio. Solo así se explica el baño de multitudes que se dieron dos de los más célebres grupos de pop punk de la época: Sum 41, en la jornada del viernes, y Avril Lavigne, en la del sábado.

Lavigne subió al escenario a eso de las 20.20 con sudadera con capucha, a pesar del calor reinante, y dio rienda suelta a temas como Complicated, Sk8er Boy o Girlfiend, con un público masivo entregado, a pesar de que su voz sonó algo desafinada.

La canadiense, sin embargo, se metió a los asistentes en el bolsillo, animando de manera recurrente a que movieran los brazos, primero, a un lado, y, luego, a otro. Ese puede que sea todo el acto contestatario de un movimiento musical que fue siempre inofensivo. También lúdico. Hubo una especie de alegría desatada durante todo el show.

Tras Lavigne, 2manydjs invitaban al baile en The Loop, un espacio siempre menospreciado en las crónicas, a pesar de sus solventes propuestas en el campo de la electrónica. La infalibilidad de los belgas a la hora de poner a bailar al respetable está de sobra comprobada, pero el acceso a la carpa era una odisea insuperable, por lo que la opción de probar propuestas más minoritarias se reveló como necesaria.

Así, pudimos comprobar cómo Joel Calpepper y Jet Vesper recuperaban los sonidos de los 70, falsete mediante, para recordar que en un festival no todo son los nombres escritos a mayor tamaño en el cartel.