No es poco el cambio de registro de Santiago Segura. De ser el policía más casposo de España, el innombrable Torrente en cinco películas que reventaron las taquillas a un no del todo modélico pero sí burgués y entrañable padre de familia en la saga Padre no hay más que uno. Está claro que como creador cinematográfico, Segura más que un fabulador de distintos mundos, lo que le gusta es indagar en ellos hasta que el cuerpo, y la taquilla, aguante.
Mientras sus detractores afilan los cuchillos, los castigados cines, a los que literalmente salvó de la debacle estrenando en pleno posconfinamiento y con restricciones de aforo en las salas la segunda parte de Padre no hay más que uno mientras Hollywood guardaba sus cartuchos, lo esperan con las mismas ansias de un niño a los Reyes magos.
Sobre todo en un año que, con excepción de Del revés, está siendo duro para la exhibición. La tercera, hace dos años, triunfó más que ninguna y fueron a verla dos millones y medio de personas.
Qué será lo que tendrá Segura par dar siempre en la tecla del público además de sus evidentes dotes para promocionarse a sí mismo. Despreciada por muchos, Torrente, con su demencial retrato de una marginalidad no tan marginal de barrios pobres y personajes losers imbuidos en el caso de su infame personaje de un sórdido nacionalismo, era casi una profecía en un momento histórico en el que parecemos vivir en la revolución de los “torrentes”, lo cual le da otro significado en perspectiva.
No es casualidad que, como ha anunciado el propio Segura, el personaje vaya a revivir en breve con un sexto episodio titulado Torrente: Presidente. Steve Bannon la verá con devoción, sin duda.
Padre no hay más que uno 4 es más de lo mismo en un filme en el que Segura parece dominar todas las fichas del tablero en un elenco perfectamente ensamblado en el que cada uno hace su personaje como si lo llevara encima.
Regresa Segura como padre gruñón y sarcástico de buen corazón, Toni Acosta como su prudente esposa, Loles León como la muy católica y tocacojones suegra, y los niños, el varón, Dani (Carlos González Morollón) con una crisis existencial, la del medio Rocío (Luna Fulgencio) con ínfulas de famosa porque protagoniza un anuncio, y la mayor Sara (Martina Valeria de Antioquia) creando el caos cuando anuncia que se casa con su novio, Ocho, al alcanzar la mayoría de edad. Y todos contentos.
Pregunta. ¿Siente que regresa a la familia tras cuatro películas juntos?
Respuesta. La idea es que los quieras a estos personajes. La niña folklórica (Rocío), la has visto desde aquel casting para Top Kids, pues ahora está haciendo un anuncio. Y luego siempre hay nuevas adiciones como este representante de artistas de Antonio Resines. No es un timador, es un superviviente. Engaña un poco al espectador quizás. Me gusta jugar con que no sepas lo que va a pasar. Las comedias son un poco predecibles pero como mínimo un par de veces hay que sorprender.
»Cada vez quiero más a estos personajes. Aparte de que dos de ellas son mis hijas, lógico que las quiero. Son como de la familia. Los he visto crecer estos años y la máquina está muy engrasada, por eso voy a tener que hacer la quinta. Hace tres semanas fue el peor fin de semana en taquilla en veinte años en cines y están todos preocupados, así que quizá los cines por lo menos se ponen contentos. Les digo que es por la Eurocopa y el buen tiempo, pero ha pasado otras veces. La cuota del cine español está por los suelos.
»Tengo que esforzarme con que me sigan haciendo caso. Les pido por favor que sigan el guion y no improvisen tanto. A veces me dicen que soy un poco pesado pero si Marta y yo hemos estado cuatro meses escribiendo el guion es por algo. Les ato en corto pero les tengo cariño. El top de la comedia española.
P. ¿No puede agotarse la fórmula después de cuatro películas?
R. Con una secuela el público te pide que no sea más de lo mismo, pero tampoco quieren que sea muy distinta. La magia de las secuelas es que si pones exactamente lo mismo se mosquean, pero como sea radicalmente distinto no te lo perdonan. En esta saga familiar lo que tiene de sencillo es que en la vida pasan muchas cosas y más en una familia de seis hijos.
»Ahora, al niño (Dani) le ha dado una crisis existencial. Yo tuve una a los doce años que me quería tirar por la ventana. Llegué a una solución que era no pensar más en eso porque iba a volverme loco: quién soy, adónde voy, cuándo me muera qué pasará conmigo. No hay evidencias científicas y no es que yo fuera un tipo muy creyente. No hay respuestas y para un padre ayudar a un hijo con eso es muy complicado.
P. ¿Le da miedo que el público le dé la espalda a la saga?
R. Puede pasar en cualquier momento. Intentaré irme antes de que me echen. Es una de las pocas sagas a nivel mundial que suben porque en general van bajando. La tercera la vieron dos millones y medio de personas, más que las anteriores. Y soy una persona muy de agradar al público.
P. Tiene un feliz hiperfeliz. ¿Está más tierno que de costumbre?
R. Me gustan los finales bonitos. Eso de “The End” me emociona desde niño. La primera película francesa que vi que acababa abruptamente con la muerte del protagonista me dio un bajón tremendo. Pensé ¿pero quién es el hijo de puta qué ha hecho esta película? Fue de las primeras veces que me interesé por el director para no volver a ver una película suya. Tenía a lo mejor nueve años.
»La suerte que hemos tenido de haber vivido la España que hemos vivido porque en la 2 ponían unos ciclos que todavía recuerdo, de Truffaut, de Ozu, de Billy Wilder. He visto el mejor cine del mundo en la tele. Y me gusta que haya guiños a los maestros como Wilder porque a los maestros hay que reverenciarlos y homenajearlos. O copiarlos directamente.
P. ¿Las familias también pueden ser felices como la suya?
R. La de mi película sí. Las familias normales en periodos o en momentos puntuales. La felicidad no es un estado permanente. En la vida vamos dando palos de ciego para encontrar pequeñas briznas de felicidad.
P. La de la película es una boda como las de antes, con cura con sotana. ¿Teme que le llamen conservador?
R. No me asusta porque me da un poco igual. El mensaje que puede transmitir inconsciente no puedo controlarlo, pero el consciente sí. Yo conscientemente no estoy poniendo en alza ni el matrimonio ni las familias conservadoras. En mi entorno conozco a gente de este tipo. Me dicen que hago daño porque no retrato familias monoparentales. ¿Hago daño por qué no retrato algo que desconozco? También me dicen a veces que no hay una visión femenina en la película. Quizá porque soy un señor. Me gustaría que hubiera directoras, pluralidad y variedad, pero no creo que sea malo reflejar una sociedad que existe.
P. ¿Cuál es la chispa que enciende esta cuarta parte?
R. El punto de partida es que era el 18 cumpleaños de Sara, la niña mayor. Y pensé cosas que se pueden hacer cuando eres mayor de edad como sacarte el carnet de conducir o casarte. Te puedes casar con un señor búlgaro e irte a vivir allí. Cualquier drama puede ser pasado por el tamiz de la comedia y esto me parecía muy conflictivo.
P. Antes de su película en España no se hacían comedias familiares y ahora doce por año. ¿Se siente copiado?
R. Es muy goloso. Voy a poner un food truck que no había en España. La gente ve las colas y es normal que de golpe salgan cuatro más en el barrio. Me parece lógico intentar reproducir un éxito. Tiene su sentido. Luego, claro, me acuerdo del anuncio ése: “Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo”. Aunque no creo que mis películas sean cine familiar. Es otra cosa.
»Y a veces sí me siento copiado. No por el concepto. El cine familiar ya tuvo en los años 80 una gran explosión y antes una larga historia. Pero veo que cogen a tres o cuatro actores de mi casting y hacen un cartel parecido. Es un poco liar. No me ofende ni me molesta mucho. Me da un poco de penilla por el espectador. Me han llegado a decir que se estrena tal película tuya cuando no es mía pero algunos intentan confundir.
P. En la película vemos cómo los padres intentan adaptarse a los nuevos tiempos y hacen lo posible por no traumatizar ni “desanimar” al niño. ¿Nos estamos pasando de suaves?
R. Mi pobre madre decía que el aceite de girasol era mucho más sano que el de oliva porque lo había leído en alguna parte. La paternidad es intentar hacer bien algo que estás haciendo mal. Va por modas. Ahora hay que reafirmar al niño y decirle que es maravilloso para que crea en sí mismo. ¿Y si luego se frustra porque no es tan maravilloso?
»¿Es mejor dar mucha disciplina o ser colega? Si das mucha disciplina eres un tirano y si te pasas de colega, malo. Mi padre y mi madre tenían dos sistemas opuestos de educarnos. Y cuando había bronca siempre se decían el uno al otro: “¡Mira, tus hijos!”. Se quitaban el muerto de encima.
»Al final, nos equivocaremos pero todos lo hacemos lo mejor que podemos. Mi madre poco antes de morir me dijo que lo sentía por si me había hecho daño. Me daba mucha pena la pobre mujer.
P. ¿Un poco de palo también es necesario y no solo zanahoria?
R. Al final creo que si no enseñamos a nuestros hijos a gestionar su frustración será la propia vida la que le dará mucho más duramente. Me ha pasado criticar un dibujo de mi hija y que me digan que siempre hay que animarles y le tengo que decir que es maravilloso. Pero también tendrá que tener un poco de espíritu critico. No soy pedagogo ni tengo el título, nadie me ha dado carnet de padre. Pero he tenido dos hijas.
»Estamos en el mundo de que hay que tener niños perfectos. Y que cree la nueva Amazon o el nuevo Tesla. Y los niños acaban de concejales o funcionarios de prisiones. No hace falta triunfar tanto. Se puede ser feliz en cualquier trabajo. Si le haces creer a tu hijo que tiene que ser Steve Jobs tú has fracasado como padre. El niño no tiene la culpa. Tengo dos hijas, las he educado exactamente igual y una es de una manera y la otra de otra. Algunas cosas vienen de fábrica.
P. ¿Su personaje de padre se parece a usted?
R. Poco a poco sí veo cosillas. No puedes evitar llevártelo a tu terreno. Hay cosas que me han pasado a mí, intento meterlas porque me hacen gracia. Es una familia que se quiere. Todas las familias se quieren. Hay un vínculo familiar, un lazo familiar, visto desde un punto de vista intelectual. Es mejor elegir a la familia que la que te toca. Pero hay algo en la sangre que te tira mucho. Mi hermano me he llevado con él y hemos tenido época de hablarnos poco. Pero me llama cualquier cosa y respondes. Es importante tener el vínculo familiar.
P. ¿Por fin es firme que habrá nuevo Torrente?
R. Llevo casi tres años escribiéndola. Lo difícil va a ser hacer algo diferente a lo que está pasando. El mundo es un mosaico de absurdo. Torrente es un absurdo en sí mismo de situaciones cómicas y grotescas pero es que bueno, las noticias lo superan. Pero vamos a intentar hacerlo. Yo me acuerdo en las primeras entrevistas me decían que Torrente es un dinosaurio que está en vías de extinción cuando es el pan nuestro de cada día.
P. ¿El torrentismo está viviendo su momentum con la ultraderecha?
R. Eso lo fomenta lo opuesto. Yo abogaría por esa cosa que está mal vista, como la equidistancia, la tibieza o la neutralidad. España siempre ha sido de centro. Felipe González era de centroizquierda y Aznar de centroderecha pero siempre dentro de la moderación que creo que es una cosa que se ha perdido. Tú cuando te vas para un lado, los otros se van para otros.
»Muchas veces, la culpa de que la ultraderecha exista es que la ultraizquierda también. Yo si desaparecieran ambas creo que viviríamos un poco más relajados. Tenemos que aprovechar las cosas buenas en este país, una buena seguridad social, una buena educación pública… creo que se podría rebajar un poquito la tensión.
P. ¿Se ha olvidado el cine comercial actual de las gentes humildes que salen en Torrente?
R. Torrente no es ciencia ficción, Torrente existe. El cine como la publicidad muchas veces tiene un elemento aspiracional. Incluso Padre no hay más que uno es un poco aspiracional. He hecho cálculos y una familia con tantos hijos es difícil que vivan tan bien. Pero a no ser que quiera hacer una película de Fernando León de Aranoa o Ken Loach yo quiero que la foto esté bien, la luz sea agradable, los trajes estén bien. Hay un cine sucio, feísta.
»No veo a esos personajes marginales en el cine normal. Uno de los problemas de los cines es que todos exhiban la misma película. Cuando había CineEstudio me encantaba que cada cine tuviera una programación distinta. Hubo una época en la que podías encontrar hasta 100 películas distintas proyectadas en Madrid. Ahora salvo la Filmoteca todo se reduce a quince o veinte películas.