En plataformas o en salas de cine, coinciden en las pantallas cinco documentales que oscilan entre lo social y lo histórico. El documental ¿Quién teme al pueblo de Hitler?, sobre la polémica casa natal del genocida, acaba de llegar a los cines, mientras que el festival online Atlàntida de Filmin estrena el épico Occupied City de Steve McQueen sobre la ocupación nazi de Ámsterdam.

Además, un conmovedor retrato de las cárceles españolas (Muros), la guerra olvidada del Alto Karabaj en 1489 y un documental en torno a las dificultades de la justicia francesa a la hora de enfrentarse a la violencia sexual y familiar en El caso Outreau.

¿Quién teme al pueblo de Hitler?

Günter Schwaiger. Estreno en cines

El cine de terror no sería lo que es sin las "casas malditas". Aunque sea irracional, casas en las que se han cometido horribles crímenes se pueden pasar años sin vender o incluso acaban siendo destruidas, por valiosas que sean valiosas. Y si hay una casa "monstruosa" en el mundo es el caserón austríaco de estilo Biedermeier en el que nació Hitler en la pequeña ciudad de Braunau am Inn, al borde mismo de la frontera con Alemania.

El documentalista Günter Schwaiger, austríaco pero residente en España, utiliza el destino de la "infame" casa para reflexionar sobre la forma en que los austríacos se enfrentan al hecho irrefutable, pero indiscutiblemente doloroso, de que Hitler era austríaco. Porque como dice Schwaiger, todo el mundo preferiría que fuera alemán, país que lo nombró führer.

Delante de la casa, que ahora está vacía, hay una piedra enorme de granito con el siguiente lema: "Por la paz, la libertad y la democracia. Nunca más fascismo, advierten millones de muertos". Una piedra que el Ministerio del Interior quiso quitar pero se acabó quedando porque los vecinos hicieron una protesta.

La piedra se quedó pero, en una paradoja ciertamente cruel del destino, la casa se acabará convirtiendo en una comisaría de policía. Una paradoja porque el propio Hitler, en los tiempos en que sus acólitos veneraban el lugar como santo, se encargó de dejar por escrito su voluntad de que tuviera ese fin.

Mediante entrevistas con vecinos del pueblo, historiadores, su propio hermano, imágenes de archivo de sus padres (él recuerda que se lo pasaba bien en las Juventudes Hitlerianas) y reflejando también el ascenso de la ultraderecha en Austria, Schwaiger se muestra muy crítico, en la línea del gran escritor Thomas Bernhard, con su propio país, al que acusa de haber tapado su responsabilidad en los crímenes del nazismo.

El montaje paralelo del final con imágenes de los espeluznantes campos de concentración frente al cine nacionalista y jovial austriaco de los años 50 con el glamour de Sissi y los cantos tiroleses realmente deja tiritando.

Muros

David Miralles. Movistar Plus

El famoso cine quinqui de los años 80 le prestó mucha atención al mundo carcelario con títulos míticos como El Lute. Camina o revienta (Vicente Aranda, 1987) o El pico 2 (Eloy de la Iglesia, 1984), que dedicaban buena parte de sus tramas a ellas.

En nuestro país, hay unas 47 mil personas en la cárcel, son muchas. Sin embargo, apenas sabemos nada sobre cómo viven. Resulta por tanto oportuno este Muros, del documentalista David Miralles, conocido por la fascinante serie G.E.O. Más allá del límite, en Amazon, en la que retrataba el duro proceso de selección para entrar en el grupo de élite de la policía.

Miralles ha pasado varios meses en diversas cárceles de España para conocer a quienes están allí. Cuenta diez historias, más o menos tristes pero felices ninguna porque a la cárcel nadie va contento, eso está claro.

No vemos a una panda de criminales execrables, sino de personas, hombres y mujeres, con vidas duras, casi todos marcados por infancias de pobreza, soledad y muchas veces abusos y malos tratos, que acaban en prisión no tanto como un castigo a sus crímenes, sino como una nueva fase del calvario que ha sido toda su vida.

Por increíble que parezca, hay quien se queja de que las cárceles españolas son "demasiado" buenas. Por si alguien lo duda, la propia cárcel es un horror en sí mismo, un lugar en el que un chaval de origen magrebí cuenta que no puede bajar un solo segundo la guardia porque sabe que se lo comen. En el que te pasas toda la noche escuchando y oliendo los pedos del tipo que tienes en la litera de arriba. En el que de vez en cuando, van y te rajan la cara.

A la cárcel no van solo los pobres, a menudo los inmigrantes o los gitanos. Conocemos a ese dealer colombiano maltratado por su padre (al que culpa de todas sus desgracias) que primero se pegó la vida loca en España traficando con drogas hasta que cayó en desgracia. Es casi un personaje glamouroso con sus amigos con gafas de sol espectaculares. O esa gitana abusada desde la infancia que no ha conocido otra cosa que la venta de estupefacientes desde que era niña y consume de manera sistemática junto a su pareja. Sus historias nos conmueven y nos remueven.

Occupied City

Steve McQueen. Filmin. Atlàntida Film Fest

Con una duración de cuatro horas, este maravilloso documental de Steve McQueen retrata utilizando solo imágenes del presente la pavorosa ocupación de Países Bajos, centrada en Amsterdam, por parte de los nazis a principios de los años 40. Una ocupación a la que se opusieron muchos neerlandeses (como la huida reina) pero que no pocos también abrazaron incluso con entusiasmo.

McQueen, británico de raza negra, ganador del Oscar por la extraordinaria Doce años de esclavitud (2013), cuenta decenas de historias para crear un mosaico sobre esa atroz ocupación. La audacia del asunto es que en ningún momento recurre a imágenes de archivo y lo que vemos son grabaciones del Amsterdam actual mientras escuchamos a una voz en off contar una tras otra esas historias de personas concretas durante la ocupación, algunas de heroísmo y resistencia, pero casi todas atroces.

El efecto que crea el filme es hipnótico. Curiosamente, se hace una pregunta parecida a la de Schwaiger en ¿Quién teme al pueblo de Hitler? como es la forma en que el pasado se mantiene de alguna manera vivo en los lugares donde sucedió. En varias ocasiones, McQueen acompaña la narración en off con imágenes del mismo lugar en el que sucedieron los hechos.

Mientras escuchamos cómo una familia entera que vivía escondida acabó siendo asesinada, vemos la misma casa en la que sucedió, en la que se acaba de inaugurar una elegante tienda de lujo. En un parque en el que los ciudadanos de Amsterdam patinan sobre hielo se cometió otra masacre. Y en un bello teatro se prohibió a los músicos judíos volver a tocar y casi todos acabaron siendo asesinados por los nazis.

Amsterdam es hoy una de las ciudades más ricas del mundo y el contraste entre lo que escuchamos y lo que vemos es, obviamente, brutal. El director también nos presenta numerosas escenas de la vida cotidiana, alegre y feliz, de los holandeses en plazas públicas, mercadillos o residencias de ancianos. Parece que nada queda de todos aquellos horrores.

En este sentido, es un documental valiente al subrayar la responsabilidad moral que sigue teniendo Europa con aquellos trágicos hechos. Como un fantasma que nadie puede ver pero que todo el mudo sabe que está allí, el Holocausto no puede borrarse.

1489

Shogakat Vardanyan. Flimin. Atlàntida Film Fest

Mientras el mundo mira angustiado, con razón, las terribles guerras en Ucrania y Gaza, en el mundo existen otros conflictos de los que apenas se informa pero que dejan secuelas y heridas terribles en sus víctimas, como el que enfrenta a Armenia y Azerbaiyán por la región conocida como Alto Karabaj.

Ganadora del premio al mejor documental en el Festival IDFA de Amsterdam, el mayor del mundo, en 1489 el director Shoghakat Vardanyan documenta la angustiosa espera de noticias por parte de la familia de la desaparición de su hermano Soghomon durante la breve pero devastadora guerra entre ambos enemigos que estalló en septiembre de 2020 que dejó unos diez mil muertos (las cifras varían según la versión de ambos contendientes).

El Alto Karabaj es una región con una situación geográfica y política tormentosa. Está en medio de Azerbaiyán, pero la mayoría de sus habitantes son armenios y quieren estar en Armenia, con la que ni siquiera tiene frontera en común. Históricamente controlada por Armenia a pesar de todo, Stalin dio en los años 20 del pasado siglo su gobierno a los azaríes (los de Azerbaiyán) en su política de diluir las nacionalidades en el nuevo ideal soviético. Cuando cayó la URSS, azaríes y armenios se mataron a gusto con una guerra a principios de los años 90 que dejó treinta mil muertos.

Este es un documental sobrio, íntimo, doloroso y familiar, en el que vemos cómo los padres del director, unos señores que viven de manera modesta, cultos y religiosos, y su hermana (él nunca aparece) se desesperan porque no tienen noticias sobre el paradero del hijo y hermano perdido. Cuando aparecen unos huesos, la espera se hace aun más eterna y angustiosa porque pasa un año y medio hasta que se confirmen las pruebas de ADN.

El caso Outreau. Una pesadilla francesa

Netflix

Dossier criminal muy conocido en Francia, esta serie documental aborda las dificultades de la justicia a la hora de enfrentarse a la violencia sexual y familiar, en este caso especialmente sensible porque se desarrolla contra niños.

El escándalo arranca cuando unos niños acusan a sus padres de malos tratos y haberlos violado sistemáticamente durante años. Viven en un pequeño pueblo, cerca del Pas de Calais, al norte de Francia, en una barriada pobre. Los padres, el silencioso y atroz padre pero sobre todo la madre, narcisista y ansiosa por llamar la atención. La cosa se complica cuando esta, la infame Miriam Badaoui, reconoce los hechos y acusa sin ton ni son a vecinos y personas de barrios ricos a las que conoce de haber participado en orgías con los niños, a los que "vendía".

En tiempos del "solo sí es sí" y en que la sociedad se muestra más receptiva a escuchar a las víctimas, el trágico caso Outreau también demuestra hasta qué punto los niños son manipulables y pueden dejarse llevar, además, por la histeria mediática cuando la fuerza del escándalo parece empujarlos a inventar historias cada vez más depravadas para mantener la atención. En España lo vimos con el caso Arny, similar en algunos aspectos.

Como malo de la función, además de Badaoui, que se aprovecha de su desgracia para consumar una venganza horrible sobre su entorno, el juez Fabrice Burgaud, un tipo joven y ambicioso que decide creerse que cuanto peor, mejor, y disfruta con tener a toda Francia con el corazón en un puño y a los fotógrafos a la puerta del juzgado.

Al final, casi todos fueron absueltos, pero muchas vidas fueron masacradas. Aunque las leyes cambiaron de manera profunda como consecuencia de la pifia judicial, los falsamente culpados fueron compensados con una miseria por el Estado.