¿Es Michel Houellebecq un facha? En una conversación con el filósofo Michel Onfray, publicada por la prensa francesa y reproducida en medio mundo el año pasado sobre la “decadencia de Occidente”, el escritor de novelas tan célebres como Las partículas elementales o Sumisión se despachó a gusto.
“La Reconquista empezó en España cuando estaba bajo la dominación musulmana. Todavía no estamos en esta situación, pero sí se puede constatar ya que la gente se está armando. Y no se trata de tarados. Cuando territorios enteros estén bajo control islámico, pienso que habrá actos de resistencia […] como un Bataclan a la inversa. Y ellos no se van a contentar con poner velitas y flores, así que sí, las cosas pueden ir bastante deprisa”.
Como un Bataclán a la inversa, la frase tiene tela. En En la piel de Blanche Houellebecq, tercera parte de su trilogía junto al realizador Guillaume Nicloux, su mejor amigo y medio guardaespaldas, secuestrador en la primera película, el judío Luc (Luc Schwarz) dice varias veces que lo que pasó fue que Onfray grabó su charla sin su consentimiento y cuando estaba “borracho”.
Cosa no tan infrecuente porque como vemos en las tres películas, comienza con El secuestro de Michel Houellebecq (2014), sigue con Thalasso (2019) y termina de momento con esta, el novelista empina el codo que da gusto. En la segunda, ambientada en un centro de talasoterapia con comida vegana y agua mineral, asegura convencido que no bebe “mucho, una botella de vino por comida”.
En la piel de Blanche… se plantea como una continuación clara de las dos anteriores. El escritor sigue convencido de que en la primera parte fue el mismísimo presidente de la República, por entonces François Hollande, el que ordenó que lo raptaran. En la segunda, protagonizada junto a Gerard Depardieu en la piel de dos viejos viciosos sometidos a una terapia imposible, nos enteramos de que el motivo es que el dirigente tenía miedo de que se presentara a las elecciones y se las ganara.
Redención o sátira
Lo más gracioso de aquella primera parte, que era en general muy graciosa, es que el secuestrado se acababa haciendo amigo de sus secuestradores, y desde entonces siempre va con uno de ellos, el mencionado Luc. En la primera película veíamos al escritor discutir de literatura con sus raptores, acostarse con prostitutas y beber como un loco; en la segunda sufrir como un jamelgo mientras lo someten a baños de vapor y peelings al tiempo que discute sobre la existencia de Dios con Dépardieu.
En esa película, una sátira sobre la obsesión de la sociedad moderna con el bienestar, brilla el Houellebecq menos feroz e incluso en un momento dado, se echa a llorar recordando a su abuela muerta.
La tercera va a piñón. Houellebecq es invitado a un festival de literatura en las Antillas, que sigue siendo territorio francés aunque está en el Caribe, donde será jurado de un concurso en el que los antillanos compiten por ver quién lo imita mejor. Allí, se encuentra con la actriz cómica Blanche Gardin (que está muy divertida) y se enfrenta a la polémica de sus declaraciones con Onfray.
En uno de los momentos más graciosos, el chófer, negro (gran parte de la población tiene origen esclavo y llegó de Africa en el siglo XVII) se queja de la opresión a su pueblo y Luc, el judío, le suelta que los suyos también fueron “esclavizados por los faraones”.
En la piel de Blanche Houellebecq es tan divertida como por momentos, incluso perturbadora. La película comienza con una cita de Marysé Condé, escritora antillana, mito de la lucha anticolonial, defendiendo que “la risa es el primer paso a la liberación” y por momentos parece que el escritor quiere redimirse. Sin embargo, en la secuencia más desconcertante de la película, en la que se ve sometido a un batallón de preguntas sobre “la opresión de la mujer negra” el escritor poco menos que se queda dormido.
Como actor, Houellebecq siempre se interpreta a sí mismo, quizá es demasiado Houellebecq para hacer de cualquier otro, y aunque no es el rey de la ductilidad, es innegable que tiene una cualidad al estilo Buster Keaton, una especie de imperturbabilidad indiscutiblemente cómica e incluso existencialista.
Al final de En la piel de Blanche Houellebecq queda claro que a su manera, sí, busca algún tipo de redención. Y en las tres películas, muy graciosas, también queda claro que tiene una cualidad fabulosa, la reírse de sí mismo. Y no es poco siendo probablemente el escritor vivo más famoso de Europa.