"Estamos bien", dicen una y otra vez los protagonistas de Volveréis, película que estrena este viernes en cines Jonás Trueba (Madrid, 1981). Tan bien, no están. Alex y Ale se van a separar después de 14 años juntos, pero han decidido hacer una fiesta el último día del verano para celebrarlo. Como un boda, con invitados y todo, pero al revés. 

El cineasta madrileño siempre ha intentado nadar a contracorriente. Lejos de querer competir contra grandes producciones o éxitos de taquilla, Trueba da rienda suelta a esas "ilusiones" que le rondan por la cabeza. De ahí, nacieron Todas las canciones hablan de mí (2010), Los ilusos (2013), La reconquista (2016), Los exiliados románticos (2015), La virgen de agosto (2019), Quien lo impide (2021), Tenéis que venir a verla (2022) y ahora, Volveréis, en la que busca ahondar en ese amor fatigado, tan alejado de la pulsión juvenil, pero no por ello menos espectacular.

Sin miedo a repetir constantemente los temas que le obsesionan, —el amor, la amistad, el cine—, confiando casi siempre en los mismos actores —Itsaso Arana, Vito Sanz, Francesco Carril—, y filmando en los mismos barrios, —La Latina, Lavapiés— de ese Madrid que se transforma por minutos, Jonás ha sabido crear un pequeño universo característico y fiel. Sus películas significan reencontrarse con un amigo que ya no lo es o con un lugar que ya no existe.  

"Es una forma de autolimitación enorme y mucha gente trabaja el cine al revés, incluso te educan en las escuelas de cine para trabajar así, sin límites. Es una manera de encarar el cine totalmente distinta, ni mejor ni peor. Yo he confiado en esa idea y me la he jugado mucho", asegura el cineasta a El Cultural una calurosa mañana de junio en las oficinas de Los ilusos films, la productora con la que ha podido llevar a cabo ese cine "un poco idealista, iluso, en el buen sentido", y seguir el mantra de su querido Jonas Mekas: filmar siempre "los pequeños milagros del día a día".

En aquel momento, hace solo un mes de su exitoso paso por el Festival de Cannes, donde el filme, protagonizado por Itsaso Arana y Vito Sanz (ambos han coescrito también el guion), se alzó con el Label Europa Cinemas, el galardón más importante entregado en la Quincena de Cineastas. Un premio que, reconoce, "le ha cambiado un poco la vida a la película". Las distribuidoras europeas se la han rifado y en este momento, Volveréis está prácticamente vendida a toda Europa.

A pesar de su exitoso recorrido por la Croisette, Jonás no fue muy predispuesto a contagiarse de festivalitis. Tenía sus prejuicios y miedos ante "un sarao" mercantil que trasciende lo puramente cinematográfico. "Algunos los confirmas, pero es interesante verlo porque sin duda existe".

Aun así, sigue creyendo que los grandes festivales de cine son un sitio delicado para los cineastas y que hay que conseguir "permanecer un poco distanciado de todo eso".  Aunque siempre hay quienes lo llevan mejor que otros y "también está bien". "Me encontré allí con Albert Serra, que no lo conocía, hablamos y me dijo: 'Vengo aquí todos los años que me invitan y me encanta'".

El madrileño, de carácter afable y tímido, es de los que creen que la experiencia cinematográfica, en general, tiene que ser más calmada. "No veo el cine como un acto social, para mí ir al cine es casi como una cuestión íntima. Me gusta ir tranquilo, solo, no estar todo el rato con gente, no tener que dar opiniones inmediatamente". Su cine es reflejo de ese caracter reflexivo y autoconsciente que Jonás ha ido conformando película a película, a base de trabajar muchas veces con su vida como guion.

En Volveréis, Ale es una cineasta que trabaja en una nueva película, donde su pareja, Alex, es el protagonista. Ambos están agotados el uno del otro. Casi no se tocan, casi no se miran. Toman la decisión de terminar con su aparentemente idílica relación, pero para no dejarse llevar por la tristeza, Ale propone llevar a cabo una idea con la que su padre, que resulta ser Fernando Trueba, le acribillaba de pequeña: debemos celebrar los finales igual que los comienzos. 

Itsaso Arana, Vito Sanz y Jonás Trueba en el rodaje de 'Volveréis'. Foto: ©Pablo Hoyos, Los ilusos films

A medida que transcurre la película, es inevitable pensar: ¿Cuánto de autoficción hay en Volveréis? "Como siempre en nuestras pelis, un grado muy alto. Trabajo con eso, negarlo sería absurdo. Pero después, hacer una película siempre es ir buscándole una forma a todo eso que vives, que escuchas, que sientes. Ese es el proceso de creación, donde todo se transforma y todo se convierte en otra cosa. Para mí es interesante eso, la imagen o el espejo que te devuelve luego la película que haces". 

De casualidad, el guion de Volveréis también nació de una ruptura. Tras abandonar voluntariamente el proyecto de la película de Los Planetas, que finalmente sacó adelante Isaki Lacuesta, nació en él la "pura necesidad de ponerme a escribir una nueva película para olvidar otra". Afortunadamente, surgió de forma instintiva, y ha supuesto "una experiencia muy sanadora, un poco terapéutica". 

La película ha supuesto un espacio seguro para el cineasta para hablar todas esas crisis: la amorosa, la profesional y la de los 40, edad que el mismo ya supera, a pesar de portar siempre ese aspecto juvenil que en ocasiones puede ser un piropo envenenado. Con todos esos ingredientes, hay quienes esperarán un dramón, pero es su película más divertida, —también hay quienes dicen que la mejor—. Como respuesta, Jonás cita a Billy Wilder: "Cuando estás triste, haces una comedia, y cuando estás alegre haces un drama”. 

Itsaso Arana y Vito Sanz en 'Volveréis'. Foto: ©Lisbeth Salas/ Losilusosfilms.

Porque la película también va sobre la capacidad de reírnos de nosotros mismos. Decía la escritora Nora Ephron que cuando te resbalas con una piel de plátano, la gente se ríe de ti; pero cuando cuentas que te has resbalado con una piel de plátano, quien se ríe eres tú.

Para Jonás, en el cine también es liberador coger algo que te carcome por dentro e intentar liberarte de ello a través del humor. "Poner en escena algo vivido, ya tiene algo cómico. Incluso aunque lo que estés filmando sea algo dramático, en realidad, hay algo cómico en decidir esta cosa tan rara de recrear algo, pero con más personas, con un trípode, con una cámara. El cine también conlleva algo siempre de autoparodia". 

Aunque para Jonás, particularmente este viaje no fue del todo fácil. "No sé si es una película de madurez, pero hace cinco años no me hubiese atrevido a hacerla, ha sido ahora cuando he podido. Itsaso me lo decía que era la primera película en la que yo afrontaba una serie de cuestiones que siempre han estado ahí, pero que dejaba más de lado".

Vito Sanz e Itsaso Arana en 'Volveréis' Foto: ©Lisbeth Salas / Losilusosfilms.

Entre ellas, la herencia paternofilial que lleva persiguiéndole más de una década. "Tenía un deseo bastante fuerte, una cierta necesidad de hacer una película donde estuviese él. Porque era como la gran cuestión. Con Itsaso y Vito ya sabía cómo era filmarles, pero a él me generaba más inquietud", reconoce el cineasta. "Pero cuando me planteé hacer esta película era básico entender cómo iba a filmar a mi padre, qué iba a suponer eso para mí. Me generaba mis dudas y mis miedos, casi más que con cualquier otra cosa".

Lejos de renegar de ese importante legado cinematográfico, para el cineasta es una cuestión que le ha rondado siempre desde que empezó a hacer cine. "Continuar con el oficio de mis padres, (Su madre, Cristina Huete, también es productora de cine) te obliga a cuestionarte también por qué haces lo que haces, cómo gestionas esa herencia. Creo que he conseguido llegar a un punto de afrontarlo de manera más directa y de reírme de eso. La película también va sobre la herencia del amor por el cine, pero parte de una chorrada". 

Porque, en el fondo, su padre siempre se ha considerado a sí mismo como "un chorra". "Rodando con él fueron los días que más se ha reído todo el equipo". ¿En serio? "Carcajadas", asegura orgulloso. "Mi padre es un gran humorista, a lo mejor la gente ha perdido eso un poco de vista, pero él siempre ha sido alguien que está en clave de humor. Es su tono natural, aunque ahora ya es un cineasta mayor y pueda tener otra presencia. Como lo que le ocurrió a Fernán Gómez, que al final prevalecía más la imagen de gruñón, pero no deja de ser una primera capa". 

De hecho, prosigue, "mi padre me contaba que, cuando era joven, él se consideraba surrealista, para él era fundamental el humor. A veces hasta le ha traído problemas e incomprensiones, pero siempre me ha dicho: yo me veo como un chorra. Y yo también he crecido con eso, con el humor en primer lugar". 

El respetuoso objetivo de Jonás siempre fue el de capturar algo de esa esencia de su padre, filmarlo como si no lo filmase. Algo complicado cuando tienes que retratar a alguien del que conoces bien todos sus puntos débiles. Por eso, para él siempre es importante ser consciente de que el filmar es un privilegio y una responsabilidad. "En el momento en que pones ahí la cámara algo se transforma, ya no es la realidad, ya va a ser otra cosa. A veces te puedes hacer daño riéndote de ti mismo. El oficio del cine es delicado, porque te puedes quemar, te puedes hacer daño a ti mismo y a los demás a muchos niveles". 

También hay algo de eso en su nueva película, mostrar cómo el cine puede hacernos mejores,—sigue siendo el único sitio donde una fiesta postruptura no parece una locura—, pero también cómo puede convertir una relación sana en enfermiza, neurótica. "A veces se mezcla un poco demasiado, sobre todo cuando haces cine, como lo hago yo, que es con la misma gente con la que vives (Trueba mantiene una relación sentimental con Arana), con tus amigos. Todo eso está muy bien. Es muy bonito decirlo, pero también tiene una parte compleja por momentos". 

Jonás Trueba con Vito Sanz e Itsaso Arana en el rodaje de 'Volveréis0. Foto: ©Lisbeth Salas / Los ilusos films

Volveréis, considerada por el cineasta como una especie de secuela de Tenéis que venir a verla, también puede verse con los ojos del pasado. Hablamos sobre el esplendor de la screwball comedy, de la comedia romántica de la década de los 50, de lo complicado que es hacer una buena comedia romántica y de ese declive reputacional del género, que ha conseguido que ningún cineasta esté interesado en resucitarlo. 

A pesar de que él no siente que su última película es una comedia romántica al uso,— "A lo mejor intento hacer una en el futuro, más descaradamente"—, la película se acuerda de Frank Capra, Katharine Hepburn y Cary Grant. "Decía Ramón Gaya, un pintor que me encanta, sobre la pintura clásica: no se trata de imitar a los maestros, sino de acordarse de ellos, de no olvidarlos". Referencias literarias, artísticas y cinematográficas no faltan en la conversación, tampoco en su cine, algo que durante años le ha valido el título de pretencioso. 

Pero, ¿no dicen mucho de nosotros las películas que vemos, las canciones que escuchamos y los libros que leemos? "Todo, eso somos nosotros también. El error es considerar eso como una forma intelectual. Para mí un libro o una película es una conversación. Cuando subrayamos un libro siempre es porque hemos encontrado una frase que expresa muy bien algo que hemos sentido muchas veces y quizás no hemos sabido expresar así. Lo decía Emerson, este filósofo americano que hablaba de ese momento concreto tan bonito, una especie de latigazo, cuando vemos reflejados nuestros propios pensamientos en otros de una manera mejor".

"Todas las veces que me acusen de esnob, ración doble en la siguiente película"

Por eso, añade, "la idea de la cultura que a mí me gusta es la de la conversación y del compartir las cosas que nos gustan. Me parece normal y natural que una película también integre otras películas o lecturas, igual que integras la calle, el bar, los amigos. Pero curiosamente se percibe a veces de una manera para mí preocupante". La búsqueda de ese equilibrio entre la cotidianedad, el humor y la intelectualización para hacer que todo parezca natural se aprecia en Volveréis, aunque es consciente de que a veces ha podido fracasar en el intento.

"Seguramente alguna vez he fracasado y simplemente se ha percibido como un gesto intelectual, aunque a veces creo que también el problema es el espectador que va con una actitud a la defensiva o prejuiciosa. Yo como espectador arrastro mis prejuicios a la sala de cine, pero intento, en la medida de mis posibilidades, amortiguarlos y no me pongo a la defensiva si veo una película que me está mostrando un tipo de realidad cotidiana que está muy lejos de la mía", matiza el cineasta. 

Aun así, le resta importancia: "Es un tema que me han perseguido casi desde el inicio. Y también desde principio decidí que me daba igual y que iba a ser mi batalla. Todas las veces que me acusen de esnob, pues ración doble en la siguiente". 

Casualidades de la vida, minutos antes del encuentro, bajando la Carrera de San Francisco, tiene lugar el rodaje de una película. Podría haber sido perfectamente una de Jonás, madrileño que no solo ha visto con sus propios ojos cómo la ciudad ha cambiado en la última década, sino también a través del objetivo. 

"Cuando me dicen que retrato mucho Madrid me da pudor, me da vergüenza porque siento que no es así. Soy muy consciente de que el Madrid en el que me he concentrado es diminuto. Con Miguel Ángel Rebollo, mi director de arte, nos centramos en que la película contenga una idea de la ciudad que nos gusta. Más que retrato realista,— ¿cuál sería ese, de todos modos?, se pregunta—, es más atrapar un aire, la esencia de la ciudad más que otra cosa". 

Como siempre, Jonás habla de sus películas en colectivo, porque a este iluso le llevan siguiendo el ritmo durante años una fiel tribu de actores, guionistas y equipo a los que homenajea explícitamente en Volveréis. Como si de un particular 8 ½ se tratase, menos felliniano, pero celebrando la presencia de todos esos fantasmas del pasado que habían quedado capturados en su cine.

Al verlos a todos reunidos, al son de la música de esa fiesta que busca celebrar el final (o el inicio) del amor, asalta inevitablemente otra pregunta: ¿Y ahora qué? "Me da miedo casi responder a la pregunta porque no lo tengo tan claro. He hecho la película desde un sentimiento de punto y final o de punto y aparte. Creo que está bien sentir a veces cierres de etapas, necesitamos hacer eso. Y luego seguir, problemente nada cambie. No soy un cineasta radical".