Semanas después de ganar el galardón a la mejor película en La Biennale, en 2019, Joker arrancaba un camino que la llevó a dos premios Oscar y a convertirse en la película de superhéroes calificada R (para mayores de 17 años) con más recaudación de la historia, por encima de los mil millones de dólares. Sólo por ello, el estreno de la secuela en el mismo festival, cinco años más tarde, ya causaba una expectación insólita incluso en el buffet de estrellas que es el Lido.
Todd Philips, declaradamente “más nervioso”, ha arrancado la presentación ante la prensa, en la que ha asegurado que no deberíamos esperar secuelas ni universos cinematográficos después de esta segunda parte: “La historia de Arthur Fleck / Joker ya se ha contado. No puedo jurarlo, pero no busco quedarme más en este universo”.
El cineasta ha insistido en que les ha resultado imposible trabajar "con tantos ojos pegados al cogote". "Internet estaba lleno de teorías especulativas sobre la trama, incluso cuando aún estábamos escribiendo el guion”, aseguraba Philips.
Esta era la primera aparición pública de Joaquin Phoenix después de enterrar la nueva película de Todd Haynes, un romance gay que él mismo escribió e iba a protagonizar, sólo para abandonarlo a pocos días del inicio del rodaje. Sin embargo, el actor ha esquivado con educación las preguntas que se le han formulado al respecto.
Sí ha hablado de la increíble pérdida de peso a la que se ha sometido para preparar el personaje: “Tengo 49 años, no debería hacerlo de nuevo. Seguramente sea la última vez”. Tanto el actor como su compañera, la convencida actriz de método Lady Gaga, aspiran al Olimpo del Oscar.
Joker: Folie À Deux es excesiva y arrogante, pero...
La secuela de Todd Phillips es, en esencia, una vuelta de tuerca más a la fórmula del antihéroe que Joker recicló de entre los asientos desgastados de un taxi en la noche humeante del Nuevo Hollywood, ahora con glaseado de musical.
Reencontramos a un Arthur Fleck interno en Arkham, anulado por la medicación y el abuso generalizado, y lo seguiremos durante el juicio que decidirá por su libertad o por la silla eléctrica; un proceso desorganizado por las idas y venidas de la mucho más caótica Lee Quinzel (Lady Gaga), que oprime y estira las excentricidades del personaje, exprimiéndolo bajo el paraguas de un amour fou.
De momento Joker: Folie À Deux tampoco dilucidará la autenticidad de Arthur Fleck, pendulando en cambio entre el estudio compasivo de un enfermo explotado y la fascinación por la naturaleza liberada, artística, de un Norman Bates con maquillaje. Vaciado más allá de su propia condición de guiñol asesino, o de escandaloso patito de ducha, Fleck servirá otra vez para mirar el paisaje humano que lo rodea, una masa tan furibunda y monstruosamente desdibujada como en la película anterior.
Hoy Todd Phillips parece protegerse de las críticas que hace cinco años llamaron la atención sobre su cinismo reiterando en la humanidad de alguno de sus personajes (una abogada preocupada por la muy repetida “vulnerabilidad” del hombre tras la máscara) y la brutalidad del sistema policial (una muerte en manos de dos agentes con claros ecos a George Floyd).
Phillips se protege de la política jugando a una equidistancia, bienintencionada, aunque huele al compromiso de la abuela repartiendo billetes en domingo. También en lo cinematográfico, Joker: Folie À Deux apuesta a dos caballos.
Sobre un oscurantismo opulento, que abraza los contraluces y los travellings como vehículo lustroso para meternos en las tripas de Arkham, Phillips va desplegando una sarta de ocurrencias visuales más o menos metafóricas, pero siempre de una arrogancia infantil. ¿Recuerdan a Lee Quinzel dibujando con pintalabios una sonrisa condenatoria en el cristal?
Por otra parte, el cineasta punzará la negrura general con elementos directamente sacados de la definición más pura del género musical, de una inocencia casi soñada. Son los props coloristas, los cartoons o las canciones populares que van invadiendo el metraje, y que luego una atinada Hildur Guđnadóttir recoge, agravando con todo el peso de una orquesta. La mezcla avanza sin roces, aun sin tampoco grandes descubrimientos.
Phoenix, en todas sus facultades pero magro hasta lo preocupante, vuelve a desplegar las mieles de un expresionismo corporal que bebe tanto de las caras tristes de Charlot como de las acrobacias de Buster Keaton... Aunque su escaparate de gestos-alocados sea también algo reducido: en Joker ya le vimos reír y bailar, ya le vimos extender los brazos al aire, cigarrillo en boca. Dudo entre si lo limitado de su coreografía se debe a la voluntad de caracterizar sin caer en la desmedida helenística de Nicolas Cage.
Por su parte, Lady Gaga disfruta de un par de canciones a pleno pulmón, si bien llegan motivadas por el entertainment morboso que mueve a su Harley Quinn... Podemos mirarlas con escepticismo, pero no negarlas.
En realidad, toda Joker: Folie À Deux se mueve bajo la misma coraza ambivalente, irónica y discretamente conservadora... Toda, hasta el tercer acto, que con un volantazo de humanismo decide resolver la paradójica identidad de su payaso protagonista.
Valiente, la película se dará cuenta de que la bifurcación entre Joker y Arthur Fleck llevaba a destinos igualmente trágicos, dos callejones donde nada más queda por contar. Ahora, naturalmente, solo queda verla.