Paula Ortiz en el Festival de San Sebastián. Foto: Alex Abril.

Paula Ortiz en el Festival de San Sebastián. Foto: Alex Abril.

Cine

Paula Ortiz: "El asesinato de Hildegart funciona como una metáfora del fascismo"

La cineasta, en efervescencia tras estrenar el pasado año 'Al otro lado del río y entre los árboles' y 'Teresa', presenta en San Sebastian 'La virgen roja'. 

22 septiembre, 2024 01:16

El 9 de junio de 1933 Aurora Rodríguez asesinó a su hija de cuatro balazos mientras dormía. Así, ponía fin al proyecto de crear, al modo del doctor Frankenstein, a la mujer del futuro, un ideal al que la joven política y pensadora Hildegart Rodríguez se había acercado.

Aurora la había concebido con un cura al que eligió solamente para tal fin y pronto se convirtió en una niña prodigio. Fue la abogada más joven de España y estudió otras dos carreras, Filosofía y Letras y Medicina, militó activamente en el PSOE y se convirtió con sus artículos sobre la reforma sexual en una referencia en Europa.

Sin embargo, Aurora la mató a los 18 años, conmocionando a la sociedad de la época por un crimen aún rodeado de misterio. Tanto que la historia ha seducido a creadores de todas las generaciones desde entonces, desde los escritores Fernando Arrabal y Almudena Grandes a cineastas como Fernando Fernán Gómez.

Ahora es Paula Ortiz (Zaragoza, 1979), directora de dramas de época como La novia (2015) o Teresa (2023), quién afronta el oscuro suceso en La virgen roja, con Najwa Nimri en el papel de la infanticida y Alba Planas interpretando a la joven Hildegart. El filme se estrena en la sección oficial de San Sebastián y llega a los cines el viernes 27.

Pregunta. ¿Por qué le atrajo la historia de este crimen?

Respuesta. La historia me pareció apabullante desde la primera vez que la escuché y nunca me ha abandonado. Alberga todas las contradicciones de su época. Es una fábula trágica que implica lo íntimo y personal en el ámbito femenino, desde la maternidad a la relación madre e hija, pero que también funciona como una metáfora del totalitarismo y del fascismo. Cuando las ideas luminosas se vuelven dogmáticas pueden acabar en un gesto violento terrible.

Una potencia irresoluble

P. ¿Se zambulló en la ingente producción artística en torno al caso?

R. Este siempre es un tema delicado. Yo había visto la película de Fernán Gómez, Mi hija Hildegart (1977), pero cuando empecé con este proyecto no quise revisarla por miedo a que su perspectiva arrasara con todo. La historia de Hildegart es de una potencia irresoluble, por eso se rehace una y otra vez, y creo que cada uno debe contarla desde su tiempo.

»Tampoco acudí al libro de Almudena Grandes o a otras obras de ficción y ensayos sobre el caso. Así que mis fuentes principales fueron las actas y las noticias de los juicios de Aurora y la obra de Hildegart.

P. ¿Llegó a alguna conclusión tras su investigación?

R. Que es imposible reflejar esta historia con exactitud. Nuestra propuesta es que Aurora no era una psicópata, sino una fanática. Tras el crimen estuvo años internada en un psiquiátrico y se sabe que era una persona con trastornos psicopáticos, neuróticos, narcisistas… Pero no queríamos centrarnos en el asesinato, queríamos ver cómo había llegado a hacerlo, cómo fue la vida y el contexto de Aurora y la formación y la creación de Hildegart. Que fuera una fanática le daba una dimensión política a la historia. El crimen es una cuestión de ideas, no un impulso.

" La virgen roja empieza como un drama de época y acaba siendo un cuento de terror".

P. ¿Qué otras referencias puso en juego?

R. La película inevitablemente es un true crime, porque ocurrió de verdad y porque tenía una estructura de thriller hacia el final. Además, añadimos un código de terror en muchos momentos a través de la música y el sonido y por el tratamiento de Aurora como una especie de monstruo. La virgen roja empieza como un drama de época y acaba siendo un cuento de terror. Sin embargo, la película que más tuve en mente fue Munich (2005).

P. ¿En qué sentido?

R. Yo tiendo a un lenguaje cinematográfico contemplativo con explosiones poéticas, pero en esta historia el relato y el drama empujan a una velocidad muy fuerte. Necesitaba apuntar a un lenguaje más clásico, más narrativo, y ahí apareció el filme de Steven Spielberg. En él, están también las ideas fanáticas, en esa historia de un hombre casado que va a tener un bebé y que acaba cometiendo una sangrienta venganza. De alguna manera, sin tener nada que ver, trabaja los mismos asuntos.

P. ¿Cómo preparó el papel de Aurora con Najwa Nimri?

R. Najwa no tiene miedo de asomarse al abismo. Su trabajo fue tanto físico como ideológico. Lo leyó todo de Aurora y, a veces, sustituía partes del guion por sus frases. También nos fijamos mucho en el mapa contextual. Por ejemplo, era bastante extraordinario que una mujer gallega a principios del XX hubiera leído a los socialistas utópicos. Aurora tenía una cultura brutal, y no era algo banal para ella, su vida estaba marcada por los hitos intelectuales. Fueron unas mujeres sofisticadísimas.

Najwa Nimri como Aurora Ortiz en 'La virgen roja'. Foto: Concha de la Rosa

Najwa Nimri como Aurora Ortiz en 'La virgen roja'. Foto: Concha de la Rosa

P. ¿Cuáles fueron los retos que le planteó la película como directora?

R. Es una producción más grande y más abierta que la de mis anteriores trabajos, y en la que pesa la responsabilidad de la historia. Aborda un momento de contradicciones muy fuertes que dialogan entre lo colectivo y lo individual, y era algo que había que mantener en equilibrio, sin pasarnos ni quedarnos cortos, honrando la complejidad de la historia.

»Quería que el mundo de la madre y la hija fuera apolíneo, clínico y rígido, y que en la calle todo fuera muy dionisíaco, sucio pero humano. Creo que esas diferencias estéticas explican muy bien ambos mundos. También había que navegar las aguas de lo femenino desde la sensibilidad actual, revelando sus luces y sus sombras por el hecho de ser humano.

P. ¿Ha cambiado mucho la sociedad desde los tiempos de Hildegart?

R. No lo creo. Los discursos y los debates son exactamente los mismos, aunque hayan cambiado matices, y algunos importantes. De Hildegart a ahora, asombra que la evolución ideológica y social sea tan lenta, mucho más lenta de lo que creemos. Pienso que los discursos de Hildegart serían hoy muy revulsivos, habría mucha gente que se escandalizaría con ellos. Ella fliparía con el género líquido, que era algo que intuía y que no supo nombrar bien, porque era hija de su tiempo.