'La luz que imaginamos': Payal Kapadia pinta el deseo en azul Mumbai en la favorita al Oscar internacional
- La película de la cineasta india utiliza técnicas del documental para narrar la ficción de tres mujeres que abandonan sus hogares para trabajar en la atribulada ciudad.
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Las dos películas de referencia para Payal Kapadia (Mumbai, India, 1986) en la planificación de La luz que imaginamos, su salto del documental a la ficción, son Cleo de 5 a 7 (Agnès Varda, 1962) y El sol del membrillo (Víctor Erice, 1992).
Del trabajo de la pionera del cine feminista y la nouvelle vague le “maravillan” las escenas de ficción rodadas como si se tratara de un documental. Del minucioso tercer largo de Víctor Erice, Kapadia también destaca la fusión de géneros en el acercamiento al proceso de creación del pintor Antonio López. “Adoro esta película”, comparte la cineasta a El Cultural. “Me fijé concienzudamente en el montaje porque era un deleite”.
Con estos mimbres formales, la directora encaró una ópera prima donde aspiraba a retratar a un grupo de mujeres que dejan sus hogares para ir a trabajar a la multiétnica y atribulada Mumbai. Sus protagonistas son Prabha, Anu y Parvaty, tres trabajadoras de un hospital que afrontan diferentes trances personales y que, a pesar de ser financieramente autónomas, están marcados por los fuertes lazos que las conectan con sus familias de origen, que controlan las reglas sociales y sus elecciones en el amor.
Un aspecto que la directora debutante no quería soslayar era, precisamente, el del orgasmo femenino. “El deseo es unos de los temas principales del filme, su expresión, cómo lidiar con ello, cómo hacerlo realidad”, enumera. Kapadia comparte que en la cinematografía de su país ha habido tentativas de mostrar una relación sexual completa, “pero no han llegado a Occidente”.
La luz que imaginamos sí lo está haciendo, con el Premio Especial del Jurado en Cannes, el de mejor película internacional del Círculo de Críticos de Cine de Nueva York, dos nominaciones a los Globos de Oro a mejor dirección y mejor película internacional y su primera posición en las listas de mejores películas del año de Sight & Sound y The New York Times.
El deseo también lo simboliza en el filme una arrocera. La llegada por correo del pequeño electrodoméstico al apartamento que Prabha y Anu comparten cambia por completo la atmósfera del espacio. “Nosotros comemos mucho arroz, así que este aparato es un pequeño lujo, pero también un símbolo de la domesticidad de la mujer. Siempre me ha fascinado la forma en la que venden los aparatos de cocina en la televisión: son sexis, pulidos. Esta idea de hacer confluir en un solo objeto el capitalismo extremo con los valores familiares, que son tan patriarcales, se plasma en la arrocera. Es casi como el genio de la lámpara”.
Desde sus tiempos en la escuela de cine, Kapadia ha estado interesada en la yuxtaposición de ficción y no ficción: “Cuando las mezclas emerge cierta verdad que hace más interesante ambos géneros”. En esta película se plasma, especialmente, durante el rodaje en Mumbai. Tanto en sus tramas como en la espontaneidad de las secuencias.
A este primer respecto, durante el proceso de casting, en el que la directora novel buscaba a personas comunes, compiló un gran archivo de audio. “Me contaban unas historias tan increíbles que quería que estuvieran presentes”, explica. La luz que imaginamos arranca, de hecho, con la voz de una de esas personas entrevistadas, que puede ser cualquiera de las más de 14 millones de almas que habitan la ciudad. Cuando se abren las cortinas de uno de los apartamentos, se da acceso al público a esta colmena variopinta.
El largometraje también ganó en calidad documental durante el rodaje en el mercado y en las avenidas. Rodar en la capital de Bollywood es caro, de modo que el equipo decidió hacerlo de manera clandestina en aquellos lugares donde no tenían permiso, utilizando una pequeña Cannon EOS C70, mientras fingían que estaban localizando.
Rodar bajo el monzón
El rodaje de la película se dividió en dos partes. La primera se filmó en junio y julio de 2023, con el monzón empapando Mumbai. “La estación de lluvias es contradictoria. Los amantes pueden pasearse, porque el tiempo es agradable y fresco. De hecho, en las películas indias antiguas salen bailando y cantando bajo el monzón. En la práctica son cuatro meses complicados, porque si tienes que salir todos los días de casa resulta desagradable e incómodo. Puedes pasarte el día calado”.
Su intención era recoger los problemas de la ciudad y unificarlos a través del color azul. “Es parte de la identidad de Mumbai, porque muchas terrazas están cubiertas con un plástico de ese tono. Aunque seas rico, la lluvia te afecta, así que ves todos esos edificios sofisticados de cristal cubiertos de lona azul. Si buscas en Google Bombay blue plastic, darás con series de fotos que recogen este fenómeno”, recomienda Kapadia.
La segunda parte de La luz que imaginamos se filmó en noviembre, porque la realizadora quería plasmar la alternativa climática a la estación de lluvias en la costa occidental de su país. Del azul imperante en la megaurbe se pasa al rojo de la tierra seca en el campo.
La India rural no se idealiza en la película. De ahí la práctica ausencia de panorámicas en la recta final. “He intentado mantener el objetivo tan cerca de la gente como me fuera posible, porque en mi país, la vida en el campo no es fácil. Por eso arranco esa parte mostrando que la casa no dispone de electricidad, para destacar que no es un retiro feliz”, aclara Kapadia.
Lo que sí transmite el cambio de localización es una ralentización de la trama. “En la ciudad hay una relación muy capitalista con el tiempo, porque todo tiene que hacerse rápidamente para amortizarlo. No hay descanso. Pero cuando se marchan, las tres protagonistas se toman un día libre y la película se vuelve mas reflexiva”.