Los 'Luigi Mangione' que se han ganado un lugar en la cultura o cómo un asesino se convierte en un icono pop
- Antes de que el presunto asesino de Brian Thompson saltara a la fama, otros criminales ya habían logrado protagonizar sus propias series, películas y obras literarias.
- Más información: Luigi Mangione y el asesinato que saca a la luz la ira contra el sistema de salud privado en EEUU
La epidemia de adicción al fentanilo, la laxitud con las licencias de armas y un sistema de salud disfuncional y chupóptero conforman el sambenito de Estados Unidos. Siempre al borde del abismo, en un ocaso que no termina de llegar, el país continúa revolviéndose en los mismos problemas de siempre.
Quizás es por esa misma razón por la que cada cierto tiempo aparece un delincuente que reúne todos los elementos necesarios para ser una gran figura mediática. Consideradas aberraciones a la vez que productos de su época, la sociedad americana acaba por ensalzarlos como auténticos iconos pop, viendo en ellos metáforas de los grandes males nacionales. Hace apenas unos días, Luigi Mangione, un joven de 26 años, pasó a ser el último eslabón de esta cadena de cuestionables productos warholianos. El pasado 4 de diciembre, presuntamente asesinó a tiros en pleno Manhattan a Brian Thompson, CEO de la aseguradora más importante del país.
Luigi es un hombre joven y atractivo. Brillante en los estudios, también. Para colmo, cuenta con una amplia huella digital, una críptica liturgia en torno al crimen —las balas que empleó para el asesinato tenían grabadas las palabras "negar", "defender" y "retrasar"— y una causa justa. En resumen: reúne todas las piezas para convertirse en uno de los más grandes y controvertidos iconos de las nuevas generaciones. Tanto es así, que es de esperar que en poco tiempo nos encontremos con libros y productos audiovisuales que lo tengan como protagonista, como ya ha ocurrido con todos los asesinos que pasaron a formar parte de la cultura popular norteamericana.
Charles Manson y la hermenéutica de los Beatles
El líder de la Familia Manson, una secta criminal que asesinó a siete personas a finales de los años 60, entre quienes se encontraba Sharon Tate, la esposa de Roman Polanski embarazada de ocho meses, es el paradigma de este tipo de personajes. Desde el principio, atrajo un enorme interés mediático debido a lo macabro del caso y su actitud excéntrica durante el juicio —apareció con una esvástica en la frente y adujo que había seguido unos supuestos mensajes apocalípticos en las canciones de los Beatles—.
Pero había algo más. Su desbordante carisma había logrado atraer hacia si a un grupo de fieles acólitos dispuestos a cometer crímenes atroces por él. Por si fuera poco, el motivo que alegaba era una inminente guerra racial tras la cual pensaba emerger como nuevo líder nacional, lo que coincidía con la revolución por los derechos civiles por la que estaba pasando el país en aquellos años. Como consecuencia, Manson fue ensalzado como una especie de cara B de la contracultura de los años 60, lo que lo ha hecho popular hasta nuestros días.
Todo ello se ha traducido en una enorme cantidad de producciones audiovisuales y libros que han vuelto a la historia del líder de la Familia Manson. Él mismo publicó un disco de música titulado Lie: The Love and Terror Cult en la misma época en la que estaba siendo juzgado. El cantante Marilyn Manson, fusiona el apellido del criminal con el nombre de Marilyn Monroe, equiparándolos como iconos pop.
Libros publicados en España como Helter Skelter: la verdadera historia de los crímenes de la familia Manson, de Vincent Bugliosi con Curt Gentry (editorial Contra, 2019), recorren los prolegómenos de los asesinatos y el juicio posterior. Series como Mindhunter en su segunda temporada o American Horror Story en la séptima también cuentan con apariciones del personaje. La película Érase una vez en Hollywood hace una aproximación diferente, apostando por una ucronía donde el desenlace difiere de lo que sucedió en realidad.
Unabomber, un Walden desatado
Ted Kaczynski prometía ser una eminencia en el campo de las matemáticas. Con apenas veintiseis años se había graduado en Harvard y era ya profesor ayudante en la Universidad de Berkeley. Pero, de pronto, en 1969 dimitió sin ningún motivo de su puesto y acabó mudándose a una cabaña un bosque de Montana. Una vida frugal sin luz ni agua corriente al más puro estilo Thoureau, aquel que en su Walden clamaba por una vida ajena al progreso industrial.
Sin que el FBI pudiera localizarle, durante años Kaczynski se dedicó a colocar sobres bomba en aeropuertos y universidades, cobrándose la vida de tres personas e hiriendo a más de una veintena. No fue hasta 1995, el año en el que se publicó su manifiesto La sociedad industrial y su futuro, cuando por fin se le logró dar caza. El hermano de Kaczynski había encontrado en el autor del texto una forma de expresarse idéntica a la de Ted.
En las últimas décadas, Unabomber —alias que nace del nombre en clave que le diera el FBI— se ha convertido en un símbolo contra el exacerbado desarrollo industrial y sus consecuencias alienantes. Para algunos, su manifiesto se ha vuelto un texto de culto que no ha hecho más que revalorizarse conforme la revolución digital ha ido tomando forma y condicionando cada vez más nuestras vidas. No deja de ser llamativo que, sin ir más lejos, el propio Luigi Mangione calificara el libro de Kaczynski con cuatro estrellas en su cuenta de Goodreads.
Otro de los motivos de su renovada popularidad es la serie Manhunt, de la plataforma Netflix, sumándose a las películas y documentales que ya existían entonces sobre el personaje. Se sigue los pasos en ella del agente del FBI Jim Fitzgerald (Sam Worthington), un experto criminalista que trata de desvelar la identidad real de Unabomber analizando el lenguaje de su manifiesto.
Los hermanos Menéndez o el #MeToo como factor atenuante
Lyle y Erik Menéndez, unos niños bien de Beverly Hills, fueron condenados en 1996 a cadena perpetua por parricidio. En un juicio con incontables vaivenes, ellos alegaron que habían acribillado a sus padres en el salón familiar por miedo a que estos les asesinaran. Según contaban los hermanos, habían amenazado al padre con hacer públicas las violaciones que ambos habían sufrido desde pequeños, razón por la que ellos habían visto inminente un intento de asesinato por su parte.
El miedo y los abusos no sirvieron en 1996 para rebajar la condena. Sin embargo, la serie de Netflix Monstruos ha hecho retomar el debate sobre la culpabilidad de los hermanos, coincidiendo además con un nuevo contexto en el que ha confluido el auge del true crime con una mayor concienciación en los temas de violencia sexual. Conmovida por la serie, Kim Kardashian, una de las personalidades más populares de la farándula estadounidense, visitó a los hermanos en prisión y clamó en un artículo de opinión en NBC News por una revisión de la sentencia.