El Valle-Inclán premia el teatro de ideas de Juan Mayorga
El autor de La paz perpetua ha merecido el galardón que concede El Cultural por "su contribución a la difusión y permanencia del teatro español"
17 marzo, 2009 01:00Juan Mayorga posa con el Premio Valle-Inclán de Teatro. Foto: Antonio M. Xoubanova
Juan Mayorga no lo esperaba y por eso había llegado tranquilo a la entrega del III Premio Valle-Inclán de Teatro, distinción que concede El Cultural y que este lunes ha celebrado su tercera edición. Tras una ajustada votación, el jurado, presidido por el Académico Francisco Nieva, decidió premiarle por su "contribución a la difusión y permanencia del teatro español".Fue el ministro de Cultura, César Antonio Molina, el encargado de entregar el galardón dotado con 50.000 euros al autor teatral por su obra La paz perpetua, un atrevido relato en torno al terrorismo para el que Mayorga ha querido ponerse "en la piel de todos los personajes". En su discurso, Molina definió a Mayorga como "un amigo, colaborador y una gran persona", y reivindicó las artes escénicas y el apoyo que estas reciben hoy de los espectadores, en un tiempo en el que el teatro "es lo único que nadie puede bajarse de Internet".
Muy sorprendido, Mayorga, quien había llegado discreto, como siempre, y sin pasar por el photocall, recibió la escultura de Víctor Ochoa de manos de su amigo Juan Echanove, miembro del jurado y primer premiado con el Valle-Inclán, y urdió un discurso emocionado y preciso en el que a nadie quiso olvidar. "Lo he pasado realmente mal, porque al entrar he saludado a los candidatos y me he preguntado a cuál de ellos tendría que felicitar", ha comenzado el ganador, quien luego ha reconocido que según avanzaban las votaciones, celebradas por el sistema Goncourt, de cara al público y en sucesivas eliminatorias, se ha ido poniendo más nervioso. "Me siento muy por debajo de muchos de ellos. En particular de Vicky Peña, a la que siento que le he robado algo y a la que pagaré escribiéndole un monólogo". Peña, que estaba nominada por su papel en Sweeney Todd, ha llegado hasta el final de las votaciones junto a Mayorga, siendo también su nombre uno de los más aplaudidos durante las eliminatorias por el amplio número de asistentes a la cena, entre los que destacaban gentes del teatro, y que reconocieron durante el acto el valor de este premio, un acicate para la escena española.
El mismo Mayorga, en sus palabras, coincidió con ellos al señalar lo que el Valle Inclán ha supuesto, así como la "buena salud" de la que hoy en día goza el teatro, y alabó la capacidad de este arte para "convocar a la imaginación, la inteligencia y la memoria del espectador", enumeró. "No sé si todavía merezco este galardón, pero prometo hacerlo", añadió Mayorga, para quien el ideal del teatro debe caminar cercano a la utopía.
También tuvo palabras de agradecimiento en su discurso para el diario el Mundo y la revista El Cultural que dirige Blanca Berasátegui y preside Luis María Anson, por haber "sentido siempre su compañía desde que en el 94 empezaba a trabajar en la sala Cuarta Pared".
Antes de terminar, no se olvidó el dramaturgo de los actores que participan en La paz perpetua, José Luis Alcobendas, Julio Cortázar, Israel Elejalde, Susi Sánchez y Fernando Sansegundo, "porque el teatro es el arte del actor, y los demás estamos para acompañarlos". Pero al concluir, fue Mayorga el acompañado, pues el resto de nominados, especialmente los que dedican sus días a la interpretación sobre las tablas, fueron los primeros en abrazarle por su triunfo. Así, Aitana Sánchez Gijón y Maribel Verdú, candidatas por sus respectivos papeles en Un Dios salvaje, y que corrieron a felicitar a Mayorga por su premio y su muy bien estructurado discurso de ganador. Más efusiva, con abrazos y besos, Carmen Machi, también entre las nominadas, regaló un sinfín de elogios al autor, para quien el premio le supondrá "un respiro para elegir con más calma sus próximos proyectos".
"Supongo que también es un premio para los que apuestan por un teatro que haga pensar"
El jurado, presidido por el miembro de la Real Academia Española Francisco Nieva, y que estaba formado, entre otros, por los también académicos Luis María Anson y Antonio Mingote, por Albert Boadella, Antonio Garrigues, por el ganador de la anterior edición, Juan Echanove, y por Liz Perales, jefa de la sección de Teatro de El Cultural, terminó por decantarse por la contribución a la escena de Mayorga. Si en un principio la directora Ana Zamora se dibujaba como posible ganadora, fue finalmente el esfuerzo intelectual del autor madrileño en la dramaturgia española quien se impuso, para jolgorio de los presentes, que celebraron sin pestañear el reconocimiento de quien ya es veterano. Su trayectoria se inició hace 20 años con Cartas de amor a Stalin, una obra de tesis sobre la actitud que conduce a las ideologías. Y es que el suyo es un teatro de ideas, bien en la comedia, la parodia o en propuestas serias e incisivas como la premiada.
Encargada por Gerardo Vera poco después del 11-M, La paz perpetua no fue una campaña fácil para quien la firma. Buscó Mayorga durante meses la vía para el atrevimiento, y le salió una obra que no trata tanto del terrorismo como de lo que sus enemigos podemos o no podemos hacer para combatirlo". Y es que el carácter poliédrico de sus historias ha sido la clave de su éxito. "Supongo que siempre que se premia a un trabajo se está reconociendo también a una idea del teatro, y a otra mucha gente que como yo apuesta por una escena entretenida y divertida, pero que dé qué pensar", afirmaba el autor tras recoger su premio. "En esta pieza, como en las otras, he buscado un espacio para la crítica y para la utopía", reconocía quien, además, ha sabido dotar de poesía una historia en torno a una de las mayores preocupaciones del ser humano (de occidente) en el siglo XXI. Y no en vano se ha traducido ya a ocho idiomas.
"Lo importante no es hacer obras que hablen sobre el horror, sino historias que intenten explicar cómo luchar contra él. Estamos viviendo años de vuelos fantasmas, de cárceles secretas, ese debate debe estar no sólo en el espacio de los dirigentes, sino de cualquier mente inquieta", amplía Mayorga, que cree que el posible acierto de su propuesta es "la controversia que genera en el espectador". No es una arenga contra la tortura, distingue, sino un intento de mostrar "las fallas" de una cuestión.