La metamorfosis de Domingo

Plácido Domingo. Foto: Sergio Enríquez

La agenda profesional de Plácido Domingo, a sus 67 años, continúa produciendo auténtico vértigo, pese a que son muy pocas las cosas que le quedan por hacer en el campo de la ópera. Una de ellas era su esperado debut en el papel titular, de barítono, en el Simon Boccanegra verdiano. Se quitará la espina mañana, en la Staatsoper berlinesa y a instancias de Barenboim. Es el suma y sigue al que nos tiene acostumbrados el tenor madrileño. Tras haber convencido a los wagnerianos más exigentes con su Lohengrin, Parsifal o su Siegmund en La Walkyria, que aún aborda con dignidad, en los últimos años ha enriquecido su repertorio con personajes de una gran humanidad y nobleza expresiva como el Cyrano de Bergerac de Alfano o el Bajazet de Tamerlano, el único gran papel operístico escrito por Händel para un tenor. Sin olvidar los estrenos mundiales de El último emperador de Tan Dun o de La mosca de Howard Shore, esta última como director. También ha celebrado los 40 años de sus debuts en el Met con el mismo papel de entonces, el Maurizio de Adriana Lecouvreur, y en la Arena de Verona, con una gala con fragmentos de Carmen, Otello y Cyrano.
No es la primera vez que Domingo coquetea con el registro baritonal de sus orígenes. Hace un par de temporadas abordó el papel de Oreste en Iphigénie en Tauride de Gluck en Nueva York y en Valencia. Pero hay que reconocer que, en aquella ocasión, la juventud representada por el personaje le permitió afirmar aún su arrojo de tenor frente a Paul Groves e Ismael Jordi, los respectivos Pylades. Esta vez, sin embargo, tendrá que encontrar los tonos graves y oscuros para hacer plena justicia a este regente con un turbulento pasado de antiguo corsario. Uno de los personajes más completos del compositor de Busseto, que demuestra que ésta era su cuerda favorita, para la que escribió sus figuras más conmovedoras. De hecho, resulta mucho más interesante que la parte del tenor en esta obra, Gabriele Adorno, que Domingo ha llevado al disco, e incluso encarnó en el Met en el mismo montaje de Giancarlo del Monaco. No es de extrañar, por lo tanto, que el dux genovés haya seducido al cantante español.

Los compañeros escogidos para esta nueva aventura que arranca mañana en la Staatsoper de Berlín son de primera fila, comenzando por Daniel Barenboim, que presentará la obra en dos series, en octubre y marzo, coincidiendo con los Festtage. Este mismo montaje -una coproducción con La Scala, de la que el maestro hispano-argentino es principal director invitado, con puesta en escena de Federico Tiezzi, decorados de Maurizio Balò y vestuario de Giovanna Buzzi- viajará en abril a La Scala de Milán con prácticamente el mismo elenco, que completan dos sopranos emergentes, la greco-alemana Anja Harteros y la italiana Adriana Damato, los bajos Kwangchul Youn y Ferruccio Furlanetto, y el tenor Fabio Sartori. Para entonces, el tenor madrileño también habrá celebrado los 40 años de su presentación scaligera con el acto I de La Walkyria, el 9 de diciembre, junto a Nina Stemme y el inseparable Daniel Barenboim.

Ya en 2010, después de pasear Simon Boccanegra por el Metropolitan en enero (con James Levine a la batuta, y Adrianne Pieczonka, Marcello Giordani y James Morris de compañeros) y por el Covent Garden en junio (en el eficaz montaje de Elijah Mos- hinsky, con Antonio Pappano en el foso y el tenor maltés Joseph Calleja), recalará finalmente en su ciudad natal. Será en Madrid donde, por el momento, concluya este primer contacto con el controvertido monarca, a lo largo de tres únicas funciones, los días 22, 25 y 28 de julio, que ya han despertado una enorme expectación, pues también supondrán el debut escénico de la "deseada" Angela Gheorghiu en el coso madrileño, y los ya citados Marcello Giordani y Ferruccio Furlanetto, en la conocida producción de Giancarlo del Monaco, de dimensiones algo más modestas que la neoyorquina. Para las otras cinco fechas se ha reunido también un elenco de altura, con Carlos álvarez, Inva Mula, Roberto Aronica y Giacomo Prestia. Será, sin duda, un broche de oro para el mandato de Antonio Moral y Jesús López Cobo.