Retrato del poeta por Bores

El último Lorca era una persona esperanzada. El escritor que dejó Madrid para refugiarse, sin éxito, en su tierra cinco días antes de aquel 18 de julio de 1936 no veía las cosas negras. "Al menos en el teatro", sostiene Miguel Cubero, actor que da el paso a la dirección con Los sueños de mi prima Aurelia, que estrena el miércoles en el Teatro de La Abadía. El texto es en realidad el primer acto de una obra inacabada, la última que Lorca estaba escribiendo y con la que regresaba a su casa y sus gentes de la Vega de Granada. Con ella quería completar una trilogía (Doña Rosita la soltera, Mariana Pineda), pero la obra cayó en el olvido con menos suerte que El Público o Comedia sin título. Y ha sido precisamente esta circunstancia la que ha dado la pauta a Cubero y al resto del equipo que levanta esta producción. Su excepcional naturaleza les ha abierto las puertas de los recién inaugurados Talleres de Exploración de La Abadía, donde investigan los textos y su posterior puesta en escena. En el caso de Los sueños de mi prima Aurelia, a la que Cubero se refiere como un "boceto escénico", han ido más allá de la lectura dramatizada, pero sin llegar a convertirla en una función canónica. "Hay que experimentar más con Lorca, perderle el respeto y olvidar que es una vaca sagrada".