Albert Boadella con su actores de Joglars

Joglars es la compañía privada más longeva de Europa. Para celebrar sus 50 años ha rescatado un antiguo espectáculo, 'El Nacional', que ha convertido en un musical sobre 'Rigoletto', y que presenta en el Teatro Nuevo Alcalá de Madrid. En él ataca a la cultura elitista y resume su ideario del oficio teatral. El Cultural habló con los actores para indagar sobre estos y otros asuntos.
Que Joglars celebre sus 50 años es toda una proeza. Lo sería para cualquier empresa, pero tratándose de una compañía de teatro la hazaña adquiere tintes casi épicos. Albert Boadella prefiere hablar de Joglars como "de auténtica utopía", de cómo la "isla" que erigió en la región del Ampurdán, en Cataluña, con un grupo de actores en la década de los 60, continúa activa felizmente y con miembros que le profesan una fidelidad ciega. "No creo que haya existido ni en España ni en Europa un grupo artístico como el nuestro, que haya podido trabajar en un ambiente sano y feliz, tener éxito y que se haya mantenido unido durante tanto tiempo".



Esta "utopía" ha atravesado también momentos críticos. Boadella es tan célebre fuera del teatro como dentro. Nunca ha dejado de hacer un teatro crítico, de satirizar sobre los temas más candentes. Y sus posicionamientos ideológicos, siempre a contracorriente, le han procurado enemigos, conflictos políticos serios e, incluso, perder un número importante de espectadores. Por ello, cuando el director echa la vista atrás concluye que estos 50 años han sido una "tragedia divertida", momentos gloriosos alternados con episodios conflictivos. Y señala dos cruciales: en 1977, cuando el director y los actores de entonces fueron encarcelados por La Torna, con todas las derivaciones que tuvo la fuga de Boadella. Y el destierro actual de Cataluña que el grupo vive desde hace cinco años como consecuencia de su crítica al nacionalismo catalán y del boicot orquestado por los medios de comunicación a su trabajo. Un rechazo que, en opinión de Boadella, coincide con su apoyo a la plataforma Ciutadans: "Nuestra ruptura con la tribu ha sido difícil en todos los sentidos. Nos hemos ido de un mercado, pero más que dolor sentimental, es desde el punto de vista de la indignación y la decepción que supone que los propios ciudadanos nos rechacen".



Tributarán en Madrid

La negativa de la Generalitat a darles subvenciones -"por hacer teatro en castellano"- y la total ausencia de ofertas de contratación de teatros catalanes les ha animado a trasladar definitivamente su sede fiscal a Madrid, donde ha abierto oficina permanente. "No vamos a pagar impuestos en Cataluña".



Pero ¿comparte el resto del grupo las ideas del jefe? Ellos han vivido el rechazo de una manera directa: "No actuamos allí porque no hemos tenido más remedio, hemos sido obligados a irnos, vale, entendimos el mensaje" (Pilar Sáenz); "Aquí cada uno tiene sus ideas y, de la misma forma que no preguntamos por la tendencia sexual, tampoco por su ideología. Si seguimos aquí es por una cuestión de armonía. A mí me compensa. Es a la sociedad catalana a la que no le gustan las decisiones políticas de Boadella" (Ramón Fontserè). "Antes de entrar en esta compañía ya sabes quién es Boadella, a nadie le sorprende, sabemos que es una figura polémica" (Dolors Tuneu).



Aun así el grupo sigue trabajando a las faldas del Collsacabra. La compañía adquirió en los 80 una finca, el Llorá, con una casa impresionante, y cerca de allí se encuentra la cúpula geodésica donde ensaya. Mientras duran los ensayos, los miembros conviven en el Llorá, en unas condiciones excepcionales que ni soñaría un actor: habitaciones individuales, instalaciones deportivas, cocinera extraordinaria.



Begoña Alberdi es una antigua conocida del grupo. No es actriz, sino soprano y colaboró con Joglars en El Nacional de 1993 y en Ubu President. Ahora ha vuelto para esta reposición e ilustra cómo es la disciplina en el Llorá, tan diferente a la de los teatros de ópera a los que está acostumbrada: "Al principio resulta difícil trabajar así, no dejas de estar conviviendo con otras personas, pero te conduce a una situación emocional en la que todo el mundo está muy concentrado en la obra. Hay una sala con un enorme piano de cola que, para nosotros, los cantantes, es un regalo para los momentos de descanso".



Sagrada paciencia

El confort es importante, así como las condiciones salariales (los actores tienen un sueldo durante todo el año), pero lo que realmente les estimula es trabajar con una personalidad artística como la de Boadella. Todos coinciden en que su mayor virtud es la paciencia, algo que él mismo reconoce: "Tengo buen carácter, soy paciente, me gusta el ambiente sano y alegre y creo que he sabido transmitir estos ideales al grupo". Por eso, no es solamente el currículum o las aptitudes dramáticas lo que tiene en cuenta Boadella a la hora de seleccionar a un nuevo miembro, sino "el buen rollo". También que "se complemente artísticamente con el resto del equipo. Albert siempre busca colores interpretativos", explica Dolors Tuneu, que se incorporó al grupo en 1997.



Jesús Agelet, junto con Jordi Costa, es el más veterano, lleva 32 años, y para él lo mejor del director es su capacidad para reinventarse: "Siempre he dicho que el día que deje de sorprenderme, me marcharía de la compañía. Sigo aquí, viviendo del teatro y con una gran calidad de vida. Lo excepcional de Boadella es que te hace sentir cómplice de la obra que construye, y eso no es fácil de conseguir en otras compañías".



Si para Boadella sus actores "se conocen tanto que casi no necesitan director", éstos se refieren a él "como un gran director y gran pedagogo" (Fontserè), que "da una gran libertad, si arriesgas y le propones cosas, muy abierto a las sugerencias" (Tuneu), y que "aplica un método muy artesanal, cuidando mucho los pequeños detalles, para desarrollar un trabajo interpretativo muy potente. "Te consulta muchísimo, es muy cuidadoso. Y todo un melómano" (Alberdi).



Pilar Sáenz es, junto con Fontserè, uno de los pilares de Joglars. Entró en la compañía en 1987, con 17 años, y según recuerda el director, tuvo que pedirle permiso a sus padres para que se quedara: "Es una actriz que, como Ramón, asume lo que le echen. Si revisáramos un fragmento de cada uno de los personajes que han interpretado, no los identificaríamos. Detesto a los actores que se reconocen haciendo un personaje. Ellos son lo contrario".



Sáenz dejó durante dos años la compañía e intentó hacer teatro en Barcelona, pero regresó a ella para interpretar la trilogía (Ubu, La increíble historia del Dr. Floït y Mr. Pla y Daaalí) con motivo del 40 aniversario. Pero sí ha habido deserciones definitivas, como las de Eduard Fernández, Sergi López, o la más reciente de Xavi Boada.



Esta isla artística en el Ampurdán, con su ambiente exquisito y su punto monacal, tiene lógicamente su talón de Aquiles. La mayoría de los actores viven en Barcelona con su familia y es durante los ensayos que residen en el Llorá. "Llevamos una convivencia muy continuada y es necesario tener claro los límites de nuestra privacidad. Fue el consejo que me dio Boadella cuando entré", comenta Tuneu. Además, la compañía gira mucho por lo que los actores suelen estar poco en su nido, lo que también fatiga, como subraya Minnie Marx. Esta actriz escocesa, de marcado acento inglés, llegó precisamente a Joglars con El Nacional y sus compañeros no se dieron cuenta de su desconocimiento del catalán hasta que comprobaron cómo se reía estrepitosamente cuando tradujeron la obra al castellano. Con su actuación, Marx tiró por tierra el método Stanislavski.



200 personas en Joglars

Agelet hace memoria y comenta que unas 200 personas, entre actores y miembros del equipo técnico y de producción, han pasado por Joglars, una cifra reducida y que lleva a pensar en permanencias muy prolongadas. Las incorporaciones más recientes son las de Xavi Sais y Lluís Olive, hace más de un lustro. Lo que ahora está en el aire es el retiro de Boadella, que acaba de cumplir 68 años: "Pienso en Peter Brook, que se ha retirado este año de su teatro con 86 años. Lo que sí puedo decir es que Boadella tiene una energía increíble, capaz de tumbarnos a cualquiera de nosotros", afirma Fontserè.

Contra un teatro elitista y petulante

El Nacional se estrenó en 1993 a raíz de la actuación de la compañía en el Teatro del Odeón de París, un coliseo ostentoso y funcionarial cuya dinámica contrastaba con la idea que el grupo tenía del oficio. La obra presenta a Don José, el acomodador de un viejo teatro nacional de ópera en decadencia que asume resucitarlo. Él decide estrenar Rigoletto, pero con una compañía de indigentes a los que adiestra en el arte operístico. Para celebrar los 50 años Boadella ha encontrado muchos motivos para rescatar esta obra. Ha introducido cambios y, sobre todo, la ha hecho mucho más musical. Cree que se adecua a estos momentos críticos de la economía y permite hablar de su oficio: "La he elegido porque es intemporal, habla del teatro con el que me identifico, un teatro nada elitista, de gente asilvestrada, gueto de artistas canallas y que no tiene nada que ver con la farándula elitista y petulante. También pienso que resume muy bien los 50 años de esta tragedia divertida que hemos vivido en Joglars". Tiene gracia que él, que dirige uno de los teatros más megalómanos de Madrid, los Teatros del Canal, los satirice desde una sala privada: "Bueno, yo ya intento en la programación del Canal contrarrestar su lado ostentoso. Y, por otro lado, a mí nadie me ha comprado mis ideas, esta es mi libertad. Pero no olvidemos que la obra apunta contra los teatros de ópera, los que con sus proyectos faraónicos se comen el presupuesto escénico, dejando para el teatro las migajas".