El dramaturgo Ariel Dorfman. Foto: Archivo

Ensayista, narrador, dramaturgo, profesor y periodista, Ariel Dorfman (Buenos Aires, 1942) es autor de Purgatorio, la obra que estrena Viggo Mortensen y Carmen Elías, dirigida por Jose María Mestres, el próximo viernes, 4 de noviembre, en las Naves del Español de Madrid. Nacido en Argentina, Dorfman ha vivido entre Chile y Estados Unidos. A los dos años su familia se instaló en Estados Unidos y cuando tenía doce, en Chile, país del que salió huyendo tras el golpe de Pinochet. Quizá este exilio explique que su teatro, con piezas que han sido adaptadas al cine (La muerte y la doncella, de Polanski), aborde un tema recurrente: el de los exiliados y los refugidos, el de las víctimas y los verdugos.



PREGUNTA.- ¿Es Purgatorio una extrapolación del mito de Medea y de Jasón?

RESPUESTA.- De hecho, cuando empecé a escribir esta obra, no sabía quiénes eran ese hombre, aquella mujer, solo que se estaban enfrentando, solo que no podían escaparse de su destino en el más allá sin la ayuda del otro. Pero hacía tiempo que me preguntaba qué sería de Medea después de su crimen contra sus hijos, si Jasón podría algún día perdonarla, y a la vez me interesaba a Jasón como arquetipo del aventurero y héroe que abandona a su mujer y la manda al exilio después de que ella le entregó lo que llamo "las llaves del reino y de su cuerpo". Aunque ese mito resuena en la vida y la memoria de mis protagonistas, darles esos nombres específicos podría limitar su significado, restringir su encarnación de una vasta humanidad contemporánea, aquello que representan, los problemas nuestros cotidianos de que se hacen eco y espejo.



P.- El tema de la venganza y el perdón es un asunto muy constante en su obra dramática. Y es también un tema muy actual en España, donde se discute en estos momentos si podemos perdonar a los terroristas de ETA y dejarles entrar en las instituciones políticas para que gobiernen a sus víctimas. ¿Usted qué opina?

R.- Es una conversación que vale la pena llevar a cabo y ojalá que mi obra ayude a la profundización de este diálogo, difícil y trascendental e impostergable, entre víctimas y victimarios. Lo que Purgatorio plantea es que ambas partes necesitan entrar muy a fondo adentro del enemigo para entenderlo, comprender desde dónde viene la violencia que impulsó, si vamos a superar el odio. Pero claro que el perdón no es posible sin un verdadero arrepentimiento, sin reconocer el daño que se hizo. Y a veces ni siquiera en ese caso.



P.- ¿Quizá su enfoque es más religioso, en el sentido que tiene el perdón para la cultura judeocristiana?

R.- No practico ninguna religión. Soy agnóstico y decididamente secular. Si hay alguna influencia en la obra y su retrato del otro lado de la muerte y la búsqueda del perdón, vendría tal vez del budismo. Y la búsqueda del perdón, cómo deshacernos de la rabia, proviene de mi experiencia de vida, cómo me debatí yo mismo en la pregunta sobre la necesidad terrible de convivir con mis adversarios y a la vez cómo fui descubriendo cómo es inviable tal convivencia sin justicia.



P.- ¿A diferencia del ensayo o la novela, los otros géneros que también practica, qué exigencias o virtudes encuentra en el género teatral para tratar estos asuntos?

R.- Tal como los protagonistas no pueden escapar de esa pieza extra-terrestre (que es su propia mente interconectada en una espiral perversa), tampoco lo pueden hacer los espectadores. El tiempo del teatro es el ineludible presente, esa cárcel que compartimos con los actores y, claro, nada puede ser más, bueno, dramático. Además, el teatro fuerza a la síntesis, a que cada palabra sea examinada por quienes la van a enunciar en un escenario, y es un género, por ende, que constituye un gran desafío.



P.- Vive en Estados Unidos y tengo entendido que se siente americano. ¿Qué rasgo destacaría de las sociedades anglosajonas frente a las latinas?

R.- Me siento sumamente americano, es decir, de las dos Américas, de múltiples Américas, coexistiendo y debatiéndose contradictoriamente en mi interior, lo que crea una seductora tensión en mi existencia. Acabo de terminar el segundo volumen de mis memorias, Entre Sueños y Traidores: un stiptease del exilio (que sacará Planeta el año que viene), donde exploro este tema a fondo. Mis raíces están en América Latina y mi vida actual principalmente en los Estados Unidos (un país, por lo demás, con más de cuarenta millones de latinos). Es la hora, espero, de la gloriosa hibridez frente al estrecho fundamentalismo nacionalista y me siento feliz de ser parte de esa búsqueda de una humanidad formada de muchas fuentes e inspiraciones.