Image: 'El tiempo y los Conway' la nueva desesperanza en Europa

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Escenarios

'El tiempo y los Conway' la nueva desesperanza en Europa

Juan Carlos Pérez de la Fuente dirige un montaje de la obra de Priestley que se estrena este miércoles en los Teatros del Canal

18 enero, 2012 01:00

Luisa Martín y Juan Carlos Pérez de la Fuente. Foto: Sergio González

John Boynton Priestley comienza el año como lo acabó. Si 2011 fue el de la resurrección del escritor británico en los escenarios nacionales con hasta tres obras en la cartelera, el presente comienza con la llegada a Madrid de una de sus obras más famosas, El tiempo y los Conway, que comenzará sus funciones el miércoles en los Teatros del Canal.

El montaje es una producción de Juan Carlos Pérez de la Fuente que al dirigirla cumple una promesa que se hizo hace mucho tiempo, por los años ochenta, cuando la leyó por primera vez. "Me encantó, pero me pareció tan difícil que no me veía capaz de hacerla, por lo que me dije que ya la haría más adelante". Y esa ocasión ha llegado, en un momento, además, en el que la desesperanza cunde por toda Europa, como pasaba cuando el dramaturgo inglés la escribió en 1938.

El tiempo y los Conway recoge las ideas de John William Dunne sobre la no linealidad del tiempo a las que Priestley era tan aficionado. Tomándolas como punto de partida el autor trazó una obra en la que el primer acto se desarrolla en una noche de 1919 mientras una familia encabezada por la madre, interpretada por Luisa Martín, celebra un cumpleaños. Luego salta casi 20 años, hasta 1937, para mostrar a los personajes aún vivos durante otra reunión en la misma casa. Y para finalizar vuelve a la escena original, a la cena familiar, recién acabada la Gran Guerra cuando "todos son felices, están llenos de ilusión y con ganas de comerse el mundo", indica Pérez de la Fuente.

"Me encanta el contraste del inicio con el desencanto de 1937, la amargura que les ha invadido al ver que sus sueños no se han cumplido o que, por ejemplo, tienen que vender la casa de familiar. Pero aún mejor es que después de esos reveses de la vida vuelven a empezar, a ser los alegres jóvenes de 1919, sin saber lo que les espera, algo que sí que sabe el público, pues todo ocurre delante de ellos, que ven lo que les pasa como si estuvieran mirando por el ojo de una cerradura".

Delante de ellos también ocurre el doble paso del tiempo de la obra. Esos saltos los ha montado Pérez de la Fuente sin descansos para que los actores cambien de época y puedan adaptarse a la nueva detrás del telón. "No quería hacerlo con entreactos, me parece que eso es un error", continúa el director, que ha optado porque los intérpretes envejezcan casi 20 años en apenas 45 segundos. "El cambio no debe ser con mucho maquillaje ni otros efectos, ha de ser interior, de construcción del personaje", tanto al dirigirse hacia 1938 como cuando la obra retrocede hasta 1919.

Algo parecido ocurre con la escenografía, aunque ahí sí ha tenido Pérez de la Fuente un pequeño problema con los decorados creados por el propio director. Y es que para el segundo acto las paredes deben inclinarse levemente hacia los espectadores, dejando un escenario un poco reducido, encogido y sin la alegría del principio. "En una función una señora se puso a chillar que una de las paredes iba a caerse por lo que hemos decidido que no se mueva", explica el director sin darse cuenta de que, tal vez, El tiempo y los Conway volvía a presagiar el hundimiento que otra vez acosa a Europa, aunque en esta ocasión la guerra no asome por el horizonte. Por si acaso Pérez de la Fuente comenzará a la vez que las funciones de la obra de Priestley su nuevo proyecto, una Orquesta de señoritas con aromas españoles.