Jesús Bonilla, por Gusi Bejer.

Después de 19 años alejado de los escenarios, el popular actor y director Jesús Bonilla vuelve con una comedia ambientada en las aulas, Historia de 2, de Eduardo Galán. En ella cambia de registro pues interpreta a un culto profesor decepcionado con su oficio. La estrena en el Amaya de Madrid el día 13.

Pregunta: Va a ser una sorpresa verle como profesor de Literatura, porque usted es popular por Santiago, de la serie Los Serrano...

Respuesta: Si los actores no sorprendemos, mal andamos. Tenemos que tener algo de magia, como los ilusionistas, que sorprenden con sus trucos. Esa es la esencia de nuestro trabajo. Cuando hice Makinavaja sorprendí con la manera de hablar, en Periodistas hice un registro distinto y en Los Serrano era un cazurro buena persona y caritativo. Y ahora me toca ser profesor.



P: Un profesor decepcionado...

R: Sí, se le vienen encima las nuevas tecnologías que él no domina, los nuevos métodos educativos, sobrepasado con la masificación, con la mezcla de culturas...



P: ¿Es una obra que reflexiona sobre la educación?

R: El autor, Eduardo Galán, es profesor de Literatura, o sea, que conoce bien los problemas educativos. El texto es una manera de ver las aulas por dentro, contada con humor. En la obra somos dos, una madre muy joven que trabaja en un supermercado, con un marido ausente y un hijo que se le ha ido de las manos. Y mi personaje, Ortiz, que tiene que hacer un doble esfuerzo: vigilar al chaval y también a la madre para que sepa educar al hijo.



P: Todos recordamos un profesor ¿cuál fue el suyo?

R: Pues hace poco, en Talavera de la Reina, me encontré con uno que me influyó muchísimo e hizo que me gustara la Historia: Don Marcial. Entonces les llamábamos con don, que es otra de las cosas que ha desaparecido. Creo que esa falta de autoridad tiene sus consecuencias. No hemos marcado la distancia del que enseña y del que aprende, y no todos somos iguales.



P: ¿Por qué ha tardado tanto en volver al teatro?

R: Casi 19 años. He estado saltando de una serie a otra, intercalándolas con películas. Suena bonito, pero son doce horas diarias de trabajo, más las horas de transporte. Llega un momento en que quieres cambiar de hábitos. Echaba mucho de menos el teatro.



P: Sí, porque usted se forjó en las tablas.

R: El teatro es la esencia del actor y quien no se forja en él no tiene las herramientas bien engrasadas. El cine y la televisión se hacen a base de trucos, de montar, cortar y pegar. Además, me encanta tener al público en directo, esa adrenalina no te la da el cine ni la tele, y las giras.



P: Ahora están de capa caída.

R: La crisis nos afecta a todos, pero curiosamente en tiempos de crisis el teatro se ha mantenido. Parece como si la gente necesitara un respiro, llamémosle mental. Cuentan que durante la Guerra Civil los teatros estaban llenos.



P: ¿Une más la convivencia en la televisión o en el teatro?

R: La convivencia entre los actores siempre es cerrada y nos tenemos que llevar bien por narices, como en las familias. Es imposible llevarse mal, si hay un problema se pide perdón y ya está. El espíritu del comediante implica tolerancia, si uno falla en escena, hay que echar una mano y esas cosas unen.



P: Lo que he notado es que ahora hay más actores de cine y televisión en los escenarios.

R: Las caras populares de la televisión se supone que funcionan más en el teatro, pero sólo en principio porque puede ocurrir que la gente salga decepcionada. También los empresarios lo tienen en cuenta.



P: ¿Y ahora qué va a pasar con Antonio Resines, con el que tantas horas de trabajo ha compartido? Esto es un divorcio en toda regla.

R: Resines va a hacer una serie y me había propuesto, pero han dicho que no quieren otra vez Los Serrano. La televisión invade tanto la vida de la gente que es muy difícil que dos actores identificados con dos personajes puedan luego hacer algo distinto. Tiene que pasar tiempo. p: Al saber que usted es de La Pueblanueva (Toledo) he comprendido mucho mejor al cascarrabias Santiago.

R: Me crié en Las Vegas de La Pueblanueva, uno de esos pueblos de colonización que se hicieron en los 50 donde conocí personajes que ya están desapareciendo. La brusquedad de los toledanos, esa cosa del campo, lo metí en Santiago y sorprendía mucho a la gente de la capital.