El productor teatral y presidente de la productora Pentación sucede a Blanca Portillo al frente del Festival de Teatro de Mérida, que arranca el jueves. En su 58ª edición, Jesús Cimarro se ha propuesto devolver el teatro a sus esencias pero sin renunciar al público.
Una obra que contrapone textos griegos antiguos y otros del siglo XX inaugurará el jueves la 58 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Hélade, dirigida por Joan Ollé e interpretada por José María Pou, Lluís Homar, Concha Velasco y Maribel Verdú, abre una muestra que tiene otras novedades. Como su gestión y dirección, que corre a cargo por primera vez de una empresa privada, Pentación, cuyo presidente, Jesús Cimarro, recibe a El Cultural en su despacho del céntrico Teatro de La Latina de Madrid.-Con la que estaba cayendo, hace dos años, compró este teatro. Ahora, cuando la crisis se agudiza más, se estrena como director del Festival de Mérida. ¿Le gustan los retos?
-Disfruto mucho de los retos. No hace falta que diga que comprar un teatro conlleva una serie de retos. Lo vivimos como una aventura que nos produjo miedo y vértigo, pero que ha merecido la pena. Como esperamos que ocurra con el Festival de Mérida, otro auténtico reto ante el que todo el equipo está expectante e ilusionado. Es cierto que vivimos en un vaivén continuo de recortes, que cada día nos levantamos con un susto nuevo y que ningún pronóstico es bueno. Pero nosotros pensamos que merece la pena arriesgarse. Queremos que la gente y la profesión teatral vuelva a las gradas del teatro romano, que disfruten tanto de la programación del festival como de la propia ciudad. Todo forma parte del conjunto. Pero que conste que no estoy llamado a ser el salvavidas del Mérida.
-¿Qué va a diferenciar la programación que ahora empieza de las anteriores ediciones?
-Queremos recuperar la esencia del festival, el teatro grecolatino. También vamos a hacer lo posible para devolverle su carácter internacional, aunque este año, por la premura con la que empezamos a confeccionar la programación en marzo, no va a haber compañías o directores de fuera, pero sí un foro de festivales internacionales que nos gustaría que fuera permanente. Otra de las líneas maestras es que la profesión extremeña esté presente a la misma altura que las demás, que sus espectáculos tengan el mismo trato que el resto, como pasa este año con dos obras de compañías locales. Aunque el festival recorrerá la ciudad, el centro será el teatro romano.
-¿Cómo se traducen todas esas ideas en el programa?
-Intentamos que haya un poco de todo. Tragedias y comedias, obras antiguas y modernas, como Hélade, que confronta textos clásicos y otros más modernos. Habrá tiempo también para Bacantes, en la que conectaremos en directo con un dj que va a estar en los Juegos Olímpicos de Londres. Hemos preparado una programación ecléctica para atraer a todo tipo de público. Sin olvidarnos de que figuras de la escena española, como Concha Velasco o Juan Carlos Pérez de la Fuente, debutarán en el Festival.
-¿No teme que al dirigirse a todos los públicos sacrifique las esencias del teatro?
-El riesgo siempre existe. Cuando escoges una opción dejas fuera otras. Lo que sí podemos decir es que proponemos espectáculos de calidad y popu- lares, que no populacheros. Obras vivas para le gente de nuestro tiempo, porque el teatro no puede estar inmóvil.
-¿Hay espacio para tantos festivales en España?
-Posiblemente. Pero no hay datos objetivos que así lo certifiquen.
-¿Y para uno como Mérida, centrado en un repertorio tan específico?
-Digamos que ése es su talón de Aquiles, pero también una de sus principales virtudes, y su razón de ser. Las obras grecolatinas no han perdido un ápice de actualidad. Tienen cientos de años, pero aportan una visión actualizada de la realidad, mejor incluso que algunos textos de la más rabiosa actualidad. Recurren a la metáfora para tratar de explicar lo que nos está pasando. Textos como Medea, Anfitrión o Bacantes adquieren una nueva dimensión en función del contexto en que son interpretados. No es lo mismo que los lleve a escena un director griego que uno español o portugués.
Control de la junta
-Como dice el lema del Festival: cuando cae la noche empieza la magia del teatro...-Exacto. El teatro es pura magia. Son palabras, sí, pero todo depende de quién y de cómo las pronuncie. En Mérida no vale cualquiera ni cualquier cosa. Lo primero que tiene que hacer un director que va a estar en el Festival es ir a la ciudad para conocer el entorno y su gente. Debe empaparse, vivir el espacio, un teatro con una boca de casi 50 metros y unas gradas con capacidad para cerca de 3.000 personas. Sólo con eso ya se dará cuenta de que está en una situación distinta a las que ha vivido. A partir de ahí, tendrá que darle vueltas a la cabeza para garantizar una experiencia única.
-¿Cómo puede sobrevivir un Festival a la dichosa crisis?
-La crisis está cambiando el modelo de gestión del país. Estamos ante una nueva etapa en la que la externalización de la gestión y dirección del Festival viene a solventar algunos problemas y a convencernos de cambiar el chip. Me gustaría que este proyecto saliera adelante y que la vía de gestión que proponemos cuajara. Eso sí, quiero dejar claro que no se trata de un modelo de barra libre. Estamos sometidos a un férreo control por parte de la Junta de Extremadura y del Patronato. Lo único que se ha externalizado es la gestión y la dirección.