Escena de Proyecto Milgram

Proyecto Milgram se estrena el viernes en el Teatro Valle-Inclán de Madrid

Lola Blasco es una joven autora de teatro que hace suya frases como "la forma que tiene el arte de salvarnos es la belleza". Es edificante oír sentencias así en las nuevas generaciones de dramaturgos, después de años en los que el protagonismo lo han tenido los feístas y performers de la naúsea. Pero Blasco tampoco es una esteta, sino una joven alicantina de 29 años que pretende con Proyecto Milgram entretenernos y hacernos reflexionar sobre "los mecanismos de obediencia a la autoridad".



Su texto inaugura el Laboratorio Escritos en la Escena que el Centro Dramático Nacional ha puesto en marcha para apoyar la escritura a pie de escenario. Es el primero de cuatro proyectos que han sido seleccionados para que el autor y un equipo integrado por un director y varios actores que no se conocían vayan reescribiendo un texto juntos. Un proceso de ocho semanas que finaliza con su estreno en el Valle Inclán, el próximo 6 de julio, en forma de semimontado.



Los experimentos científicos tienen en los dramaturgos españoles una fuente de inspiración (Sanchis Sinisterra, Antonio Alamo) y ésta obra de Blasco bucea también en el que ideó el investigador Stanley Milgram para investigar sobre el aprendizaje y la memoria. Consistió en una suerte de representación en la que un participante en el rol de profesor, incitado por un investigador, le hacía una serie de preguntas a otro participante en el rol de alumno que tenía que recordar las respuestas dadas por el participante-profesor. Si se equivocaba, el profesor infligía un castigo (descargas eléctricas) para ayudarle a recordar. Si el profesor dudaba en aumentar las descargas, era instigado a continuar por el investigador "en nombre de la ciencia".



El experimento, según Milgram, pretendía "probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos". Lo curioso es que Milgram hizo este experimento inmediatamente después del juicio a Eichmann en Jerusalén, en el que fue condenado por crímenes contra la humanidad por su participación directa en la organización y aplicación de la "solución final" en los campos de concentración alemanes.



Blasco y el director de escena Julián Fuentes Reta (Mundos posibles, este año en La Abadía) han unido estas dos temáticas, aunque el asunto Eichmann no se presenta bajo ninguna aspiración historicista, sino más bien como mera ilustración del experimento que el director y los actores representan en escena.



"Aquí no se trata de representar lo que ocurrió ", explica Blasco, "sino de indagar sobre nuestra forma de ser de los humanos, capaces de provocar el holocausto judío y muchos otros. No olvidemos que todos somos Eichmann en potencia. En realidad, esta obra reflexiona sobre el mecanismo de un sistema en el que todos obedecemos sin cuestionar si se tiran bombas sobre civiles".