Manolo Sanlúcar durante un concierto en 2010. Foto: El Mundo
- "Propuse hace años un sistema que comprendía impartir clases con cuatro guitarristas por los que los alumnos, divididos en grupos, iban rotando. De esa manera se pasaba por toda la materia del flamenco. Pero este año lo he hecho de manera individual, en un curso de cuatro días. Viene gente muy capacitada y yo trato de que adquieran una formación profunda la guitarra, un análisis de las materias desde parámetros muy serios, porque el flamenco se ve siempre como un divertimento y yo, después de muchos años tratando esta cultura, le doy un punto de vista escolástico".
Es cierto, hoy que ya hay cátedras de flamenco, que el jondo es Patrimonio inmaterial de la Unesco y que intelectuales como Félix Grande pelean por que su poesía se estudie en los colegios, muchos flamencólogos coinciden en que fue Sanlúcar el que trajo el análisis y la observación a la guitarra, técnicas empleadas, insiste, a través de un método riguroso que contempla la parte artística y la metodología guitarrística. El músico es consciente de su aportación y agradece que hoy los flamencos reciban estímulos de todos los rincones del mundo:
- "Lo veo en mis cursos de guitarra. Antes no era habitual ver a un negro tocando por soleás con una formación sólida y con responsabilidad además. En el primer día de clases me he encontrado con estudiantes de los cinco continentes, porque la guitarra llega a lugares insospechados. Y tanta importancia que le dan al español, pues resulta que todos conocen la lengua, la han aprendido para tocar. Allí nadie traduce nada y yo apenas cojo la guitarra, lo que les explico es estructura y eso lo hago con las palabras. Pienso que es algo bueno, ¿no?".
Eso que el autor de Tauromagia enseña con las palabras es, sencillamente, estructura, nada de memorizar falsetas para que el guitarrista piense que el flamenco es "aprender un cúmulo de musiquitas y ponerse a tocar". No, para él es crear una conciencia y un comportamiento ante la cultura flamenca:
- "Tienen que saber que los guitarristas flamencos tenemos una tradición muy profunda y una responsabilidad. Si ven que no es lo suyo, les digo que se dediquen a otra cosa, a la medicina, por ejemplo, porque con las horas que hay que echarle descubrirían la cura contra el cáncer. La guitarra ha llegado unos niveles de desarrollo tan grandes que se necesita una vida de entrega para esto. Porque, además, tradicionalmente el guitarrista es el propio compositor y debe enfrentarse a la música que él mismo a creado, a diferencia de lo que sucede con los guitarristas clásicos. Por tanto, no tienes suficiente con una vida. Yo puedo garantizarte que he sido un absoluto esclavo de la guitarra como lo han sido mis compañeros que están a mi nivel profesional. Por eso muchas veces se habla con mucha injusticia, porque se creen que estamos divirtiéndonos y que somos unos chistosos y en realidad muy poca gente hay que se dedique tanto a la cultura".
Pero a pesar de una vida entera buscando el compás perfecto entre las cuerdas, sacándole la vanguardia a la pureza, desde que en la niñez tomó todo el conocimiento de su padre, Sanlúcar confiesa que hoy todavía sigue aprendiendo, porque el suyo es un campo que se extiende hacia el infinito:
- "Claro que aprendo, la guitarra es una exploración tremenda, constante, ahí es donde aparece el verdadero talento, cuando se combina el rigor con las posibilidades del toque. Nosotros tenemos unas 30 matrices y con cada una de ellas pueden hacerse todas las composiciones que se quieran. Con imaginación se crean verdaderas genialidades y hay una generación de jóvenes guitarristas que lo están logrando, gente como David Carmona y Diego El Morao, por ejemplo, que tienen una versión musical maravillosa.
Lejos de la soledad de la guitarra, a Sanlúcar le quita el sueño ahora una empresa "enorme", porque estos días, y muchos días atrás (lleva cinco años con ello), vive en el sinvivir de la culminación de la que llama "la obra definitiva" de su trayectoria. No tanto por tiempo o porque sea la última, avisa, sino porque es su herencia para la cultura en la que ha vivido toda su vida, una obra audiovisual que se llamará Sobre la guitarra flamenca y que vive con un implacable sentido del compromiso. También los participantes, de la talla de Miguel Poveda, Marina Heredia, Antonio Rodríguez, Miguel Ángel Cortés, Juan Carlos Romero, Manolo Franco, Carmen Linares y Eva Yerbabuena, entre otros muchos, se han sometido al método Sanlúcar:
- "Están implicados un montón de artistas y vamos a abordar la guitarra flamenca de manera amplia y profunda, desde el acompañamiento al cante, al baile y desde la guitarra de concierto, tanto de forma artística como académica. Llevamos 10 capítulos y quiero que se distribuya por el mundo. Como director y productor, he tenido mucha suerte de que todos se hayan sometido a mi criterio. Cuando hemos grabado y he encontrado alguna irregularidad, pues la he advertido y todo el mundo acepta la rectificación. Me parece un motivo muy importante para darle valor a esta obra, porque que un guitarrista de la talla de los que participan se preste a eso... Y, hombre, yo explico por qué tienen que cambiar algo, pero es preciosa su actitud de someterse a esa disciplina. Tiene que ser así para que pueda ser una obra ejemplar. A mí me está costando una enfermedad y espero poder terminarla antes de que me lleve a la tumba".
El proyecto tiene importancia, además, porque hasta este momento no se ha hecho nada igual en este arte, de ahí la presión por la que atraviesa el músico. Aún así, disfruta con cada avance, sobre todo con aquellos que pasan por relacionar el flamenco con la literatura, porque su verdadero objetivo, confiesa, era rendir homenaje al pueblo que está detrás, el andaluz:
- "Cuando acudes a la historia de Andalucía te encuentras con la de sus conquistadores pero no con la de su pueblo, que tiene una historia preciosa, aunque de sometimiento, pero con una existencia muy fuerte. Y, si no, pues ahí están los mozárabes, de los que todavía no se ha logrado descifrar el procedimiento musical que inscribían; y luego los gitanos con su aportación esencial".
El toro que dice que le ha pegado una buena cornada a la salud y que le tiene "cogío por la faja" no va a impedir que la deje finalizada. Y esto a pesar de las otras cornadas, las de la crisis, las de los recortes, la de la tarde de ayer: la del IVA. Ahí Sanlúcar eleva el tono, se indigna y casi llora:
- "De esto podríamos estar hablando muchísimo. Son problemas que se relacionan unos con otros, es extremadamente grave. Pero si algo podemos preguntarnos es cómo hemos podido llegar a estos extremos. ¿Qué estaban haciendo los políticos cuando se vieron la avalancha de improviso? ¿No hay un cuidado, una vigilancia? ¿Se pone todo en manos de la banca y que ella decida el funcionamiento de un país? ¿Se puede someter al pueblo de tal manera que cuando descubra el pastel ya no pueda hacer nada y esté a expensas de la caridad? Hay familias que no tienen para comer. Ahora se quiere arreglar todo en dos días, y la manera de sanar al enfermo es a través de la muerte. Esa es su respuesta. ¿Y cómo quieren, por dios, callarle la boca a la gente que sale a la calle a pedir pan para sus hijos, gente a la que se le ha quitado el dinero de un zarpazo? ¿Y la Policía? ¿Le obligamos a que salga a cargar contra esas criaturas? ¿Dónde estaban cuando pasó todo esto? ¿No les da vergüenza?
El guitarrista, arrebatado, trata de volver a la calma. Quisiera encontrar, resuelve, algo a lo que sumar su esfuerzo para responder a "la miseria moral con la que han tratado a este país". Fin de la charla. Sanlúcar vuelve a los cursos y deja una última frase como de letra de soleá: "Cuando se dieron cuenta, ya estaba todo quemado".