El trío californiano Blink 182.

No tiene nada de sorprendente que el punk dejara de ser la versión más marginal del rock para acabar convirtiéndose en un símil tonto y macarra de las boybands que forraban carpetas adolescentes a mediados de los 90. En un mundo en el que incluso los sarpullidos sangrientos de los muertos vivientes alcanzan récords de audiencia en televisión, hasta el ruido y la furia pueden reventar el share de las ondas de radio. Pero no fue hasta Blink-182 que el pop mainstream se fusionó definitivamente con el sonido de la distorsión de las guitarras y la velocidad propias de unos Green Day revisitados, edulcorados y reempaquetados para la generación inmediatamente posterior; una generación Messenger que encontró la banda sonora perfecta para sus fiestas de instituto, desmadres universitarios y sesiones gamberras alquilando American Pie y similares.



Las imitaciones, reconversiones y derivados del grupo plagaron la pasada década, engendros fabricados a imagen de los Backstreet Boys pero con atributos añadidos como el flequillo, las Vans y las guitarras eléctricas. Aquellos días estos productos tomaban la MTV y manufacturaban subestilos basados en la estupidez de las canciones de los de San Diego, logrando hacer imposible discenir entre la copia, el plagio o el estilo. Mientras tanto, Blink-182 sufría su propia historia de ascensión y caída.



Tras dos discos millonarios (Enema of the State y Take off your Pants and Jackets, rompeventas en todo el mundo, arriesgaron con un trabajo oscuro, marciano y distinto al estilo que les hizo populares. Una madurez forzada que no convenció a nadie, ni a sus fans ni a las nuevas hornadas emo que usaban su nombre en vano. Los delirios egomaníacos de su guitarrista y voz principal dieron la puntilla definitiva al grupo, que se desintegraba mientras su 'frontman' Tom Delonge daba rienda suelta a sus abcesos mesiánicos en su proyecto Angels and Airwaves. Mientras, el resto de miembros hacían los propio con otro proyecto muy originalmente titulado Plus 44. Entre dramas, rupturas, empresas paralelas y peleas mediáticas, sus fans españoles fueron perdiendo la esperanza de escuchar en directo himnos del trío como All the Small Things y What's my Age Again, ya que el combo nunca incluyó España en sus giras europeas.



Y, sin embargo, un accidente de avión en el que casi muere el batería Travis Barker hizo lo imposible y el grupo volvió a las andadas. El año pasado lograron lanzar su último trabajo, Neighborhoods, con el que retomaban parte de su capacidad melódica y alimentaban la esperanza de una aparición en España. Este jueves en Barcelona y el viernes en Madrid, los huérfanos de Blink 182 verán al fin sus sueños hechos realidad cuando las notas de Dumpweed por fin se materialicen en sonido directo y no en la rayada versión en CD de Enema of the State, aún hoy su logro más laureado. Un show en el que se espera sold out, ya que son demasiadas las generaciones que se congregan para ver a sus héroes, aunque su imagen diste mucho ya de aquellos postadolescentes que corrían desnudos en sus videoclips y que, aquellos que los conocieron por primera vez sólo puedan disfrutar de manera nostálgica con los culpables de que alguna vez se preguntaran por qué no le gustaban a nadie cuando tenían 23.