Muchos dicen que el viaje de Chavela Vargas a España fue un error. Demasiado ajetreo para una mujer de 93 años. Y es que probablemente haya precipitado su muerte. Pero Rubén Rojo piensa todo lo contrario: "Desde el día que piso suelo español estuvo feliz, plena. Era la que menos sufría el jet lag. Creo que este viaje ha sido una bonita manera de concluir su intensa vida". Él lleva siguiéndola desde hace un año, con una cámara en la mano. Está rodando el documental El ruiseñor y la noche. Chavela canta a Lorca, una producción hispano mexicana (colaboran Mago Production y Monkey Head Productions) que surgió de su admiración a la cantante y que está ultimando para poderlo estrenar hacia finales de año.



"La idea en principio no era muy precisa que digamos. Yo sentía una gran atracción por la fuerza de Chavela. Me parece un personaje enorme. Tuve la oportunidad de acercarme a ella, se lo propuse y me dijo que sí". Rubén Rojo empezó a hacerle entrevistas a Chavela, a grabarle en diversos conciertos, pero fue uno el que decantó el sentido su iniciativa. La cantante mexicana, aunque natural de Costa Rica, tenía muchas ganas de poner su voz de lava a los versos de García Lorca. Era una ilusión postrera, el último deseo del condenado (la muerte la rondaba de cerca, era algo que tenía muy claro).



Surgió entonces el disco La luna grande, el homenaje de Chavela a su amigo García Lorca, que presentó en abril en el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana. Allí estaba Rojo, registrando el acontecimiento, y esa velada se dio cuenta de que el documental debía centrarse en la relación de la cantante con el poeta. Decía ella que en las noches de insomnio hablaba mucho con el autor de Romancero gitano, que se aparecía en su ventana en forma de pájaro amarillo. Y hablaban y hablaban. Se confesaban sus dolores y alegrías, y comprobaban su condición gemela. "El poeta y yo, los dos insonmes, pasábamos horas hablando, escuchando música, cantando o leyendo poesía en voz alta. Poesía escrita por él, como aquella que dice:



La noche no quiere venir

para que tú no vengas,

ni yo pueda ir".



En el libro Dos vidas necesito. Las verdades de Chavela (Montesinos), de María Cortina, la ya inmortal intérprete relata esas madrugadas: "Estaba yo en mi cuarto, intentando inútilmente dormir, cuando lo escuchaba tocar el piano. Entonces salía, bajaba las escaleras y entraba al salón. Me quedaba oyéndolo un buen rato y luego hablábamos de cómo iba el mundo, de su poesía, del canto, de la palabra, de la música, de la verdad y del silencio".



Chavela se imbuyó tanto del universo lorquiano que era frecuente escucharla hablar por boca de Lorca, trayendo su poesía a colación en cualquier momento. "Tenía muy clavado el personaje", explica Rojo. A los periodistas españoles que le asediaban en su visita a nuestro país les respondía en verso.



Los médicos le desancosejaron venir aquí. Pero ella sabía que no podía morir tranquila si no volvía a la Residencia de Estudiantes, a la habitación donde se había alojado Lorca. Suponía cerrar el círculo. Y ninguna prescripción facultativa se lo iba impedir. Ella se batió cada día por la libertad y a su edad no le iba a quitar nadie de la cabeza ese deseo. Testaruda Chavela. "Creo que a su edad uno puede elegir cómo y cuándo se muere. Es lo que ha hecho ella. Hoy no me siento triste, porque en todos estos últimos meses la he visto contenta. Es muy bonito morir así", remacha Rojo.



[Imágenes del concierto de Chavela Vargas en la Residencia de Estudiantes cedidas a elcultural.es por Mago Productions]