Blanca Portillo como Segismundo en la La vida es sueño.
¿Quién construye los sueños que otros nos hacen vivir? Si bien es cierto que la dilución de los límites entre realidad y ficción es ya trending topic de nuestra voraz contemporaneidad, quizás "el gran asunto de La vida es sueño nunca haya sido tan actual como lo es hoy: un tiempo en el que vivimos la sospecha de que otros escriben nuestras palabras, diseñan nuestras acciones e incluso dibujan nuestros sueños", cuenta Juan Mayorga, autor de la versión que, protagonizada por una inmensa Blanca Portillo como Segismundo, llega el martes al Teatro Pavón tras pasar con gran éxito por el Festival de Almagro. Y es que Calderón de la Barca encontró la forma exacta para representar una experiencia universal: la que hace quien, al mirar a su alrededor, se pregunte si vive, sueña o, acaso, le hacen soñar-. "Tampoco hay en nuestro teatro -continúa Mayorga- otro personaje en que se nos dé a ver la frágil belleza de lo humano como la reconocemos en Segismundo, ni ha alcanzado nuestra lengua en otra obra, me parece, la tensión que atraviesa los versos de esta trágica comedia". El prestigioso autor de El chico de la última fila traza la hipotenusa entre dos edades de nuestra lengua para devolvernos custodiada la palabra de Calderón haciéndola elocuente en nuestro tiempo. La vida es sueño nos despierta ese misterio que Juan llama "nostalgia de lengua" y que nos hace sentir el castellano como una lengua propia a la vez que extranjera. "Una lengua que es capaz de tocar el misterio de la experiencia humana", asevera el dramaturgo.La obra del genio del barroco español se caracteriza por una vasta densidad conceptual, una gran habilidad para la argumentación heredada de los jesuitas, la puesta en práctica de recursos culteranos y conceptistas y una fuerte trabazón lógica con metáforas e imágenes retóricas. Lo que podríamos denominar instinto e inspiración en Lope de Vega, en Calderón se vuelve lógica y conciencia. Algunos estudiosos del Siglo de Oro español consideran que la tragedia de Calderón es una tragedia cristiana en tanto que representa la dialéctica entre libertad y destino. Podríamos considerar, pues, que el sentido de lo trágico en él nace del sentido cristiano de libertad. Péter Szondi en su libro Tentativa sobre lo trágico lo explica del siguiente modo: "La tragedia del destino en la antigüedad se transforma, en la esfera cristiana, en tragedia de la individualidad y la conciencia".
La fábula de La vida es sueño es bien conocida: el príncipe Segismundo ha sido encadenado a una torre sin saber quién es ni por qué razón carece de libertad. Sabe que sufre pero ignora qué delito cometió para merecer tal castigo. La esposa del rey Basilio, y madre de Segismundo, soñó que al dar a luz a una criatura monstruosa con forma de hombre acabaría con su vida. Lo que vio en sueños se cumplió: al nacer, Segismundo dio muerte a su madre, y el rey, al consultar los astros y ver que su hijo sería un bárbaro, decidió privarlo de toda libertad. Aquí reside la gran paradoja del texto: para evitar que se cumpla el terrible hado, el héroe es encerrado. Sin embargo, la sabiduría humana es burlada, y el héroe sucumbe a su destino venciéndolo mediante un acto soberano de libertad.
La vida es sueño es todo eso y mucho más. En palabras de Helena Pimenta, su directora, la obra maestra de Calderón "suspende nuestro pensamiento al contemplar la lucha denodada de Segismundo por recuperar la libertad que el relator de su vida, su padre Basilio, le ha escamoteado. Nos inquieta al comprobar cuántas justificaciones enmascaran inmensos errores humanos, cuánta manipulación se puede ejercer en nombre del amor, el poder o la ambición. Nos asombra la dignidad y el ardor con que Rosaura se sobrepone a los pesares que siempre le han acompañado. Y, en definitiva, nos conmueve una obra que pone sobre la mesa la capacidad con la que el ser humano se reconstruye a sí mismo a través del pensamiento, de la inteligencia y de la búsqueda de la verdad. Ya sea en la ficción o en la realidad". La verdad, un bien muy preciado en estos tiempos de simulacros. Poco importa ya si la encontramos en la realidad o en la ficción.